La Signora de Carcano | Ecos del Balón

La Signora de Carcano


“Casi todos los hombres ganan al ser conocidos”, André Maurois, novelista y ensayista francés.

 

Si en el geométrico ejercicio de delimitar los orígenes del fútbol italiano se traza una línea entre sus principales vértices, Génova, Turín y Milán, el llamado triángulo industrial, se observa que en su centro, como un faro que todo lo ilumina, lo guía y lo define, se levanta la ciudad de Alessandría. Es el corazón plano y fluvial del Piamonte. Le separan 90 kilómetros de Turín, pero 90 kilómetros no son nada cuando se habla de toda una vida: un cordón umbilical que ayudó a la configuración de la Juventus, y toda su inmensa leyenda de equipo imperioso y respetado, tal y como lo conocemos hoy. El mito de la Signora se gestó en buena parte a lo largo de esa carretera de 90 kilómetros, conectada al vientre de la US Alessandría, un club que ahora, quizá, no nos diga nada, por mucho que hace casi un siglo ejerciera de palanca decisiva para la evolución y desarrollo del calcio. Un crecimiento que se manifestó en el dominio de Italia en la década de los años 30: Copa del Mundo de 1934 y 1938 y JJOO de 1936, en una historia de triunfos en la que el ‘blocco Juve’ acaparaba la selección, al tiempo que instauraba la primera gran hegemonía que conoció la Serie A: el Quinquennio d’Oro de la Juventus, con cinco Scudetti en línea, entre 1931 y 1935.

Carlos Carcano fue una figura capital en el nacimiento de la Juventus que hoy conocemos.

El entrenador de aquella escuadra fue Carlo Carcano, cuya teorización táctica permanece enterrada bajo el polvo del recuerdo de Vittorio Pozzo, el gran obispo del fútbol italiano de entreguerras. Pozzo se abrió espacio en la historia gracias a su liderazgo y carisma al frente de la selección, pero también por ponerle la firma al Método, un sistema de juego de matrícula italiana que se distinguió por ofrecer una vía de divergencia continental a la WM británica. Carlo Carcano, desde el banquillo de la Juventus, representó una fuente ideológica esencial para que el Método tomara impulso. Antes de esa etapa turinesa, el técnico había arraigado como figura icónica de la ‘escuela alessandrina’. Carcano había nacido en Varese, pero desde 1913 vivió en Alessandría. Jugó durante 11 temporadas en el club de la ciudad, alojado durante mucho tiempo en la fonda de la madre de Giovanni Ferrari, un niño entonces, al que años después llevaría a la Juventus para convertirlo en el futbolista más creativo y mágico de Italia.

El entrenador de Carcano era George Arthur Smith, uno de los alumnos en el Genoa campeón del pionero Walter Garbutt en la primera década del siglo XX. A Smith se le considera el padre de la escuela alessandrina y el artífice de que la ciudad se consolidara como el epicentro de la región que transformaría el sustrato táctico del calcio. Hasta la creación de la Serie A y los cambios organizativos impuestos por el fascismo con la Carta de Viareggio (1926), esa porción del Piamonte dio carácter provincial al mapa del fútbol italiano. La US Alessandría, los ‘grigios’, ejercía de capital de un laboratorio conectado al Pro Vercelli, al Novese de Nova Ligure y al Casale de Casale Monferrato. Estos tres equipos de pequeñas urbes de la provincia de Alessandria o limítrofes con ella ganaron el campeonato italiano alguna vez entre 1908 y 1922, siete títulos, por ejemplo, el histórico Pro Vercelli. La «Gazzetta dello Sport» ya hablaba en 1914 del “cuadrilátero de la universidad del fútbol”, agregando a la vecina Novara y resaltando Alessandría como una ciudad donde “el calcio autodidacta está ofreciendo resultados inesperados”. La escuela alessandrina no solo incorporaba la identidad de los ‘grigios’ sino que era extensible al fútbol de toda la región. Entre sus rasgos comunes figuraban la resistencia competitiva, el espíritu colectivo y la disciplina y el denuedo de sus futbolistas, muy en la línea de la tradición obrera de esa tierra.

La zona palpitó fútbol durante los años previos a la Primera Guerra Mundial, afianzándose la afición por un deporte aún emergente y favoreciendo el intercambio de conocimiento y relaciones de todo tipo como importante nudo industrial y de comunicaciones en el norte de Italia. Por si fuera poco, el mejor futbolista de la época, Adolfo Baloncieri, luego estrella del Torino, saldría de las calles alessandrinas. Durante los años 20, se formarían en ese recogido cuadrado piamontés varios de los mejores futbolistas de Italia. Bruno Roghi, histórico director de La Gazzetta dello Sport, destacaba el carácter academicista que había adoptado esta cantera porque “a pesar de ser el Alessandria despojado sistemáticamente de sus campeones, no se altera el estilo de juego, la unidad armoniosa de sus jugadores ni la dignidad de su rango deportivo. Se van los futbolistas y queda la escuadra. Esto significa una personalidad”. Roghi hablaba así de los componentes propios de una escuela. Ya después, en 1932, Baloncieri diría que “con los jugadores salidos de Alessandría y esparcidos a los cuatro vientos en las escuadras italianas se podría formar el más formidable de nuestros equipos. Sería un equipo que tendría también el mejor entrenador, porque Carcano es de Alessandría”. En realidad, ese sueño alessandrino existió, Baloncieri lo comenzaba a tener delante, y estaba cristalizando a 90 kilómetros de su casa, ese equipo fue la Juventus de Carcano.

La llegada de Carcano potenció lo que ya estaban haciendo los Agnelli desde 1923.

La llegada del entrenador veronés al club biaconero en 1930 representó, desde un prisma táctico y puramente futbolístico, el episodio que completó el punto de inflexión iniciado por el desembarco de la familia Agnelli en 1923, con el inicio del ‘estilo Juve’, un modelo de gestión deportiva inédito en la Europa de entonces. Los Agnelli implantaron en la Juventus un sistema de administración basado en las políticas comerciales de la FIAT, la empresa a la que habían catapultado como uno de los grandes motores de la economía italiana. Al frente del club se instaló Eduardo Agnelli, hijo del patriaca, Giovanni, el fundador de la dinastía y senador del Reino de Italia. En muy poco tiempo, transformó la Juventus, profesionalizando la plantilla de futbolistas y su estructura, especializando los puestos directivos, instaurando los famosos reglamentos de control inspirados en los valores de la FIAT (desde cómo se debían comportar en público los jugadores a cómo debían vestir en los viajes…), abriendo una sede social o modernizando el estadio de Corso Marsiglia. Eduardo Agnelli se apoyó en un vicepresidente, el barón Giovanni Mazzonis. Esta presencia aristócrata y nobiliaria en la Juventus acentuó su tradición como club de clases altas, en contraposición en la ciudad al Torino, con más predicamento entre obreros. De ahí que la ‘Juve’ se fuera conociendo en Italia como una institución de ‘signores’. Así nació la leyenda de la ‘Signora’, aunque hay versiones que afirman que ese nombre salió de gradas enemigas, en referencia a las ‘signoras’ que regían los burdeles de la época.

Sobre por qué los Agnelli se adentraron en la Juventus hay razones de todo tipo y condición, pero es evidente que captaron la potencialidad del fútbol como instrumento de posicionamiento social y económico, del mismo modo que compraron el periódico «La Stampa» o abrieron la estación invernal de Sestriere. Hay interpretaciones que describen la voluntad inicial de la familia de entrar a controlar el Torino, al fin y al cabo, el club de la ciudad con más arraigo y más seguidores en la época. Sin embargo, el componente nobiliario y burgués de la directiva y las filas juventinas –un caladero de negocios futuros- jugó el papel decisivo.

Los primeros días de los Agnelli en la Juventus coincidieron prácticamente con la toma del poder de Benito Mussolini. Desde el comienzo del régimen, el fascismo propulsó cambios profundos en el fútbol italiano, moldeándolo de acuerdo a sus patrones ideológicos y políticos. Es innegable que el calcio, tal y como lo conocemos hoy, se construyó sobre esa ‘fascistización’, encarnada en la Carta de Viareggio de 1926: se creó una división nacional desde la que nació la Serie A en 1929 –el nacionalismo italiano era el eje vertical del fascismo-, se patrocinaron fusiones de clubes de la misma ciudad con la vocación de diseminar la participación en la liga y evitar que una misma población contara con varios equipos –gracias a esta deslocalización nacieron la Fiorentina, el Bari, la Roma, la Ambrosiana como unión del Inter y el US Milanese, la Sampierdarenese y el Andre Doria anticiparon el nacimiento de la Sampdoria constituyendo la Dominante de Génova, y el Internaples se trasfiguró en el Napoli…-. Además, el ‘calcio del Duce’ se centralizó y la FGCI se trasladó de Turín a Roma con escala breve en Bolonia. Pero, quizá, las intervenciones de mayor alcance las representaron la apertura al profesionalismo y, en clara sintonía con las políticas autárquicas de Mussolini, la prohibición de los futbolistas extranjeros, vaciando así las plantillas –no los banquillos- de austriacos y húngaros.

En este punto, la Juventus ejercería de dique de resistencia de modo fundamental para el calcio. La familia Agnelli concebía el club como un coche de la FIAT: le dedicaba la misma mirada comercial, como escribiría Mario Sconcerti en ‘Storia delle idee del calcio’: “Eduardo Agnelli vendió a Italia un medio de locomoción sentimental”. Para ello, con un claro afán de optimizar la competitividad de su equipo de fútbol, necesitaba de los futbolistas extranjeros. Eduardo Agnelli introdujo así un enfoque internacional a la gestión del club, siendo pionero en el envío de emisarios a Sudamerica. Entendía el fútbol como un mercado sin fronteras. Este propósito colisionó con Mussolini, así que Eduardo le convenció encontrando una fisura en el veto: los descendientes de los emigrantes no eran extranjeros, sino italianos de “una gran patria que se extiende más allá del Atlántico”. Así, se permitieron los ‘oriundi’, futbolistas, hijos o nietos de italianos, afincados en Brasil, Uruguay y Argentina, donde el juego iba un punto por delante. Esto enriqueció el calcio a nivel técnico, amplió las posibilidades tácticas del «Método» y sirvió en bandeja a la Juventus a tres oriundi de primer nivel: Renato Cesarini (nacido en Italia, aunque formado en Chacarita Juniors) y dos estrellas de la selección argentina, de padres italianos, Luis Monti (San Lorenzo) y Raimundo Orsi (Independiente). Argentina acusó a las instituciones fascistas de financiar esos fichajes y, por ejemplo, bloqueó el permiso de Orsi, impidiéndole jugar en su primer año en Turín. La Juventus iba conformando así un equipo engalanado y poderoso, mientras a 90 kilómetros se definía el entrenador que acabaría ordenando esas ambiciones de los Agnelli.

Vittorio Pozzo señaló a la Alessandria de Carcano como un ejemplo de lo que debe ser el Calcio.

Después de sus escuetas experiencias en el Valenzana y el Internaples, los dirigentes del Alessandria habían reclutado en 1926 a Carcano, un emblema del club durante su etapa como futbolista en las funciones de mediano. En esa posición, Carcano entendió la relevancia, dentro de la estructura del equipo, de un futbolista que marcara los ritmos tácticos del juego, alguien con facultades para descifrar los cambios entre las fases ofensiva y defensiva. Uno de los rasgos del «Método» sería esa figura del centromediano, un futbolista capaz de organizar y distribuir el juego, pero sobre todo de reforzar la línea de ‘terzinos’ (centrales). Apreció que, para esas exigencias, necesitaba perfiles muy atléticos, algo que Italia no podría ofrecerle, pero que en Sudamérica se habían asentado como un componente definidor de su fútbol: el mediocentro aguerrido, físico, con clase, personalidad y elegancia… El Monti que dirigiría después. Entre 1926 y 1929, Carcano experimentó con Giuseppe Gandini en esa posición (un futbolista de «relevantes dotes físicas y un impetuoso espíritu competitivo, típico exponente de la escuela del Piamonte, con un juego áspero, corajudo y muy concreto», según el periodistas Carlo Felice Chiesa). Carcano comenzó, además, en la US Alessandría a aplicar el movimiento de piezas que acabaría configurando definitivamente el «Método»: el retraimiento de los dos interiores de ataque en la formación de la ‘Pirámide de Cambridge’. Esta fue la transformación básica hacia el «Método» y su plasmación: 2-3-2-3 (WW). Un dibujo que abría una vía alternativa al esquema piramidal y a la WM inglesa y su definitorio cuadrado interior (3-2-2-3). En el «Método», la clave estaba en la superioridad numérica y el plus de protección defensiva que iban a aportar los interiores a la zona de medios. Este retraso de los ‘inside forwards’ ya era un signo de identidad de la escuela alessandrina desde tiempos del fundador George Artur Smith. El británico ya lo había introducido antes de la Primera Guerra Mundial. Ese legado lo recogió Carcano y lo explotó en el banquillo del Alessandria, revelándose este equipo como una de las más admiradas atracciones del calcio entre 1926 y 1929, cuando rozó el ‘scudetto’ de 1928 y ganó la Copa CONI de 1927 con un conjunto formado con futbolistas de la ciudad. Atento a ese trabajo permanecía Vittorio Pozzo, quien, tras impulsar desde Turín, capital del calcio en aquella época de poder piamontés, la reforma del sistema de ligas (‘Proyecto Pozzo’) y dejar su primera etapa como Comisario Técnico de la selección, contribuyó a promocionar a Carcano como nuevo responsable de la ‘Azzurra’ en 1928: «Que la confianza se puede aplicar a elementos como la disciplina, la enseñanza y la organización del juego ha resultado un ejemplo para todos: Carcano de la Alessandria».

Carcano relevaba así, de modo eventual, con cargo de entrenador y no de Comisario Técnico, a Augusto Rangone, precisamente otro ilustre alessandrino, que acabó enfrentado a Leandro Arpinati, jercarca fascista de Bolonia que dirigía la ‘Federazione’, después de conseguir el bronce en los Juegos de Ámsterdam (1928) y dejar encarrilada la Copa Internacional o Copa Doctor Gero –embrión de la Eurocopa- del ciclo 1927-1930 que levantaría Italia. Rangone había sido uno de los fundadores de la US Alessandría, tesorero, dirigente y co-entrenador junto al húngaro Arpad Weisz. Su ascendencia sobre Carcano había sido, pues, notable. Entre ambos orientaron ya el juego de la selección en ‘clave alessandrina’, enfocándolo hacia la fórmula metodista. Carcano, antes del regreso definitivo de Pozzo, dirigió seis partidos a Italia, suficientes para abrir el camino táctico a su sucesor, con notas novedosas como el “juego de coberturas y el bloque defensivo”, como recoge Antonio Papa en ‘Storia sociale del calcio in Italia’. Aspectos que comenzaron a implementar características del juego zonal, en contraposición con los rasgos individuales de la WM.

Es decir, cuando entre 1929 y 1930 Pozzo asume el control definitivo y personal de la selección y Carcano es elegido por los Agnelli como preparador de la Juventus, el fútbol italiano ya tiene un rumbo claro y prefijado hacia los postulados finales del «Método». La Signora, de hecho, había incorporado en los años previos a varias de las más prestigiosas figuras del ‘Vej Piemont’ (Viejo Piamonte), como describía Gianni Brera. Convirtió a Virginio Rosetta, el capitán del Pro Vercelli, en el primer futbolista profesional del país en 1923, pagando 50.000 liras e inaugurando el popular ‘calciomercato’. Desde 1928 formaría el triángulo defensivo más célebre del fútbol italiano (hasta que el tiempo quizá lo diga de Buffon, Bonucci y Chiellini) con el portero Combi y Umberto Caligaris, la estrella del Casale fichada ese año. Del Novara había llegado el extremo derecho Munerati. Y Carcano se trajo del Alessandría a sus dos talentos más relucientes: el cerebral interior Giovanni Ferrari y al gladiador mediano izquierdo Luigi Bertolini. Al margen de los oriundi argentinos o el brasileño Sernagiotto y de los canteranos de Turín, casi todos los italianos de la plantilla de Carcano en la Juventus (y excepto Munerati todos fijos con Pozzo en la selección) habían forjado su fútbol en el área de influencia de la escuela alessandrina.

El Quinquennio d’ Oro evidencia el dominio inicial estilístico que tendría la Juve de Carcano.

El Quinquennio d’ Oro se inauguró con el título de 1931, pero el equipo acabó por redondearse en las dos temporadas posteriores. Primero, con la contratación de Luisito Monti, quien llegó con 12 kilos de sobrepeso, dolores de espalda (le apodaron ‘Doble Ancho’) y que había dejado el fútbol en Argentina. Fue Renato Cesarini, el de los goles decisivos a deshora –el mito nace en 1931, en un partido entre Italia y Checoslovaquia- quien le convenció de volar a Italia. Segundo, con la llegada de Bertolini, escudero ideal de Ferrari en el sector izquierdo del centro del campo, un chico voluntarioso, gregario, fiel a su cinta blanca en la cabeza, de esos que nunca le faltaron a Italia. Y tercero, con la aparición de Felice Borel, con solo 17 años, el goleador de aquel equipo, a quien llamaron ‘Farfallino’ por su ligereza de mariposa. La Juventus alcanzaría con él las cotas más altas del Quinquennio, con un juego de acento metodista. Su estilo se basaba en una defensa fuerte, no solo alimentada por un portero de época como Combi y la pareja Caligaris-Rosetta (uno el terzino de volata, especialista en el marcaje, y el otro, terzino de posizione, un primer esbozo del líbero), sino también por el blindaje de los flancos con los medianos laterales, Bertolini en la izquierda y Varglien I en la derecha, marcando a los extremos rivales (la zaga se volvía mucha veces de 4 hombres) o auxiliando en la elaboración. Además, resaltaba el apoyo proporcionado por Monti como centromediano metodista: él fue la clave de bóveda sobre la que descansaba el sistema, ayudando a los centrales, un movimiento de coberturas que Cesarini y Ferrari completaban desde los interiores retrasados del Método. “La Juventus aplicaba un módulo de marca sudamericana, sin el preciosismo de esa escuela, pero no precisamente exento de viril rudeza”, refirió Gianni Brera.

El equipo siempre tenía, de este modo, superioridad en la zona media, con esas dos piezas, en Italia llamadas ‘mezzalas’, escalonadas de tal modo que agilizaban y verticalizaban el juego de rápidos contragolpes que tanto distinguió el estilo. Sernagiotto (o Munerati) y Orsi ocupaban los extremos, con Vecchina o Borel en la delantera. La Juve, como la selección de Pozzo, practicaba así un fútbol de oportunismo, astucia y efectividad, valores que nunca ya abandonarían la identidad de Italia. En Austria, Hugo Meisl, íntimo de Pozzo y alérgico a la WM, optó por un camino intermedio, una síntesis entre el esquema inglés y el Método. Tácticamente, no había grandes diferencias con la fórmula italiana, pero sí en el discurso, en la esencia, pues Austria digería más los ataques, con un fútbol más sinfónico, posesiones más largas, mayor caudal ofensivo…

Pozzo no dudó en reclutar a Carcano como asistente para la Copa del Mundo de 1934, justo después del cuarto ‘scudetto’ consecutivo. La Signora ya “era un fenómeno social, no solo un equipo”, según Brera. Le acompañaron al técnico hasta ocho jugadores en el ‘blocco Juve’: Combi, Caligaris, Rosetta, Monti, Bertolini, Ferrari, Orsi y Borel. También el preparador físico Guido Angeli, detallista y meticuloso en el acondicionamiento atlético tan característico de esa Juventus, fundamental en la recuperación de Monti y en que ganaran el quinto título con los 34 años de Orsi, los 34 de Caligaris, los 33 de Rosetta… Brera llamaría a Carcano “el filósofo del músculo”. El triunfo en la Copa del Mundo de 1934 con la contribución del ‘blocco Juve’ acabó por disparar la popularidad de la Signora. Los éxitos (solo faltó conquistar la escena internacional, la Copa Mitropa), su espectacular juego y las construcción desde el periodismo de una imagen ejemplar del club habían acelerado la construcción de una ‘tiffosería’ nacional, la primera y más destacada de Italia. Brera decía que eso fue sobre todo posible gracias a que las plumas más influyentes y los directores de los principales diarios, como Carlin, eran juventinos. Sin embargo, el formidable impacto social de aquella escuadra de Carcano lo determinaron los flujos migratorios. Miles de obreros llegados del sur de Italia, de Puglia, Campania, Calabria, Sicilia o Lucania, a las factorías de la FIAT se afiliaron a la Juventus, propagando luego ese sentimiento en sus pueblos de origen. La Signora se convirtió así en club nacional, con más seguidores fuera de Turín, donde predominaba el Torino, que dentro. Hasta entonces, lo habitual en Italia era apasionarse del equipo de la ciudad, continuando así la tradición medieval del campanilismo, un fenómeno de rebelión y enemistad entre regiones que simbolizaba las identidades locales. La Juventus rompió eso. Puede afirmarse que, posiblemente de forma involuntaria y casual, el club se convirtió en el vehículo ideal, en los años de régimen fascista, para propagar una conciencia nacional en una Italia aún joven y descentralizada, tal y como pretendía Mussolini. De repente, gracias a los triunfos del Quinquennio, la Juventus, apoyada históricamente por la burguesía, estudiantes, emprendedores, e intelectuales, se transformó en el equipo de los inmigrantes de la clase trabajadora. Que el club no tuviera el nombre de la ciudad en la que jugaba también ayudó a esa difusión y acogida. Pero, al fin y al cabo, la clave era que la escuadra ganaba, representaba poder, algo que permitía lucir orgullo a esos obreros de la FIAT cuando regresaban a sus pueblos del sur. “La leyenda de la Juventus fue magnificada por la ola demográfica, cuando generaciones enteras abandonaron su tierra, impulsados por la dinámica del empleo y la esperanza de encontrar en las grandes ciudades del norte no solo nuevas oportunidades laborales, sino también nuevos estilos de vida. Entre ellos, el mito deportivo del domingo y la alegría en la Juventus”, relata Antonio Papa. La Juve no solo le cambió la piel al calcio: se la mudó también a toda una sociedad. Si en el ciclismo, el otro deporte masivo del país, Alfredo Binda estaba representando esa ‘nueva Italia’, la Juventus lo hizo en el fútbol.

A la marcha de Carcano se le unió la desafortunada muerte de Eduardo Agnelli. Así llegó su fin.

Antes de que la Signora cerrara el ciclo victorioso con el quinto título consecutivo, en 1935, mediada la temporada, se anunciaba la salida de Carlo Carcano. Detrás de este oscuro episodio, existen las dudas del complot interno. Carcano, aunque no públicamente, era reconocido por su supuesta homosexualidad, asunto espinoso en una dictadura fascista. Algunos jugadores denunciaron al técnico ante la directiva, quizá motivados por revanchas propias de la gestión del vestuario, declarando insinuaciones e incluso un intento de acoso al joven Borel. Aquello acabó arrinconando el nombre de Carcano en la historia de la Juve y del fútbol italiano. Oficialmente, fue despedido por motivos personales. Le relevó Carlo Bigotto, quien sufrió para enlazar el quinto scudetto con una plantilla ya envejecida, en la que Orsi había dejado el país y regresado a Argentina ante los temores de una leva para la guerra de Etiopía, con lesiones de Monti y Cesarini… La miel se había agotado. El 14 de julio de 1934 llegó la peor de las sentencias: Eduardo Agnelli, con 43 años, moría decapitado al soltarse la hélice del hidroavión con el que amerizaba en el puerto de Génova. A la Juventus, de repente, se le murieron los padres: la historia del fútbol es, a menudo, la historia de los hombres.


7 comentarios

  • MigQuintana 3 junio, 2017

    Espectacular, Chema. Espectacular.

    ¿Por qué después le costó tanto retomar la senda del triunfo? ¿Simplemente por el auge del Grande Torino?

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  • Luther Blissett 3 junio, 2017

    Pocas veces la identidad de un equipo se ha escrito desde tan temprana fecha. Sobre su fiabilidad defensiva hay que decir que el equipo concedió solo 149 goles en el Quinquenio Dorado, una cifra bajísima sobre todo si se compara con los 429 tantos que marcó en el mismo periodo de tiempo.
    Es de destacar que durante los 4 años de Carcano, la Juve solo perdió 12 partidos, y estamos hablando de un periodo de cuatro temporadas.
    Respecto a Borel II, marcó en su 1a temporada 29 goles en 28 partidos y a día de hoy es el 6o goleador histórico de la Juve.
    El asunto de la homosexualidad de Carcano es más complejo aún porque en aquel momento tenía 20 años y era menor de edad por lo que yo he leído acusaciones de pederastia.

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  • Luther Blissett 3 junio, 2017

    Un segundo aporte sobre su personalidad ya desarrollada en esta época, Gazzetta dello Sport el 4 de junio de 1935 (celebración del 5o Scudetto consecutivo):
    " Una vez más el elogio de la disciplina y la voluntad. Una vez más el reconocimiento de que, la Juventus, hablando poco y en voz baja, como es costumbre en las buenas familias no perdió porque no se disperso. Para este club las victorias son números que poner en fila y sumar, no temas de conversación. Es un equipo, un club, por tanto cuando gana celebra y cuando pierde reflexiona. Otros deliran cuando vence y se doblan cuando pierden. Para la Juventus el oficio significa esto: el futuro de una victoria puede ser una derrota, pero el mañana de una derrota puede llamarse venganza…Pero la Juventus ha hecho algo diferente. Ha dicho que los partidos se pueden ganar o perder en el terreno de juego al albur de la ley variable que preside los juegos de pelota (…) Pero también ha dicho que los campeones se ganan y pierden, esencialmente en la sede social. Las victorias deportivas no son solo hechos técnicos o estéticos. Son hechos morales. Desde este punto de vista la Juventus hace bien en sentar cátedra. Ante sí misma, ante los rivales o ante el deporte nacional"

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  • Chemaerrebravo 3 junio, 2017

    Ese testimonio de la Gazzetta que ha aportado Luther y que por lo que fuera tenía por ahí traspapelado en la madrugada, resume a la perfección como se definió la Juve: disciplina, victorias y rectitud -al menos hasta que llegase Moggi 😀 –

    Muy explicativo los datos estadísticos, son los propios de un dominio tiránico, comparable a Milan de Capello o al Inter de Mancini. Una absoluta barbaridad en una época en la que hubo mucha competencia en Italia. Por no convertir el texto en una enciclopedia agónica no se trata esto, pero la Juventus de Carcano se enfrentó a dos huesos brutales: la Ambrosiana-Inter de Meazza, Allemande o Dimaria y al célebre Bolonia que haría 'temblar al mundo', liderada por el mítico Arpad Weisz y Schiavo. Este Bolonia era el némesis estilístico de la Juve, un equipo de semilla danubiana. Si la Juve ya representaba una incipiente escuela italiana, el Bolonia quedó como abanderado en la época de las corrientes austriacas y húngaras.

    Un abrazo a tutti

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  • Luther Blissett 3 junio, 2017

    La comparación Juve-Bolonia es bastante interesante. Mientras la Juve a quedado como paradigma del fútbol"a la italiana" el Bolonia tenía raíces danubianas pero no es sólo eso. El Bolonia tenía vínculos con el fascismo muy fuertes pues su presidente, Leandro Arpinati, era íntimo amigo de Mussolini y vicesecretario del Partido Fascista. La primera liga del Bolonia está plagada de escándalos, sobre todo en la final del Grupo Norte, contra el Genoa. En el primer partido de desempate, el Genoa va ganando 2-0 cuando en un córner a favor del Bolonia, el balón va fuera pero la multitud Salta al campo reclamando que había sido gol. El árbitro, asustado lo concede, aunque asegura a los ligures que ha suspendido el partido y que siguen para evitar desgracias. Al final el Bolonia empata y la federación da por bueno el resultado. En el siguiente partido de desempate terminaría igual pero será bautizado como "el partido de las pistolas" pq los aficionados boloñeses dispararan a los ligures desde los trenes causando muertos. Al final el Bolonia ganaría el Scudetto ese año (como haría en 1936,37,39,41 sucediendo a la Juve como potencia hegemónica). Esta polémica estará ajena de cualquier victoria bianconeri.
    Otro punto que diferencia a los dos equipos es su trayectoria en Europa. Mientras la Juve llega a 4 semifinales consecutivas de la Copa Mitropa pero no accede nunca a la final. El Bolonia gana las ediciones de 1932 y 34 y además es el primer equipo italiano en derrotar a un combinado inglés (Chelsea) en el Torneo de la Exposición Universal de París (1937) y sería conocido como " lo squadrone che tremare il mondo fa" (la escuadra que hace el mundo temblar).

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  • Arroyo 3 junio, 2017

    Bravo, Chema. Boquiabierto con el texto y con la historia.

    Lo de 429-149 de goles anotados y encajados… es alucinante. Qué barbaridad.

    Me ha encantado el extracto de la Gazzetta que ha compartido Luther.

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  • Dante 3 junio, 2017

    @Luther Blissett: el título de 1925 es el más polémico de la historia del calcio italiano, literalmente arrebatado en mesa al Genoa. En mesa fue también el título de la Mitropa de 1932, debido a que el Bologna era finalista y los semifinalistas (Juve-Slavia Praga) fueron descalificados por el comité organizador… En ese tiempo, a nivel de clubes y selección la cima era ocupada por los austríacos y checoslovacos, frente a ellos el calcio era de nivel inferior…

    @MigQuintana: Porque ningún Agnelli asumió la dirección de la Juventus hasta 1947, el club -que fue antifascista a diferencia de la mayoría del calcio, comenzando por los milaneses- fue intervenido por el PNF y la Juve había perdido muchas de sus propiedades luego de la segunda guerra mundial, consecuencia también de la crisis de la CISITALIA, que era la propietaria durante la resistencia italiana.

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