Con Philippe Coutinho en la plantilla, el protagonismo de Sadio Mané y Mohamed Salah no estaba tan definido como cuando, a partir del mercado invernal, el crack brasileño fichó por el Barça. Con Coutinho Klopp tenía dos opciones: correr o parar. Es cierto que el hoy culé fue utilizado en muchas ocasiones como interior izquierdo, lo que dio un evidente valor añadido al rival del Real Madrid a la hora de enfrentarse ante rivales replegados y que no tenían intención de dividir la posesión. Pero más allá de eso, el brasileño representaba un cambio radical de registro si actuaba como extremo izquierdo.
Esa estructura modificaba el comportamiento de muchas piezas del tablero. Empezando por el recorrido del interior izquierdo red, generalmente Emre Can, que acababa en posición de remate con mucha frecuencia estando el brasileño en ese rol de extremo izquierdo. Además, Firmino también veía modificada su movilidad, ya que el apoyo pasaba a ser mucho más lateral que en un carril central en la que influencia de Coutinho era evidente. A eso había que sumar la intimidación que generaba en el rival, que tenía también que enfocar la marca de uno de los extremos reds al medio campo y no a defender un posible pase al espacio.
Sin Coutinho, el Liverpool es diferente
La lectura a partir de aquí puede tener dos extremos muy diferenciados. El evidente explica que, sin Coutinho, el Liverpool es un equipo con menos variantes a la hora de gestionar sus ataques. Sin embargo, sin el brasileño, el sistema de Klopp ha encontrado un camino concreto, definiendo tres puestos inamovibles en su ataque, y eso ha provocado que Sadio Mané y Roberto Firmino hayan crecido un escalón en cuanto a jerarquía. No cabe duda de que esta alternativa resta potencial al equipo en ataques posicionales constantes, pero parece claro que en Kiev no sólo la posesión debería de estar repartida, sino que además lo lógico es creer que esté más tiempo en los pies de los jugadores del Real Madrid, contexto en el que Salah y Mané pueden llegar a castigar sin piedad.
Roberto Firmino es el jugador que ha dado un paso adelante sin Coutinho, y ese aumento en sus contactos le ha llevado a ser la piedra angular de los ataques reds. Ahora su influencia es igual de importante en el eje horizontal y en el vertical, donde en ocasiones llega a jugar a la altura de Henderson, y por tanto -y más con la lesión de Emre Can- toda la gestión de la profundidad en las transiciones al ataque recaen sobre los hombros de Salah y Mané. A partir de aquí hay una máxima que parece obvia: controlar las carreras de las dos balas del Liverpool pasan, siempre y cuando no se terminen jugadas o no se consiga recuperar la pelota muy arriba, por limitar las recepciones de Firmino. No sólo cuando el brasileño juega de cara a Keylor, sino también de espaldas, ya que ahí el 9 red también juega de lujo dejando el cuero en ventaja a un centrocampista para el posterior lanzamiento de los extremos.
Para controlar a Salah y Mané, hay que atar antes a Firmino
Aquí entra en conflicto la defensa a realizad sobre Salah y Mané. Si Zidane planea una estructura pasiva, donde no se meta el pie, restará espacios para la ruptura de los africanos, sin lugar a la duda la principal amenaza del equipo de Klopp. Sin embargo, si no trata de anticipar la recepción de Firmino, el brasileño podrá activar alguna jugada para la posterior profundidad del Liverpool, por esa facilidad que tiene para jugar estando mirando hacia cualquiera de las dos porterías. La solución parece sencilla desde el planteamiento pero, por supuesto, muy complicada desde la ejecución: lo mejor para restar protagonismo de las dos balas pasa por conseguir perder la pelota muy arriba y con el equipo muy junto, algo que sólo conseguirá si el cuero fluye y la ocupación de los espacios cuando el Real Madrid tenga la posesión es muy precisa.
Más allá de ese pequeño matiz con respecto a las recepciones de Roberto Firmino, siempre que el Real Madrid consiga reducir los espacios para la ruptura de Sadio Mané y Mohamed Salah, la amenaza del Liverpool será bastante más pequeña. Es cierto que ambos han mejorado muchísimo su movilidad en los ataques posicionales, y que cada vez muestran más soltura con la pelota en espacio reducido, pero no hablamos de dos jugadores con magia de crack en ese aspecto, a lo que hay que añadir la presión añadida que supone jugar una final de la Liga de Campeones y el inevitable problema que provoca un ataque organizado sin una referencia de ningún tipo en el área, un escenario que desemboca la alineación de Roberto Firmino y la ausencia de Emre Can.
danityla 22 mayo, 2018
Como sigáis analizando así al Liverpool yo no llego al sábado. Cierro los ojos y solo veo a Firmino como un elemento de pinball mandando la bola con precisión y velocidad a un Mané (ojo al tercero en discordia) o Salah que corren como balas sin obstáculos ante la portería de Keylor. Todo perdido: 0-3 a los 30 minutos de juego.
Bromas aparte, ¿no creéis que la versión de Salah ante el City nos muestra un jugador más completo en estático? No da la sensación de necesitar únicamente espacios, sino que ante defensas cerradas ha mejorado mucho. Con terreno para correr es mejor, como Bale, claro, pero ante un mar de piernas no se bloquea como antes. En cambio en Mané, que creo que es más rápido, sí que veo la necesidad de tener al menos tres metros para arrancar.
No estáis introduciendo a nadie más en los análisis ofensivos del Liverpool, ¿los medios o laterales no son destacables? ¿Todo gira en torno a los tres de arriba?