A Frank Sinatra lo apodaban «La Voz» y Miguel Quintana asegura que a Gianluigi Buffon deberíamos llamarlo «El Portero». Figuras que son hasta tal punto el paradigma de perfección de su rol que lo personifican. Le dan vida en el imaginario colectivo. Si uno lo piensa, en cada disciplina hay uno de estos, alguien que ha sido la cima, la excelencia, el modelo a seguir. En el fútbol pasa igual y cada posición guarda de una forma u otra un nombre que ha sido la cumbre de la misma hasta convertirse en la imagen que acompaña la definición enciclopédica. No es difícil sacarlos: Marco van Basten es el ‘9’ y Paolo Maldini es el lateral izquierdo. La perfección. Quizá, y puede que no, los haya mejores, pero ellos representan todo lo que se debe ser. Fuera de su marco o te quedas corto o ya eres una pieza de ensueño y no la ideal. Ellos son lo que hay que ser; el símbolo. Y para el lateral derecho ese futbolista no es otro que Cafú.
Cafú es considerado como la representación exacta del lateral.
Un palmarés infinito, carisma y una carrera longeva que se acabó justo cuando él quiso. Durante casi dos décadas, Cafú acompañó al futbolero y forjó en su cabeza y su memoria lo que significaba ser lateral en el juego moderno. Le tocaron los años de mayor auge de la posición, de mayor reconocimiento mundial a su labor y durante muchas temporadas fue el mejor sin que nadie lo discutiera. En la selección brasileña dejó un vacío que ni siquiera cracks del tamaño de Maicon o Dani Alves fueron capaces de llenar. Cafú: el lateral derecho. El mejor de siempre para tantísimos rankings y encuestas. La bandera de una posición que, sin embargo, tardó mucho tiempo en reconocer como suya: hubo un Marcos antes que un Cafú. Y Marcos, al que rechazaron casi una decena de clubs en su adolescencia, incluido el Sao Paulo por el que finalmente firmó, no jugaba de lateral derecho. Él era un meia-atacante y su famoso apodo se lo ganó porque alguien pensó que su juego se parecía al de Cafuringa, un entonces ya retirado puntero derecho de grata recordación en Fluminense.
El primero que puso a Cafú de lateral fue Carlos Alberto Silva, quien antes de irse a entrenar a Japón le dio tiempo para apreciar las increíbles cualidades atléticas y técnicas de Marcos Evangelista y decidió adaptarlo a la posición de lateral. Tuvo un éxito casi inmediato: para septiembre de 1990, once meses después de su debut, llamó la atención de Falcão, seleccionador brasileño, y participó en una serie de amistosos en los que el nuevo entrenador del combinado nacional comenzó a probar futbolistas de cara a una eventual renovación generacional. Cafú gustó y se hizo con la titularidad como lateral derecho del equipo de Falcão, participando en varios amistosos y en la Copa América de 1991. Durante esa misma época, al banquillo del Sao Paulo llegaría el que sería su mentor: Telê Santana. El mítico entrenador del Brasil 82′ percibió el talento de Cafú y profesó por él un cariño especial. Perfeccionista como era, dedicó especial atención a corregir los defectos del futbolista como lateral derecho, desde los más obvios como su poco sacrificio defensivo, algo que Cafú no sentía ni disfrutaba habiendo sido un mediocampista ofensivo toda su vida, hasta los que quien no hubiese conocido ese jovencísimo Cafú no sospecharía: no sabía centrar. En entreno más entreno, Tele obligaba al ya internacional a que practicase una y otra vez sus centros hasta que dominase el arte. Cuando lo logró, fue elegido mejor lateral derecho del Brasileirao por dos años en 1992 y 1993.
Su versatilidad lo convirtió en icono táctico del Sao Paulo.
La confianza de Telê en Cafú no tenía límites. A pesar de los premios individuales obtenidos como lateral, el ascenso de Vítor al primer equipo fue la excusa perfecta para que «O fio de Esperança» comenzara a utilizar al ‘2’ en otras posiciones: fue mediocentro, volante, extremo e incluso se calzó la ’10’ tras la salida de Raí y disputó la Supercopa Libertadores del 93′ con ese dorsal en la espalda y jugando uno que otro partido como enganche del equipo, su posición original. Cafú brilló en todas y cada una de sus posiciones, incluso siendo el goleador del equipo durante el Paulista 1993 con 14 dianas. Su técnica, magia, lectura de juego y derroche físico le permitían ser capaz de adaptarse a todo lo que ‘Mestre’ Telê pidiera de él. No por nada fue elegido como mejor jugador de América en 1994, temporada en la que jugó principalmente en el mediocampo tras el regreso de Vítor.
A pesar del contundente éxito de Cafú con su club, perdería la titularidad en la selección luego de una derrota en La Paz contra Bolivia en las eliminatorias para Estados Unidos 94′. Parreira, el nuevo entrenador, comenzó a confiar más en Jorginho que en un futbolista que más de la mitad del tiempo jugaba en una posición distinta a la de lateral. Aunque jugó la final del Mundial en Pasadena por lesión de Jorginho, tardaría casi tres años en recuperar su puesto como inicialista en la selección. Para hacerlo tuvo que conocer la desazón en su corta cesión en Zaragoza y olvidarse definitivamente de Marcos Evangelista, camisa ’10’ y convertirse definitivamente en Cafú, ‘Il Pendolino’ que corría la banda derecha del Olímpico de Roma y San Siro con la velocidad y potencia de un tren sin cansarse nunca. Y a partir de ahí: el éxito europeo, más de 100 partidos con la seleçao y el reconocimiento eterno como el lateral derecho de todos los tiempos: la inmortalidad a cambio del olvidarse de sí mismo.
Abel Rojas 25 julio, 2017
MI sensación es que el paso de los años y el dominio de los españoles ha ido dejando de lado la extraordinaria figura de Cafú, que es un futbolista perfectamente comparable a Dani Alves. Pero perfectamente.
Por otro lado, le ocurre algo similar lo de Roberto Carlos -sin ser un jugador de la dimensión del zurdo- que es que por su, en su momento, exagerado dominio físico se hizo de menos su magnífica calidad técnica, que era un atributo tan definitorio o más en él. Cafú con la pelota hacía virguerías. Jugador con calidad de mediapunta. Y un súper líder.
A día de hoy, todos se volverían locos por ficharlo.