Los centrales del Real Madrid arrastraron durante años la dificultad de jugar en un equipo indefinido. Según el entrenador que se sentase en el banquillo, la manera de defender era una u otra (agresiva o especulativa, más abajo o más arriba, con mayor o menor arropo), lo que hacía que incluso los propios elegidos fueran de naturalezas diferentes y, a veces, incluso incompatibles. En dicho terremoto, sólo sobrevivieron fenómenos históricos como Manolo Sanchís y Fernando Hierro, cuyos declives dejaron al descubierto el enorme problema que había. Cracks como Walter Samuel o promesas tan dotadas como Iván Campo -quien hoy día sería considerado un futbolista de culto- hincaron la rodilla por este camino. Y entonces, Pedja Mijatovic, el héroe de La Séptima, tuvo la visión de fichar a un joven brasileño del FC Porto en una operación millonaria que, en aquel verano de 2007, pocos entendieron. Su nombre, Pepe.
Antes de Pepe, casi ninguna pareja de centrales TOP tenía un representante especialmente rápido.
El impacto de Pepe fue imponente desde el día 1. La eficacia de zagueros como Iván Ramiro Córdoba, Lucio o, en especial, Carles Puyol había comenzado a insinuar que el factor velocidad podía ser clave para un central, pero no hay más que ver el perfil de las principales duplas europeas de aquel tiempo para chequear que no era algo que estuviera estandarizado: Terry y Carvalho, Nesta y el viejo Maldini, Ferdinand y Vidic, Skrtel y Agger o Cannavaro y el último gran Thuram tendían a recular y multiplicar su rendimiento en espacios reducidos, con la mayor saturación de hombres posible. Y fue en ese presente en el que surgió el fenómeno brasileño; un marcador que crecía a medida que se alejaba de su portería, un zaguero para quien el espacio entre su arco y él significaba una ventaja, pues si fallaba, el tiempo que debía invertir el punta en llegar al gol eran los segundos que él empleaba para regresar a la jugada, lo que unido a su impresionante técnica defensiva individual, le convertían en una especie de seguro de vida. El shock que supusieron sus exhibiciones en el Real Madrid hizo que se empezara a contemplar la velocidad de un central como una virtud estratégica capaz de condicionar a favor un sistema de juego.
Es más, puede esgrimirse que Pepe se inventó, sobre la marcha, también a sí mismo. El hecho de que no fue formado para ser quien ha sido queda registrado en la charla que mantuvo con Fabio Cannavaro en la previa de la Final de la Champions de 2015. En esta, el brasileño tiró de nostalgia recordando sus tiempos al lado del italiano en su primera campaña como merengue, y espetó que siempre lo miraba y le decía: «Fabio, estamos tú y yo solos», aludiendo a la soledad y sobreexposición que, luego, demostró saber administrar.
Pepe y el proceso que él desencadenó quedaron legitimados ante la prueba más exigente: Leo Messi.
La consagración del proceso se produjo durante la batalla entre José Mourinho y Leo Messi, cuando el técnico luso pasó a Sergio Ramos del lateral al central para conformar pareja con Pepe y desarrolló un achique hacia arriba que redujo muchísimo el campo de acción del FC Barcelona de Pep Guardiola y, por ende, el del «10» argentino. El fútbol, sobre todo en España, ya había tomado consciencia del excepcional nivel de los azulgranas, y que Pepe y Ramos, adelantando la línea del fuera del juego contra un equipo que promediaba más de un 65% de posesión, hubiesen igualado tanto las fuerzas fue la constatación de aquella nueva manera de defender no sólo generaba ventajas en el día a día, sino también en los duelos de máxima exigencia. Con la llegada de las Copas de Europa de 2014, 2016 y 2017, el modelo se vistió con galas de campeón y quedó completamente interiorizado no ya por el madridismo, sino también por un continente que, durante el dominio de Pepe, había incorporado a sus mejores zagas a hombres como Mascherano, Marquinhos, David Luiz, Javi Martínez o Kompany (más intentos como Cáceres, Mathieu, Bartra, Bailly, Zouma, Alaba, Rami, Sakho, Gabriel y tantísimos otros).
Los últimos fichajes y los últimos grandes centrales canteranos del Madrid destacan por su rapidez.
Si en Europa su huella ha condicionado la evolución táctica, en el Madrid su legado parece implantado e inmutable. Los cuatro centrales que formarán parte de la primera plantilla de Zidane la temporada que viene -Sergio Ramos, Raphael Varane, Nacho Fernández y Jesús Vallejo– sobresalen por su capacidad para vivir lejos de su portero, para saltar a las coberturas en banda y para, en líneas generales, aguantar los duelos individuales en campo abierto como haría un lateral. Y esto, valorando que las dos últimas parejas de un Madrid campeón fueron Helguera y Cannavaro o Hierro y Pavón, es algo a destacar. Pepe es uno de los futbolistas más influyentes de la modernidad. Con él, ha habido un antes y un después.
Foto: JAVIER SORIANO/AFP/Getty Images
plaentxi 22 junio, 2017
Brutal artículo. Enhorabuena