
Anoche comenzó esa fase de la Champions League a la que todavía apetece llamar Copa de Europa. Juventus FC y Tottenham Hotspur fueron los equipos encargados de inaugurarla. Lo hicieron en un partido extremadamente divertido y de buen nivel en el que los bianconeri, quizá en sus mínimos, se ofrecieron para medir y determinar cuál es el verdadero lugar del proyecto de Mauricio Pochettino en el actual fútbol de élite. Y desde luego, pinta de futuro campeón no tiene, pero qué gustazo fue verlo jugar.
El conjunto londinense destaca por expresarse a partir de un sistema que se basa en el volumen. Es decir, hace muchas cosas y le interesa que pasen muchas cosas. Tanto cuando ellos poseen el balón como cuando lo maneja su adversario. Dicho patrón conlleva pros y contras dentro de una competición tan particular como la que nos atañe. La cruz, de forma evidente y peligrosa, consiste en la insuficiente atención que se presta a los detalles. Un equipo que considera el 0-0 como resultado más factible, seguido del 1-0 y el 0-1, no concede ninguno de los dos goles que ya campeaban ayer en el electrónico antes de alcanzar el minuto 10. No obstante, también sólo con este espíritu cabe la recuperación anímica y futbolística tras encajar un golpe semejante en casa del mismísimo subcampeón de Europa.
Gonzalo Higuaín se mostró muy superior a Davinson Sánchez a lo largo de los 90 minutos del partido.
Así que se puede y debe decir que, a efectos prácticos, la eliminatoria arrancó con dos tantos de ventaja para Allegri y los suyos. Y con dicha renta, la Juve resolvió que lo mejor que podía hacer era replegar hacia su área y ampararse en esa descomunal estadística que llevaba por bandera en la previa del envite: un único tanto recibido en los últimos 16 partidos disputados. Además, su transición ofensiva resultaba prometedora. Cuando la concebía como un contraataque, hallaba dos situaciones a favor que le dotaban de muchísimo peligro. La primera, la posición intermedia y desmarcada de Douglas Costa, cuyas conducciones por el carril central -ejerció de mediapunta- hacían un daño importante, sobre todo, en el sector derecho de la zaga de los Spurs. Justo donde percutía el otro delantero clave, Higuaín, que descubrió un territorio muy acogedor en aquellos espacios asignados al central Davinson Sánchez. El colombiano, por mezcla de inexperiencia y falta de ayuda de su lateral Aurier, fue causa y consecuencia de muchos de los desequilibrios sufridos durante la protección del arco de Hugo Lloris.
La Juventus echó mucho en falta la capacidad de control con el balón que tenía el año pasado.
Sin embargo, pese al peligro de su contragolpe, el juego con balón de la Vecchia Signora no estaba siendo completo. El motivo, que el primer pase filtrado por Pjanic, que estaba cómodo y jugando bien, luego nunca evolucionaba a posesión estable de los italianos. El mediocentro bosnio lo permitía y lo inspiraba, claramente estaba consiguiendo imponerse a la presión del Tottenham, pero no había nada después de él. Bernardeschi, en posición de extremo derecho, anduvo muy lejos de poder asumir la carga de pausa y control de juego que sumaron entre Bonucci, Alves y Dybala durante el curso pasado.
Justo a causa de ello, el candidato de la Premier League se presentó en condiciones perpetuas de poder exhibir aquello que más poderoso le hace ver: su ataque posicional. En este sentido, llamaba la atención desde sus primeros pases. Y es que hasta los que conectan a los centrales Davinson Sánchez y Verthongen están provistos de una tensión, un ritmo y una intención que marcan la diferencia. Todo va fluido, rápido y con calidad. Cualquier zaguero de la zaga del Tottenham sale conduciendo para atraer marcas, cualquiera se presta a romper una línea con un desmarque, no hay nadie que no piense y actúe en virtud de un progreso sobre el campo con la pelota controlada. El resultado visual es emocionante e influye en la balanza emocional del encuentro. El partido iba 2 a 0 y daba la sensación de que eran los ingleses quienes se lo estaban pasando bien. Y sin renunciar al criterio. El segundo rasgo distintivo y a elogiar en su fútbol consistía en la compatibilidad que enseñaba su posesión entre ritmo y paciencia. Aunque los pases eran eléctricos, muchos de los mismos se trazaban hacia atrás tras los apoyos de Harry Kane, Lamela, Dele Alli o Eriksen. No existía precipitación. Se trabaja en beneficio de la claridad.
Pochettino, Moussa Dembélé, Eriksen, Dele Alli y Harry Kane ya tienen una primera noche de Champions.
En este contexto, los hombres más destacados del Tottenham Hotspur fueron sus centrocampistas Moussa Dembélé y Christian Eriksen. El box-to-box belga, en estado de gracia, pareció el típico futbolista que simplemente está más dotado que los demás; se le vio más rápido, más fuerte, más móvil y más técnico que a sus homónimos de la Juventus. Tanto en el robo (fue el inglés que más balones recuperó -5-), como en la organización (nadie repartió tantos pases como él -99-) y el desborde (con 6 regates, se erigió en el futbolista más desequilibrante de la noche). Si bien quizá incluso por encima del hiperactivo Moussa se elevó el cerebral y anoche majestuoso genio y jefazo de Dinamarca. Eriksen dotó de sapiencia y precisión a la circulación de pelota del Tottenham durante la práctica totalidad de los 90 minutos, moviéndose con gracia hacia la base de la jugada y acaparando la mayor cuota de responsabilidad cuando las dos líneas de cuatro de la Juventus parecían más consistentes. Además, su posición determinó en buena medida el empuje de los de Pochettino. De inicio, arrancó desde la banda derecha con su admitida y recomendable tendencia a abandonarla, entregándosela entera al potente carrilero Aurier, pero hacia el final del primer periodo, el entrenador argentino redistribuyó los carriles de su línea de tres enfatizando la calidad de su iniciativa: con Lamela fijo en la derecha, Dele Alli partiendo desde la izquierda y Eriksen en la mediapunta, los espacios estaban más ocupados, los laterales de la Juve más atados y la posesión del Tottenham, más arriba. Gracias a esto, incluso los contraataques de Douglas Costa e Higuaín perdieron frecuencia e impacto. Y los Spurs, demasiado tiernos en las situaciones sin pelota, tanto en lo individual como lo colectivo, se llevaron un premio a White Hart Lane que, ocurra allí lo que ocurra, de algún modo, ha legitimado su propuesta. Ya no se marcharán de vacío.
Foto: MIGUEL MEDINA/AFP/Getty Images
Gonçalo 14 febrero, 2018
Para mi partidazo de Higuaín ayer, de lejos el mejor jugador de la Juve y probablemente el único que ha jugado a un buen nivel. Pero es que ese penalty fallado… no sé, Higuaín jamás consigue jugar un partido grande de Champions perfecto, siempre falla algo. Y es una pena porque es un jugadorazo.