El Real Madrid perdió con claridad y contundencia en el día de su debut en Wembley. Considerando sus recursos y la motivación que tendría el grupo ante tales fecha y escenario, no queda otra que inferir que los de Zidane atraviesan un bache de juego más grave de lo que insinuaba y profundizar en las causas del mismo.
Entre todos los defectos que están destapando sus partidos, hay uno que sobresale del resto porque, además, resulta cada vez más acuciante: el Madrid no crea ocasiones de gol. Ni siquiera aparenta peligro, de hecho. La apuesta y consolidación del 4-3-1-2 le ha privado de espacios ofensivos porque los principios que manejaba de juego de posición (extremos abiertos sobre los que asentar posesiones) han cedido su lugar a un juego estrictamente basado en la inspiración en un momento en el que sólo goza de un par de futbolistas inspirados. Así, se trata de un conjunto previsible y fácil de frenar.
El Madrid carece por completo de profundidad interior.
Este Madrid tiene apenas tres formas de ganar metros con el balón controlado: el pase en profundidad a Benzema o Cristiano (que casi nunca funciona porque no suelen imponerse por velocidad), una barbaridad técnica de Modric, Kroos o Isco (amenaza sobre la que se cierra el sistema contrario entero) o la vía más utilizada, que consiste en juntar piezas en un costado y cambiar de orientación hacia el lateral desmarcado. Tras eso, como el lateral está abandonado a su suerte, se precipita la única alternativa: el centro al área, con la zaga del rival ultra concentrada y preparada y Ronaldo como único rematador a valorar. Y a partir de aquí, el Girona CF y el Tottenham Hotspur, Pablo Machín y Mauricio Pochettino, han pronunciado estrategias para superar al campeón.
Zidane sigue sin dar con la tecla en su dirección de campo.
Porque el Real es un club obligado a la victoria que cuando no lleva la iniciativa en el marcador tiende a asumir riesgos. En especial, durante periodos de crisis. Y esa fue la segunda etapa del plan inglés.
En apariencia, Zidane toma decisiones “made in Ferguson” de cara a remontar. O sea, perjudica aposta la estabilidad de su propio sistema en pesquisa de un partido más roto donde se produzcan más intercambios de golpes. En pos de ello, retrasa a Casemiro del mediocentro a la eventual zaga de tres para postergar y bajar su robo y dar más tiempo al adversario a que salga al ataque y se descubra. Nada que no se haya hecho antes y nada que antes no haya salido bien. La traba reside en que su improvisada estructura defensiva no está dispuesta en este momento para parar, por ejemplo, a Eriksen, Harry Kane y Dele Alli, que masacraron a Casemiro, Nacho y Ramos en cada transición defensa-ataque de los de Pochettino. Con el extra de que, aun así, incluso rompiendo el juego, toda la profundidad que consiguen los merengues sigue siendo exterior y, por tanto, está destinada a concluir con un centro lateral, con la consabida situación de Cristiano esperando quieto con tres centrales contra él.
Luka Modric ha alzado la voz y ha determinado que el problema del Real Madrid se reduce al fútbol. O sea, al deterioro o incluso a la falta del mismo. Mientras tanto, el Tottenham Hotspur se ha semi-garantizado el primer puesto del grupo y ha mandado un aviso de que la Premier League, este año sí, tiene cosas que decir en la Copa de Europa.
Foto: Michael Steele/Getty Images
Guillermo Ortiz 2 noviembre, 2017
Abel, ¿qué fue del sistema invisible? ¿Se debió a un estado de inspiración, tanto individual como colectivo, o tenía una base táctica a partir de la cual se generaba un contexto beneficioso para el equipo blanco?