
El juego a balón parado es un tiempo sostenido. Un partido dentro de otro que es mayor aunque no siempre más decisivo. Puede transcurrir de forma independiente al marco general, e incluso ser capaz de pesar más que éste a la hora de señalar vencedores. Una suerte que elige y designa campeones. Bien lo saben Atlético y Real Madrid, dos de los equipos que recientemente más han dominado en el área rival cuando el esférico la ha sobrevolado desde el banderín de córner. Ambos, en algún momento, han visto en la estrategia el refugio de la victoria, la certeza a la vuelta de la esquina por la que no era preciso arriesgar más de lo debido. Los de Simeone la canjearon hace apenas unos años por una Liga y por la oportunidad de centrar esfuerzos en área propia sin que la contraria se alejara, y los de Zidane, hoy dueños del secreto, unas veces por la prudencia del control y otras por la desfermada sacudida del triunfo sobre la bocina.
Competición donde los detalles son desgarros, la Copa de Europa más que ninguna ensalza en su particular museo a quienes mejor han domado este arte, con álbumes enteros llenos de instantáneas de aquellos que vieron cruzar el cielo al balón que los llevaría a la gloria. En este sentido, no hay actualmente equipo en el continente que saque más provecho del balón parado que el Real Madrid, hasta el punto de convertirlo en uno de sus principales avales competitivos y haberle otorgado a la cabeza de Sergio Ramos un impacto equivalente al de los pies de algunos de los mejores delanteros que desfilan por la competición. Como aquel Atlético de Madrid de 2014 que pese a invertir poco en ello siempre tuvo la posibilidad del gol a la distancia exacta de un centro, hoy son los madridistas los que libran sus duelos con una bala extra en la recamara. Y de las que más hieren.
Hay pocos argumentos ofensivos con más peso que el juego a balón parado del Real Madrid de Zidane.
El punto de partida de la aplastante fortaleza del Real Madrid a balón parado es la conjunción en su plantilla de un ramillete de excepción en lo que se refiere a lanzadores y rematadores. La quirúrgica precisión de Toni Kroos en el golpeo, la zurda de James Rodríguez cuando está en el campo, y Modric, Isco o Asensio como lujosas opciones secundarias, componen una batería capaz de restarle incertidumbre al saque. El esférico llegará allá donde se le espera y de la mejor forma posible. Al otro lado del puente, si excepcional es la nómina blanca de lanzadores, no lo es menos la de potenciales destinatarios del centro. Por norma, el Real Madrid acumula hasta cinco de ellos en zona de remate (Foto de abajo a la derecha), una cifra que en momentos de necesidad y apuro este curso ha llegado a incrementarse en hasta dos efectivos más. Lo habitual, no obstante, es que junto a la pareja de centrales aguarden Cristiano Ronaldo, el delantero centro blanco y un quinto elemento que queda a expensas del ocupante del extremo derecho blanco. Si éste recae en Gareth Bale o Lucas Vázquez son ellos los encargados de completar el elenco, pero si en su lugar forman Isco o Asensio lo más común es que sea Casemiro el quinto madridista en el interior del área. Hasta tal punto llegan los recursos de Zidane librando esta causa, pues, que no son pocas las veces en las que el técnico puede permitirse el lujo de priorizar a otros cinco nombres antes que el brasileño de cara a la victoria aérea sobre la meta rival.
Instantes antes de que el balón emprenda su trayecto desde el córner, la colocación más habitual de este repoker blanco de amenazas suele situarlos lejos de la que finalmente será su zona de destino, a menudo próximos, cuando no pisando, los límites del área grande y sensiblemente orientados hacia el segundo palo (Foto de arriba a la izquierda). Se trata de una medida que, en primer lugar, alarga la pista de despegue para los cazas madridistas, y que seguidamente da pie a un desarrollo de movimientos largos y direcciones cambiantes en el que para al adversario resulta más complejo mantener las marcas. Mientras el rematador, con el balón como único objetivo, disfruta de metros para volar hasta llegar a él, su marcador, teniendo que repartir atenciones entre el esférico y su par, se topa ante sí con un laberinto. Así lo dispone Zidane y su cuerpo técnico, acompañando al imponente arsenal rematador que tiene a su disposición de un cuidado diseño de arrastres y bloqueos orientado a despejar la zona al futbolista sobre quien el pie de Toni Kroos ha fijado su objetivo.
La pizarra del Madrid, trufada de arrastres y bloqueos, es clave para que Ramos pueda rematar solo.
Aunque puntualmente la estrategia madridista se haya podido refugiar en la batalla directa entre atacante y defensor, con uno de los dos tantos de Ramos en Nápoles como ejemplo de esto, lo más habitual es que, como si entrara en boxes, alrededor del rematador a potenciar se sucedan una serie de movimientos y acciones pensadas para reforzar desde la pizarra sus poderosísimas virtudes individuales. Desde un mecanismo de mayor simplicidad como la prolongación al primer palo (Foto) para encontrar liberado a un compañero en el segundo palo (Foto derecha), a una sucesión de arrastres y pantallas que alejen estorbos.
Con tal de aclarar la zona, pues, es común que el juego a balón parado del Real Madrid se resuelva en dos oleadas. Una primera de preparación y una segunda que propiamente corresponde a la ejecución. Partiendo el grupo de rematadores de una posición ligeramente retrasada, los desmarques para llevarse rivales de la zona donde aterrizará el balón suele dirigirse hacia el primer palo, con Cristiano Ronaldo como principal y amenazador reclamo (Secuencia). La medida, además de arrastrar a buena parte de la zaga rival lejos de donde se buscará el remate, logra una segunda ventaja, y es que tratando el adversario se anticipar el imaginado centro corto, si adelanta a un futbolista del Madrid, el hombre rebasado ejercerá de pantalla para mantenerlo desconectado de la acción si intenta volver sobre sus pasos para incorporarse a la zona caliente. El desmarque lanza el señuelo, y una vez el adversario cae en la trampa, ya no puede volver atrás.
Además del primer palo, la otra gran parcela atacada por este juego de arrastres es el punto de penalti, con futbolistas que entran en la zona para, a continuación, abandonarla llevándose a su par con ellos y abriendo de par en par la puerta al rematador que llega en la segunda oleada. Lucas Vázquez o Nacho cuando están sobre el campo, o Karim Benzema, acostumbran a ser los hombres que más frecuentemente ejercen este papel pendulante alrededor del punto marcado en rojo en el mapa merengue (Foto). Lucas, de hecho, pese a su inferior estatura y limitado poder de intimidación en lo que al juego aéreo se refiere, resulta uno de los hombres más lucrativos de Zidane a balón parado por su contribución a la hora de acomodar el trampolín para Ramos, Cristiano, Varane y compañía. Unido a estos movimientos de despiste, su otro gran papel en la estratégia del Madrid tiene que ver con los bloqueos, en lo que representa la cuarta pata del éxito merengue en el balón parado junto al nivel de los lanzadores y los rematadores, y a su gestión de los espacios donde se producirá el remate.
Lanzadores, rematadores y el trabajo sobre el espacio y el rival, los ingredientes clave de la receta blanca.
Con tal de minimizar la respuesta del oponente, pues, el conjunto merengue levanta una serie de diques que impidan al contrario alcanzar la zona hacia donde se dirigirá el servicio. Después de limpiar el terreno, lo vallan, desconectando así las principales fortalezas individuales con las que el adversario podría presentar batalla, tal y como sucedió en el Camp Nou con Ronaldo estirando el espacio para Ramos y Lucas bloqueando la posición de Piqué (Foto de arriba a la izquierda). También Benzema (Foto de arriba a la derecha) y puntualmente Pepe, Nacho, Cristiano o Varane han desempeñado en ocasiones un papel equivalente levantando la barrera que mantenga impoluto al rematador blanco. Un lanzador preciso, una primera ola que se lleve al rival, un dique que no lo deje volver y, al final de la cadena, un remate que vale como un disparo a bocajarro (Secuencia). Un penalti con la cabeza.
Foto: Denis Doyle/Getty Images
HenryHM 2 mayo, 2017
Sabía que llegado el momento sabríais tratar esto genial también. No dais un paso en falso y qué poco se valora eso con lo difícil que es.