¿Qué llevó a un centrocampista de 26 años que apenas había sido internacional absoluto 13 veces por Costa de Marfil a convertirse en uno de los nombres propios del mercado de fichajes de 2017? ¿Por qué un jugador que no había llamado la atención en la modesta liga portuguesa pasó a ser señalado por Xavi Hernández como el heredero de sus funciones en el FC Barcelona? ¿Cuál es el motivo por el cual quien estuvo a nada de transformarse en el interior derecho del sistema de Leo Messi se ha quedado en un club francés sin grandes aspiraciones en lugar de firmar por algún otro gigante de Europa pese a la alarmante falta de mediocampistas que afecta a la Champions League? La de Jean Michaël Seri es una historia de puro fútbol. También la de un amor de verano que ha latido, y va a latir, como en la vida real.
Nuestro protagonista era el típico futbolista ilusionado que se concebía a sí mismo como alguien que destacaba por su calidad técnica. Tenía condiciones para orientar su juego de una manera diferente, pero él se percibía así y puso énfasis en los atributos que él deseó. En base a esto, sus entrenadores le colocaron como mediapunta durante la mayor parte de su carrera, sin obtener grandes resultados debido a que el tipo de técnica que mostraba Seri no servía para marcar la diferencia cerca de la frontal del área ajena. Allí, rodeado de rivales, se sentía sin espacios y veía decrecer su precisión hasta hacerlo ver como un jugador común sin nada en especial. Pero paulatinamente a este proceso, él se enamoró del FC Barcelona. Y en especial, de Xavi Hernández. Y aunque suene muy romántico e idealista, es cierto que fue esa pasión lo que le cambió la vida. Seri estudió a consciencia el fútbol del legendario centrocampista catalán y se preparó para, si alguien se atrevía a darle una oportunidad, estar a la altura del rol. Entonces, el notable técnico suizo Lucien Favre aterrizó en el OGC Niza para cumplir su sueño.
Tácticamente, Seri es un gran jugador para integrar sistemas basados en la posesión del esférico.
Fabre ha manejado tres esquemas tácticos por encima de los demás: el 4-3-3 (o 4-3-2-1), el 5-3-2 y el 4-2-3-1 con el que finalizó la temporada pasada. Pero más allá del dibujo en sí, lo importante radicó en una filosofía de posesión de balón que marcó el funcionamiento de las once piezas. Cada miembro del sistema del OGC Niza interiorizó la idea de que perder la pelota era algo horrible que había que evitar a cualquier precio. Dentro de esta inercia, Favre otorgó papeles fundamentales a todo el que lo pidió. Así, los más prestos, el interesante Wylan Cyprien y el entregado a la causa Jean Michaël Seri, empezaron a tocar el esférico más de 100 veces por partido. El primero ocupó casi todas las demarcaciones posibles de mediocampo en adelante -desde pivote hasta extremo-; el segundo, por su parte, casi siempre fue interior.
En pos de mantener la posesión controlada, Lucien Favre limpió la base para que Seri bajara a ejercer de mediocentro durante la salida y le regaló una estructura llena de triángulos. Los centrales se abrían mucho, los laterales volaban y los otros dos medios y los extremos se alternaban abrir en los costados o meterse entre líneas en el apoyo para dividir siempre el terreno en el mayor número de triángulos posible. Dicho esto, la clave de que se dibujasen con tanta fluidez era él. La principal virtud futbolística de Seri, sin duda, reside en su conocimiento táctico del juego de posición. Dicho de otro modo, en cómo se mueve para facilitar que la circulación fluya: siempre se está ofreciendo, pero nunca acercándose al balón. Seri es una permanente línea de pase para cualquiera de sus compañeros porque sabe cómo moverse para ser un vértice alejado pero de conexión fácil que dinamice la cadena de pases. Sin él, el precioso OGC Niza 2016/17 no habría sido posible. Y como tácticamente lo comprende y sabe por qué ocurren las cosas, se sintió justamente partícipe del éxito y entró en trance. Fue el inicio.
Seri tiene muchos problemas para no perder la pelota cuando el rival le presiona fuerte o con orden.
Con el balón en los pies, Seri destacó de tres maneras en concreto: la más eficaz, su golpeo indirecto a balón parado; la más interesante, su intención para el pase vertical; la más mediática, el más de 90% de acierto en el pase que supo frecuentar. En cuanto a lo del pase vertical, el tema consistía en que, cuando Cyprien, Belhanda o incluso Balotelli conseguían una buena posición para recibir entre líneas, Seri priorizaba ese pase y conseguía filtrarlo con cierta tensión. Era su gesto técnico más destacado, más allá de algunas maniobras espectaculares fruto de su brutal estado de confianza que luego se popularizaron gracias a Internet pero que no definen, en absoluto, la rutina del jugador. Porque la rutina de Seri, en lo eminentemente técnico -y aquí llega el fin del cuento-, resulta sumamente decepcionante.
El pequeño centrocampista costamarfileño adolece de una falta de dominio del balón que le lastra sobremanera para practicar el tipo de fútbol que él se auto-impone. Su control orientado suele ser pobre, su velocidad gestual está muy lejos del promedio de los medios de élite que desempeñan sus funciones, sus cambios de orientación no vuelan rápido y no crean ventajas -incluso son fáciles de cortar para defensas bien posicionadas- y lo más grave: ni se caracteriza por ser un pasador fluido en corto ni sabe proteger la pelota ante presiones de intensidad media. De cara a garantizar el más de un 90% de acierto en el pase, Seri se acostumbró a asociarse con los compañeros en corto y hacia lugares fáciles espesando la circulación que, antes, con su posicionamiento, había logrado electrificar; y con el fin de no perder la pelota, retrasó muchísimo, pero muchísimo, su zona de influencia habitual haciendo que la posesión del OGC Niza se estableciera demasiado abajo. Seri no generaba ventajas con sus pases promedio y promediaba 84 por partido; y Seri perdía la pelota ante presión a poco que el rival la ejecutase con aplomo. Piezas como Dante, Sarr, Baysse o, especial, Koziello, Cyprien, Belhanda y Balotelli permitían ir más allá, pero Seri era el comienzo y el fin a la vez. Gracias a él se podía jugar a lo que se pretendía, pero por sus propias carencias, no se podía ir un paso más allá. Y a la hora de analizar su repertorio, el efecto era idéntico: al principio entusiasmaba porque su pinta y sus modos anunciaban ese perfil de centrocampista que todos quieren y casi nadie encuentra, pero en cuanto se profundizaba en su juego, se descubrían limitaciones muy importantes que hacían presagiar lo que, por ejemplo, le sucedió ante el SSC Nápoles. Y el diagnóstico era duro: falta de calidad para el desempeño de sus tareas en partidos de élite. Considerando además que sus pases no dotan a una cadena de más sentido que la continuidad (no tiene -ni por asomo- esa mente ajedrecística de Xavi en virtud de la cual siente que un determinado pase aparentemente soso desembocará tres pases después en una acción de ventaja; eso se tiene o no, pero no se estudia) y que su rendimiento defensivo es bajísimo -de hecho, más bien no defiende-, cabía deducir que un equipo que aspire a competir en unas semifinales de la Champions League… no presentaría garantías suficientes llevando a Jean Michaël Seri en su medular.
Seri debe ser valorado por su magnífico trabajo en el Niza, pero cuesta bastante verlo en la gran élite.
Jean Michaël es un buen futbolista que por los sentimientos que le despertó su gran ídolo se convirtió en una pieza de culto. Su estudio del juego de posición y asociación permite a entrenadores creativos la construcción de sistemas de juego basados en la posesión del balón, que suelen ser los más difíciles de confeccionar. Y el chico, al verse inmerso en uno de ellos tras años de travesía por el anonimato, tomó una jerarquía y una confianza que le hicieron digno de halago y de mención por parte del fútbol europeo. Seri fue imprescindible para el OGC Niza completara un curso de juego que los técnicos que están empezando devorarán para aprender. Pero más allá de ese brillo de su última temporada, que se cuela por los ojos y hasta el alma como el amor que surge entre junio, julio y agosto con fecha de caducidad temprana y preconcebida, no hay una realidad palpable. Su calidad táctica ofensiva podría sumar en determinados contextos, pero mucho se lo tendría que trabajar un entrenador de club candidato a títulos para que la insatisfactoria relación de Seri con la bola no penalizase su adaptación a la gran élite. Con la técnica de Seri, es muy difícil ser el Seri que Seri quiere ser donde Seri anhela serlo.
Foto: YANN COATSALIOU/AFP/Getty Images
Jesus 4 septiembre, 2017
Los felicito por publicar este articulo a pesar de que no se concreto ningun fichaje por el jugador. En vista de que creo que ya lo tenian escrito es importante que no se pierda el trabajo intelectual al que ustedes le dedican tiempo estudiando a un jugador. Me encantaria y se que a todos en la Comunidad Ecos tambien, conocer los articulos que tenian preparados de los jugadores que no terminaron saliendo, no ya para conocer su posible adaptacion al equipo que no va, pero si para conocer en detalle como juega el jugador que habeis estudiado. Me refiero por ejemplo a Coutinho, Lemar entre otros, de haberse concretado sus movimientos hubieramos aprendido muchisimo acerca de ellos, les sugiero que publiqueis aunque sea la parte relevante de lo escrito, es una sugerencia que muchos agradeceremos porque venimos a aprender de ustedes chicos!