El Real Madrid vive días de vino y rosas y cuesta ponerle peros. Cuando un equipo juega a medio gas y aun así gana a domicilio por 0-3 de manera más o menos consecuente, no parece merecedor de críticas. No obstante, mirando con lupa siempre se puede encontrar algún déficit y los de Zinedine Zidane no son la excepción: si Marco Asensio no está sobre el césped, la falta de autosuficiencia de su delantera hace que necesite demasiado fútbol para crear ocasiones. El récord del gol conseguido tras los 44 pases y los 107 segundos con la pelota controlada es muy bonito y revela muchas virtudes, pero también el hecho negativo de que no dispone de un atacante que pille el toro por los cuernos y se lance a definir. Algo que, hace año y poco, no podría haberse dicho con Gareth Bale de por medio.
Gareth Bale volvió a mostrarse muy poco agresivo en Riazor.
En el partido frente al Deportivo de la Coruña -correoso en ataque gracias a Florin Andone pero sin tensión defensivamente hablando-, Bale completó cero regates porque ni siquiera intentó ninguno. Su trayectoria en el Santiago Bernabéu ha estado marcado por una carencia de iniciativa que le ha alejado de adquirir la jerarquía que por talento debería acreditar, pero quizá por la lesiones o puede que por la falta de ritmo, atraviesa un momento en el que se muestra especialmente discreto. Atendiendo a su capacidad, y proyectando qué sería de este Madrid con la versión del galés que sí disfrutó durante el primer semestre del año 2016, está dejando bastante a deber. Y esto es algo que puede salirle caro a su entrenador cuando el equipo, como es lógico que pase, pierda el grado de inspiración colectiva que está sacando a relucir ahora cada vez que lo necesita.
Dicho esto, mientras el Real se mantenga en este estado, Bale será un chollo y un jugador resolutivo hasta sin que nos demos cuenta. Para comenzar, se trata de uno de los pocos delanteros del planeta capaces de fundirse en el juego asociativo de Kroos, Modric, Isco y Benzema sin restar precisión, ritmo ni intención a sus posesiones. Bale, si activa el chip pasador, pierde poquísimos balones y muestra claridad para mandar el ataque a zonas vacías. Y para culminar, sobresale como un finalizador certero hasta en acciones donde los espacios se reducen o desaparecen. Su quirúrjica pierna izquierda, más su desarrollado instinto rematador, son factores goleadores en un entorno que, aunque parezca mentira, no va demasiado sobrado.
Bale, al 100%, puede significar un update para el Real Madrid que lo convierta en una referencia aparentemente intocable. Pero en caso de que no, sigue siendo un activo competitivo y un factor de coherencia con la propuesta que no conviene infravalorar. Es brutal.
Foto: Manuel Queimadelos Alonso/Getty Images
Soprano_23 21 agosto, 2017
Da la impresión de que Gareth Bale tiene miedo a lesionarse o aún no está físicamente al 100%, apenas mezcla el juego; no tira rupturas ni busca con asiduidad medirse en velocidad. Se está mostrando tímido y no parece haber encajado en lo que es este Real Madrid para influir con la frecuencia que debería. No obstante, lo más probable es que sea cuestión de tiempo.
Por lo pronto, en los tres partidos oficiales que ha jugado, ha acumulando 224 minutos, ha marcado 1 gol y ha dado 2 asistencias. O lo que es lo mismo, lleva jugada de impacto en el marcador cada 75 minutos -gran media para el que debería ser el número 2, sobre todo para ayudar de cubrir la cuota de Morata y James del año pasado-. Y eso que en el partido en el que no marca ni asiste de los tres, en la ida de la Supercopa de España, 4 de las 5 mejores ocasiones de gol, al margen de los goles, vienen gracias a él; remata en dos y asiste en las otras.
Es otro rollo pero debe aprovechar los 5 partidos de sanción a Cristiano, manteniendo la media de jugada de impacto en el marcado, para ir haciéndose con los mecanismos y fundirse con el juego del equipo para hacerse compatible con Cristiano en esa doble punta, toda vez que Isco y la MKC es inamovible para el día grande.