Queridos amigos,
Aunque prometo intentarlo con toda mi alma, sé que no voy a ser capaz de transmitiros lo que habéis significado para mí. Toca daros las gracias y os las daré mil veces, pero lo primero que me sale de dentro es deciros que os quiero mucho. Habéis sido todo y os quiero mucho. Os voy a echar muchísimo de menos.
Escribí el primer artículo de “Ecos del Balón” en la habitación de un piso de estudiantes cordobés en el otoño de 2008. Tenía 19 años, cursaba segundo de Empresariales y sentía mucho miedo. No me asustaba que mi presente no me excitara; lo que me abatía era proyectar mi futuro y percibir con nitidez que no iba a ser feliz. Y entonces, aparecisteis vosotros.
Desde el primer momento, Ecos fue, por encima de cualquier cosa, descubrir un grupo de amigos con el que iba a desear hablar todos los días de mi vida. ¡Y a eso me dediqué! Al principio, conversábamos alrededor del montonazo de sitios que formábamos lo que se conocía como “Blogosfera”; pero pronto nos hicisteis el regalo de elegir este espacio como algo parecido a un punto de reunión mágico al que veníamos por sistema porque estaba lleno de gente con la que nos sentíamos muy a gusto. Ni más, ni menos. Y qué maravilloso. Ese fue el origen de esta bola de nieve que transformó mi vida para siempre.
La primera persona que se dio cuenta fue Fernando. A Fer le debo mucho. Su visión detectó que esta aventura que yo vivía con la inocencia y la ilusión de un niño albergaba un potencial capaz de cambiar las cosas. Pero, más que eso, necesito que sepáis que él fue quien me encontró cuando yo estaba perdido. Creo que nunca habría creído en mí mismo si él no me hubiese convencido. Y, desde luego, jamás habría realizado un trabajo como “Ecos del Balón” -del que tan orgulloso me siento- si no se hubiera cruzado en mi camino. Considero, de verdad, que convivir con Fer es lo mejor que puede ocurrirle a un joven que ame la comunicación y anhele aprender qué es y hacia dónde va. Le estaré eternamente agradecido por haberme formado y por haber confiado en que era capaz de hacerlo bien.
Fer fue el primero, pero no ha sido el único compañero de viaje con el que he compartido esta historia. Mi querido Alejandro Arroyo, Tamarán Junco, Albert Morén, Javier Alberdi, Nacho Ruíz, David De la Peña, David Mata, Marc Roca, Lolo Ortega, Chema R. Bravo, Roque Arambarri, Sergio Vilariño, Nerea Zusberro, Antonio M. Arenas, Adrián Blanco, Guillermo Valverde, Matías Baldo, Miguel Canales, David Fer, Carlos Rosende o Tiziano Maggioni, entre muchos otros, han sido personas indispensables en esta década genial. Mas todos ellos me van a permitir que subraye un poquito a dos muy concretos: David León y Miguel Quintana.
Al poco, hacer de Ecos mi medio de vida derivó en mi razón de ser. Y en busca de preparación, emigré a Sevilla y me matriculé en la carrera de Periodismo. Allí, compartí techo con David León, que se incorporó al proyecto sobre la marcha. El grado de inmersión que hemos tocado durante este tiempo queda retratado en un sinfín de anécdotas que ojalá alguna noche podamos contaros como hacen los amigos, pero no voy a resistirme a recordar el arte de las infartantes noches de Champions. Aquel pisito no daba para mucho; ambos veíamos el partido en el pequeño salón y, tras el pitido final, arrancaba el caos: él salía corriendo hacia el otro pico del hogar con su portátil para que su voz no se colara por mi micrófono -ni viceversa-, y yo me quedaba mientras tanto preparando la intro de apertura del programa de radio en directo. Algunas quedaron chulas, pero no adivinaríais el estado de nervios que contraía en los minutos previos a cada emisión. Luego, cuando terminaba ese minuto dramático y empezaba la música, David se acercaba sin hacer ruido y me levantaba los pulgares en señal de prueba superada, mientras yo le regañaba para que volviera a su humilde «estudio de radio» porque estaba a punto de darle entrada. ¿Y sabéis qué hacíamos al acabar el programa, a eso de las 12 y poco de la madrugada? Comprarnos un helado de nueces de Macadamia en el único sitio que quedaba abierto e irnos al Parque de María Luisa a devorarlo mientras leíamos vuestros tuits en nuestros primeros Smartphones. Era vivir por y para Ecos. Así ha sido desde el artículo de apertura hasta la hora de decir adiós.
Después, conocí a Quintana. Porque es verdad que fue el tercero en subirse al barco, y que desde 2009 mantuvimos una relación diaria fantástica, pero mi verdadero inicio con Quin data del verano de 2016; es decir, del instante en el que el equipo decidió que el siguiente paso de Ecos consistía en reunirnos en una casa de la sierra de Madrid y lanzar lo que ha sido nuestra particular versión de la serie Silicon Valley. Nunca, jamás, acerté a calcular la química que iba a surgir entre Quin y servidor. Por eso me hace más feliz si cabe que el brutal crecimiento que ha experimentado como comunicador no haya pasado inadvertido para vosotros y que se lo recalquéis tanto como es justo. Es un fuera de serie. Sigo teniendo muy claro que la comunicación sobre fútbol es mi gran pasión y me dejaré la piel para volver estar en contacto con vosotros; deseo de corazón que esto no sea un adiós, sino un hasta pronto; y sé de antemano que, si ese reencuentro tiene lugar, será porque mi amigo Quin esté a mi lado remando de igual a igual. Ha sido un placer sufrir su pasión y su exigencia. Para mí, el periodismo es y será hablar de fútbol con Miguel Quintana de la manera en la que lo hemos hecho en este periodo tan inolvidable.
No obstante, resulta imposible cerrar esta carta sin rescatar el principio, pues ahí está el todo. Sé que no existe forma de expresar lo que habéis supuesto, y lo sé porque, cuando nos hemos encontrado por calles de Madrid, Barcelona, Dublin, Colonia, Toulouse o Copenhague, os lo he dicho y no me habéis creído. Pero es justo e imprescindible que os lo repita en esta ocasión: el truco de que en los últimos seis meses se hayan vivido episodios tan bonitos como participar en el programa más respetado de la televisión de fútbol en España, presentar varios programas en la radio del deporte, entrevistar a Xabi Alonso o ganar un Premio Panenka habéis sido vosotros. Os sorprendería muchísimo asistir al tremendo impacto que tiene vuestro cariño en todas las instancias y en todas las esferas. Yo era un novato en mitad de donde se hacen las grandes cosas y eran los habituales quienes más fascinados se quedaban por vuestra manera de ser y actuar. Nadie entiende, porque no es normal, el descomunal aprecio que nos habéis profesado ni la extraordinaria capacidad que habéis demostrado para construir y enriquecer. Me consta, me consta de verdad, que cada puerta que se me ha abierto en este tiempo fue una puerta que no me abrieron a mí, sino a vosotros. Os querían a vosotros, querían lo que representáis, que es una burbuja de cariño, amistad y positividad que amenaza con conseguir que todos seamos felices. Así que hacedme el favor de asimilar y sentir como pretendo el gigantesco GRACIAS con el que debo finalizar mi cuento en «Ecos del Balón». GRACIAS por haberle regalado a un entristecido estudiante de Economía una década que vale por una vida. GRACIAS por haberme regalado un sinfín de momentos que sé que la mayoría nunca podrá disfrutar. Y GRACIAS por ser el motivo que conserva vivo y radiante el fuego de dedicarme a escribir, hacer radio y hacer televisión. Me habéis dado sentido y para mí es un imperativo transmitiros lo agradecido que os estaré siempre. GRACIAS, amigos. Y no cambiéis nunca.
Os quiero mucho.
Abel.
HenryHM 8 marzo, 2018
Estoy temblando.