“No soy sólo furia y carácter. El título de entrenador no me lo han regalado”. Gennaro Gattuso avisó en su presentación como nuevo entrenador del AC Milan, aunque prácticamente nadie le creyó. Su bagaje en los banquillos era demasiado pobre, y la imagen que dejó en su carrera como futbolista, excesivamente concreta como para tener en cuenta otros factores. Por si fuera poco, ese ímpetu con el que iba de un lado a otro sobre el terreno de juego se trasladó a su etapa como entrenador, de forma que para la opinión general era demasiado sencillo construir un juicio, aunque éste llegase antes de ver las ideas de “Rino” al frente de la escuadra rossonera.
En el Sion, donde comenzó como jugador y acabó como entrenador-jugador, reemplazó a ocho jugadores del primer equipo por ocho del filial antes de ser destituido. En el Palermo fue presa del hambre de Zamparini, que le despidió en la jornada 6 tras ganar sólo dos partidos. En el OFI de Creta, que tenía graves problemas financieros, dimitió en dos ocasiones. A la primera reculó y a la segunda confirmó, antes de decirles a los periodistas que cuestionaron la profesionalidad de su equipo “que les jodieran”. En el Pisa dimitió después de ascender de la Serie C a la Serie B por fuertes discrepancias con el club, aunque luego regresó, siendo destituido por los malos resultados. Su paso más suave fue sin duda el último antes de llegar a su banquillo más deseado, cuando estuvo al frente del equipo primavera del Milan.
El carácter de Gattuso ya se vio en sus primera experiencia como entrenador
No parecía, cuando el Milan decidió prescindir de Vincenzo Montella a finales del pasado mes de noviembre, la alternativa más fiable para estabilizar un proyecto que lleva años en la más absoluta mediocridad. Los precedentes, además, no ayudaban. Filippo Inzaghi, Clarence Seedorf o Christian Brocchi fueron los últimos exjugadores rossoneri elegidos para seguir “la moda Guardiola”, y los fracasos se sucedieron para desesperación de una hinchada que no hace mucho vio cómo su equipo dominaba el fútbol mundial. La llegada de Montella devolvió cierta ilusión: el equipo volvió a Europa y comenzó a seguir una línea regular en su plan de juego, pero todo se desmoronó después del tremendo gasto del pasado verano, a pesar de que la ingente cantidad de fichajes despertó una ilusión enorme entre el aficionado milanista.
Sin embargo, lo que debía ser la confirmación de que el siete veces campeón de Europa volviera a la élite del fútbol italiano, se convirtió en un tremendo problema para Montella, que se encontró con un sinfín de nuevos futbolistas a los que debía de acoplar en tiempo récord, con la exigencia que el gasto provocó a nivel de resultados. El hoy técnico sevillista tenía definido un plan de juego en el que Suso era el gran protagonista, arrancando de la posición de extremo derecho en un 4-3-3. De repente, Montella tuvo que integrar al gran líbero de los últimos tiempos, Leo Bonucci, y a una pareja de puntas llegada para marcar la diferencia como André Silva y Nikola Kalinic. Todo era nuevo y nada funcionó, lo que provocó la destitución del entrenador napolitano en el mes de noviembre.
Lo que definió los primeros meses del 2017/2018 milanista fue la indeterminación. Bonucci, piedra angular del proyecto, venía de ser la referencia en el fútbol europeo como líbero en una zaga de tres centrales con la Juventus, y es lógico que una de las primeras ideas de Montella fuese adaptar eso a su nuevo Milan. Eso chocaba frontalmente con dos características clave del Milan 2016/2017; el centro del campo de tres hombres y la delantera también de tres unidades, con Suso como líder de la ofensiva partiendo de la posición de extremo derecho. Además, las llegadas de Kalinic y André Silva casi obligaban a tener en mente una variante con dos delanteros. Finalmente, la avalancha de fichajes resultó más bien un problema que una solución.
En ese sentido, el carácter de Gennaro Gattuso sí resultó trascendental en una situación delicada. Al técnico calabrés no le pesó mandar al banquillo a algunos de los nuevos fichajes, u obligar a Bonucci a adaptarse a un contexto al que no estaba acostumbrado. Indiscutiblemente, más allá de que sí haya habido algunos ajustes que, como Gattuso afirmó el día de su presentación, dependen más de haber conseguido con gran esfuerzo su título entrenador que con pegar cuatro gritos, es verdad que su personalidad ha sido un pilar fundamental en el que el Milan ha asentado ese buen rendimiento desde su llegada.
En los primeros meses en Milan costó reconocer las ideas de Genaro
Antes de asentar su sistema de juego, que prácticamente tuvo claro desde el principio, Gattuso se preocupó de recuperar la moral de un vestuario que parecía perdida, y sus primeros encuentros dejaron claro el principal problema. Después de que el Benevento, que no había sumado un sólo punto en la Serie A hasta ese día, le empatase en el último minuto de su debut con gol de su portero Brignoli, afirmó que hubiera preferido recibir una puñalada. Pero cuando más molesto se le vio fue cuando el equipo cayó por 0-2 frente a Atalanta, después de perder a domicilio frente al Hellas Verona, momento en el que expresó de forma pública dónde estaba el problema del equipo: “si nos marcan, estamos muertos. No tenemos capacidad de reacción”. A la semana siguiente el equipo eliminó al Inter de la Coppa de Italia, y desde entonces suma 10 victorias, 4 empates y una derrota –dolorosa por ser frente al Arsenal en la ida de los octavos de final de las Europa League- en 15 encuentros oficiales, incluyendo la clasificación para la final de Coppa. Por supuesto el plan de juego ha sido el pilar en la remontada, pero la convicción desde el punto de vista psicológico que han mostrado muchos de sus jugadores no se debe pasar por alto.
Quedando esto claro, la mejoría del Milan tiene que ver con el desarrollo del plan de juego de Gattuso, que ha permitido al equipo rossonero tener claro su libreto, sin duda lo más necesario en un momento de muchas dudas. Gattuso ha asentado un 4-1-4-1 en el que cabe destacar dos detalles. El primero es que el equipo ha ajustado bien su trabajo sin pelota, pero sobre todo ha conseguido que los que tenían que acercar el bloque a campo rival a través de la pelota encuentren un escenario mucho más cómodo. Suso, Bonaventura y Kessie están jugando mucho mejor en esta fase de la temporada, y eso explica la mejoría en sus resultados.
La primera y más importante decisión de Gattuso fue prescindir de Mussacchio y obligar a Bonucci a salir de su zona de confort. El exjuventino iba a dejar de ser líbero, tendría que defender más metros, salir a ayudas más largas sobre el carril derecho, y tener menos opciones de pase en la salida de pelota. No fue una postura fácil, ya que estamos hablando del mejor futbolista de la plantilla rossonera, y con esta medida, Gattuso le estaba desnaturalizando. Además, Ricardo Rodríguez, al que Montella comenzó utilizando como tercer central en la salida de pelota, pasó a estar más abierto y arriba. En resumen, lo que el hoy técnico sevillista trató de potenciar –una salida pausada y limpia- fue lo primero a lo que renunció Gattuso, que además apostó por Cutrone como 9, seguramente el peor de los tres puntas en la plantilla a la hora de gestionar el juego directo.
Las misiones de Bonucci fueron reconfiguradas con la llegada de Gattuso al banquillo rossonero
Esto, sin embargo, ajustó tres piezas en campo rival. La primera es la de Suso, que después de ser el mejor futbolista de la plantilla en la 16/17, se quedó sin su espacio en la posición de extremo derecho tras las llegadas de Kalinic, André Silva y Çalhanoglu. Gattuso le devolvió allí y que Kessie sea el interior derecho le ha dado un espacio decisivo en las construcciones. El centrocampista africano va muy largo en ese carril interior diestro, mientras que el lateral elegido –generalmente Calabria- también fija arriba su posición. Eso permite a Suso ser el organizador de las jugadas ofensivas en esa zona, siendo activado además por Bonucci, central derecho y que ha encontrado en el español un soplo de aire después de perder perspectiva para gestionar los primeros pases con la defensa de cuatro.
La segunda pieza más importante en la ofensiva milanista es Giacomo Bonaventura, al que Gattuso le ha dado la posición de interior izquierdo. Aunque su juego es más mixto que Suso, y no siempre recibe al pie y se aprovecha del pase de rosca del español para finalizar en el perfil opuesto en el área, tiene un peso vital para recibir a la altura del mediocentro y dividir marcas a través de la conducción. Ricardo Rodríguez, en una primera altura, y Çalhanoglu, en un escalón superior, permiten al Milan tener continuidad en esas circulaciones que están haciendo que el equipo esté más ordenado en campo rival. Un once, como puede verse, muy enfocado al movimiento de apoyo que Gattuso ha conseguido compensar bien, principalmente, a través de dos nombres: Cutrone y Kessie.
El interior derecho –y también el lateral, sobre todo si está Calabria- dan amplitud y profundidad al sistema, potenciando la figura de Suso, que recibe muchas veces tras los arrastres de los dos primeros, pero la elección global del once explica el protagonismo de Cutrone, que arrancó la temporada como tercer delantero, por detrás de Kalinic y André Silva. De todos, el canterano milanista es el que ofrece un valor añadido al plan de juego: capacidad de ruptura tanto en situaciones a campo abierto como en espacios cortos, donde los movimientos desde dentro hacia fuera o a la inversa le dan a su equipo siempre una alternativa de pase vertical muy necesaria teniendo en cuenta que los dos extremos son Çalhanoglu y Suso, que siempre piden la pelota al pie.
Bonaventura ha tomado mayor relevancia en el esquema del entrenador italiano
Es justo destacar, por tanto, lo bien que ha equilibrado Gattuso sus piezas a través del balón, lo que le ha permitido tener una línea de juego más estable y que también ha llevado a una defensa más lógica teniendo en cuenta las piezas elegidas. A este nuevo Milan se le ha elogiado su mejoría defensiva, y es cierto que en escenarios de posesión para el rival se maneja bien, sobre todo gracias a esa presencia de Cutrone como nueve y la capacidad de ruptura de Kessie o incluso Bonaventura, pero este equipo no renuncia a ataques posicionales largos, y ahí es donde el triángulo Biglia-Bonucci-Romagnoli está suponiendo la forma de terminar de equilibrar el plan de juego.
De Biglia se puede dudar en muchos aspectos –no es un jugador con soltura en situaciones de presión rival y eso está siendo un problema para la gestión de los primeros pases del Milan-, pero Gattuso está sabiendo explotar su mayor virtud. El argentino es un jugador con intuición, predisposición y colocación para defender hacia arriba. El Milan presiona cuando pierde el balón en campo rival, y el argentino suele estar siempre bien posicionado para ayudar al equipo a volver a recuperar la pelota. Bonucci en anticipación o Romagnoli cruzando están terminando de compensar esta idea.
Es completamente cierto que el Milan está replegando cuando el rival construye, y generalmente Cutrone está más pendiente de estorbar al mediocentro rival, y Suso y Çalhanoglu, pendientes de llegar a la altura de los interiores para que el equipo tenga un buen filtro en campo propio, pero la actitud del equipo ante su pérdida es agresiva. El dominio de estos dos conceptos está siendo quizás la gran clave en la mejoría global del equipo. Ahora, con el plan con balón asentado y los conceptos defensivos absorbidos, está el reto de conseguir que las piezas que lleguen en el futuro se ajusten a esta idea –es importante elevar el nivel, como quedó claro ante el Arsenal-, y no al revés, para que tras el verano la situación de indeterminación no vuelva a provocar una enorme grieta en los cimientos del proyecto.
Foto: Marco Luzzani / Getty Images
AArroyer 15 marzo, 2018
Muy interesante lo que cuenta David. La gestión del ordeno y mando como matiz de lo verdaderamente importante, que es tener ideas para construir un equipo. Darle identidad. ¿Le veis echando raíces en el banquillo del Milan?