Los proyectos deportivos de Johan Cruyff, Louis Van Gaal, Frank Rijkaard y Pep Guardiola en el Camp Nou se cimentaron sobre un modelo de juego muy táctico (el juego de posición) en el que 10 de sus 11 futbolistas tenían predefinidos todos los movimientos que podían y debían trazar sobre el campo. Esa sensación de que «se jugaba de memoria» no hacía más que responder al estricto hecho de que, en efecto, se jugaba de memoria. El Barça estaba dibujado en una pizarra; se podía hacer un story-board de su fútbol porque consistía justo en eso: once hombres dotadísimos al servicio de una secuencia pre-programada. El único coste, que los cracks que requerían libertad de acción en el campo, aquellos que necesitaban aparecer donde quisieran cuando quisiesen o que, simplemente, no pudiesen convivir con la obligación de estarse quieto en algún sitio sin poder acercarse a la pelota, no eran aptos para el FC Barcelona. Cruyff, Rijkaard y Guardiola, en un acto de flexibilidad y talento que por ejemplo Van Gaal no supo imitar, lograron compaginar estas reglas con dar libertad a una pieza (sólo una: Laudrup/Romario, Ronaldinho y Messi), siempre pendientes de que el resto de compañeros cumpliera a rajatabla el guion. Pero de repente, el Barça de Messi fichó a Neymar. Y un año después, a Luis Suárez. Ahí giró la historia.
En 2010, el Barça de Guardiola jugó mejor con Bojan que con Ibrahimovic. «Lucho» se salió de eso.
Luis Enrique recibió una plantilla cuyos hombres más determinantes, los miembros de la luego famosa MSN, manejaban rutinas discordantes con la cultura táctica del Barcelona: los tres necesitaban libertad total de movimientos para poder alcanzar el pico de su potencial; en los casos del «10» y el «11» por su hambre de balón -quieren bajar a recogerlo- y en el del «9», porque en su impacto sobre los espacios radica gran parte de la esencia de su calidad. Así pues, Luis Enrique estaba forzado a elegir entre dos alternativas que no eran ni completamente malas ni completamente buenas: o mantenía el juego de posición a costa de no explotar el talento de Neymar y Suárez, o explotaba a Neymar y Suárez a costa de alejarse de lo que había sido el Barça que se había destacado como referente. Optó por lo segundo.
A raíz de aquello, el Barça se convirtió en un equipo como casi todos los demás con una particularidad: era mejor. Los delanteros a los que se había entregado eran insuperables, la sabiduría de Alves e Iniesta se las apañaba para compensar el juego ofensivo y la determinación de Piqué en el área defensiva le dotaba de una protección especial. Uniendo eso al carisma ganador de piezas bañadas en títulos como Busquets o Mascherano y al conocimiento del juego anterior al que se acudía para diseñar recursos como el pase de Messi desde la derecha a la ruptura de Jordi Alba en la izquierda que ayudaban a equilibrar el sistema -que hubiese una acción recurrente e imparable ordenaba mucho las cosas-, el proyecto de la MSN, administrado por Luis Enrique, compitió como cualquiera de los más potentes de la vida del FC Barcelona.
Las bajas de Alves e Iniesta fueron determinantes en el deterioro de la idea de Luis Enrique.
En relación a aquella versión, el Barça ha sufrido varias pérdidas de distinta naturaleza, pues algunas son irreparables pero sobre las otras no puede emitirse un juicio aún. Entre estas segundas se situarían los niveles de Messi y Suárez, que han bajado bastante las prestaciones esgrimidas en la temporada 2015/16. Ni Messi ha cubierto el mismo espacio ni asumido la misma carga de juego -en la mayoría de los encuentros, Neymar tocaba el balón con mayor frecuencia que él- ni Suárez ha conservado ni la exuberancia física ni la -a su manera- precisión técnica que le alzó como el hombre más resolutivo del difícil sprint final que se saldó con la Liga del año pasado. No obstante, como se apunta, sería precipitado concluir que ambos jugadores no recuperarán su mejor forma. No parece una imprudencia, sin embargo, partir de la base de que Valverde no disfrutará ni de Dani Alves ni del mejor Andrés Iniesta. Es decir, el equilibrio creativo y ofensivo que Luis Enrique logró para su centro del campo no contará con, tras Leo, los dos únicos hombres que colaboraban en el mismo con carga intelectual y de talento.
Para Ernesto Valverde, la misión no se presume fácil. Apostar por la MSN sigue siendo factible porque, además, es de facto la delantera más decisiva del continente quizá incluso con cierta diferencia sobre la segunda, y adquirir una capacidad de control superior a la que ha tenido este curso el Barcelona es muy posible con fichajes y ajustes tácticos. Así, se podría ser perfectamente la referencia en un mundo normal. El problema radica en que la exigencia está un poco más alta de lo que el fútbol ha promediado, pues el campeón de Europa es uno que lleva dos seguidas y que esta temporada ha liquidado a Atlético y Juventus, los dos últimos verdugos del propio Barça, sin dar ninguna opción a que ocurriera lo contrario. Para doblegarle -algo para o que posee más recursos que cualquier otro-, el primer paso será responder a la pregunta que tuvo que contestar Luis Enrique en el verano de 2014: ¿juego de posición a costa de mermar el nivel de Suárez y Neymar, o potenciar a Suárez y Neymar a costa del juego de posición? La diferencia está expuesta: sin Alves ni Iniesta, la segunda opción, la que escogió Lucho con la que ganó cinco de sus seis primeros grandes títulos, es mucho más complicada. Pero optar por lo otro es renunciar de partida a lo que, da la sensación, es lo único que se tiene ahora. Siempre partido del hecho de que, por problemática que parezca la situación, este Barça, tal cual, se ha quedado a dos puntos en Liga de quien le coló cuatro goles a la Vecchia Signora hace unos días en el Nacional de Cardiff.
Foto: David Ramos/Getty Images
Nacho Blanco 7 junio, 2017
Decía Pep en Munich algo así como que quería que su equipo fuese "un equipo de Guardiola hasta cruzar la línea de mediocampo, y que fuesen todo lo alemanes que quisiesen después". Algo que consiguió finalmente en su tercera temporada, con aquellos maravillosos 45' vs Atleti como cima.
Creo que por ahí puede ir la solución que encuentre Valverde: que el Barça practique juego de posición desde la salida de balón (tan olvidada este último año), que genere ventajas a través de ella como hacía antes y que les lleve la pelota zona de 3/4 a los monstruos. Y una vez ahí, zafarrancho. Claro que decirlo es muy fácil y queda muy bonito ^^, pero conseguirlo… conseguirlo suena a misión muy complicada.