El Barcelona se dejó en Roma más que unas semifinales de la Liga de Campeones. No saber cómo sucedió es sin duda más doloroso para quienes hasta no hace mucho sentían la seguridad de tener siempre respuestas, aunque éstas fuesen equivocadas. La convicción que Guardiola instaló en las raíces del club han sido camino; unas veces hacia el precipicio, otras hasta noches de gloria en Berlín, pero siempre camino. Xavi, Iniesta, Dani Alves, Sergio Busquets y por supuesto, Leo Messi, han puesto los zapatos en la puerta para que los extraños comenzasen a andar junto a ellos. Unas veces hacia el precipicio, otras hacia noches de gloria en Berlín, pero detrás de la puerta siempre estaba el sendero. Por eso el culé se quedó sin palabras cuando al abrirla vio que, esta vez, ningún camino llevaba a Roma.
Perder siempre es duro. Perder teniendo en tus filas a Leo Messi es muy duro. Pero perder sin haber estado abrigado por lo que todo blaugrana consideraba innegociable rebasa el dolor y deja paso a la incredulidad. Ni siquiera la Copa de Europa, que tan diabólica ha sido recientemente con el Barça, puede explicar el desenlace. Sin duda la derrota debe empezar a cobrar sentido en Dzeko, Schick, De Rossi, Nainggolan, Manolas y por supuesto Di Francesco, pero nunca tener la excusa de haberte aplastado sin haber podido dedicarle un triste grito. El Barça se dejó la eliminatoria en Turín hace un año y se ahogó en la telaraña de Simeone hace dos, pero cuesta recordar una falta de confianza y seguridad para guardar la pelota como la mostrada en el Stadio Olimpico en la noche del martes. El Barça sufrió su derrota más dolorosa, simplemente, porque nunca pareció el Barça.
El primer remate a puerta del Barcelona llegó en el minuto 73
Roma creyó porque Di Francesco así se lo hizo saber. Es imposible explicar el triunfo del equipo giallorosso sin la figura del técnico sureño, que no sabemos si gritó mucho antes de empezar el choque. Lo que sabemos seguro es que preparó a conciencia a los suyos, y a partir de ese planteamiento, el Barça comenzó a dudar en cualquier cosa que tenía que hacer. La Roma varió su habitual 4-3-3 y jugó en un 3-4-3 muy agresivo sin balón, ante lo que los de Ernesto Valverde nunca pudieron responder. Ya hemos visto a lo largo de este curso que el equipo culé ha tenido problemas ante equipos que han ocupado bien los espacios en campo rival, pero en líneas generales, la calidad de ter Stegen, el talento de Busquets o la capacidad de conducción de Piqué o Umtiti eran argumentos para resolver los problemas. En Roma, sin embargo, no hubo réplica.
La Roma salió con el cuchillo entre los dientes. Dzeko era el único observador cercano del triángulo formado por ter Stegen-Piqué-Umtiti, pero lejos de lo que puede entenderse como una medida conservadora, acabó resultando ser la clave para encajar el resto de piezas. Schick era el extremo derecho, y protegía el pase de Umtiti o ter Stegen sobre Jordi Alba. Nainggolan, el extremo izquierdo, y encargándose de lo propio en el otro sector de Semedo. Una actitud tan agresiva tenía que ser compensada por el resto de futbolistas giallorossi, y ahí el empuje de De Rossi, Strootman y Manolas marcó la diferencia. Los dos primeros, como sectarios sin miedo a caer por el precipicio, perseguían a Rakitic y Busquets, que nunca recibieron el balón de cara. El riesgo de que el doble pivote abandonase de forma tan irresponsable su posición fue compensado por un Manolas pletórico en las antipaciones ante cada intento de un envío directo desde la zaga culé.
El posicionamiento defensivo de la Roma marcó la diferencia
Al Barcelona le quedaban dos opciones; un pase en cambio de orientación a Iniesta o Sergi Roberto, o un envío directo sobre Luis Suárez. El caminar triste de Andrés hacia el banquillo cuando fue sustituido por André Gomes nos reveló algo que nunca hubiéramos querido: transmitió que no pudo. Sobre todo en el segundo tiempo, el manchego bajó a pedir el balón, sobre el carril interior izquierdo, para intentar juntar al equipo, pero no fue capaz de girar. A Sergi Roberto, que intentó en el segundo acto colarse a esa espalda del doble pivote romanista, tampoco se le encontró, y Luis Suárez, que debía de ser el aire con desmarques diagonales y profundos para aprovechar la línea defensiva tan adelantada del rival, no logró imponerse ni a Juan Jesus ni a Fazio, los centrales exteriores de la zaga de tres diseñada por Di Francesco.
En medio de la vorágine estuvo Leo Messi, que en ningún momento encontró su espacio. Es lógico señalar a la gran estrella en una debacle de esta magnitud, pero es complicado interpretar de qué forma podría haber crecido en el contexto del juego. Quizás haciendo de mediocentro más fijo para dividir la atención de De Rossi y Strootman, aunque eso a la postre hubiera derivado en un Luis Suárez que si ya de por sí no ganaba acciones para su equipo, menos lo hubiera hecho perdiendo la referencia de Leo más cerca. El problema fue contextual, porque Messi abajo probablemente no hubiera hecho progresar al Barça al dejar muy sólo al posible receptor en campo rival, y su equipo no fue capaz de darle un solo pase en ventaja entre las líneas romanistas. Fue un día difícil para él.
Complejidad en defensa, simplificación en ataque
Si la Roma tuvo muy claro cómo quería defender al Barça, diseñando para ello un plan muy agresivo y necesitado de ajustes puntuales y muy arriesgados, en ataque tomó la decisión de no complicar las cosas. Se ha elogiado mucho la mejoría del Barça en la defensa posicional desde la llegada de Valverde, pero Di Francesco no se comió demasiado la cabeza a la hora de generar las ventajas. Tenía a Dzeko, apostó por uno de los fichajes estrella del verano como Schick, que hasta el momento había sido incapaz de mostrar su verdadero nivel, y acompañó a ambos de la energía de Nainggolan. A partir de ahí, envíos directos, segunda jugada, y apoyos exteriores tanto de Florenzi como de Kolarov, que con el equipo asentado arriba ayudaron a que la Roma rematase mucho y bien. Especialmente acertado estuvo el delantero bosnio, que fue un verdadero dolor de cabeza para los centrales blaugranas.
Llegados a este punto y con el justo y merecido elogio a Eusebio Di Francesco y los suyos, no se debe pasar por alto que el equipo italiano no hizo nada excesivamente extraordinario, más allá de que lo planificado fuera de un acierto sobresaliente. Quitando la excepcional actuación de Dzeko, la Roma no necesitó un golpe de magia de un Messi, un Cristiano Ronaldo, un Antoine Griezmann o un Neymar, algo que suele engañar a la diabólica Copa de Europa. Es otro motivo para pensar que hablamos de una derrota más causal que casual, y que obliga al Barça a volver a dibujar un camino para cuando toque volver a algún lugar como Roma.
Gonzalo 11 abril, 2018
Penosos tanto el planteamiento como la puesta en escena del FCB, es solo un partido pero yo creo que tanto como la directiva como l
el técnico y los jugadores tienen que hacer un profunda reflexión , es fútbol pero ayer fueron superados por un chaval de 20 años Under y un equipo en teoría inferior. Por otro lado menudo partido de la Roma , Sick estuvo enorme nadie creía en ellos y mira. El FCB , anoche en el olímpico en el partido mas importante de la temporada fue una sombra de si mismo , te puede pasar pero no en el partido mas importante del año. Reflexión y decisiones en los despachos por favor. Pd : Messi ayer desparecido , sin duda su peor partido esta temporada.