Aunque recibir a Osasuna en el Camp Nou fuese el reto menos complejo de los que tenía por delante el Fútbol Club Barcelona, Luis Enrique sí pareció asumir que su equipo iba a necesitar cuestiones bastante particulares en este duelo. Por un lado estaba el cansancio físico que acumula su once titular, por el otro la fatiga emocional que supone abordar sus dos partidos más importantes del año en tres días y, por último, la necesidad de potenciar las sensaciones positivas nacidas en una victoria como la del Santiago Bernabéu.
En base a esto se entiende que Messi no descansara, pero también se comprende que todo el planteamiento del entrenador asturiano pretendiese desgastarle lo menos posible. La vuelta al 3-4-3 para facilitar los primeros pases, el vuelo que demostraban tener los dos interiores (Denis e Ivan Rakitic) para liberar el centro el campo, los movimientos de Paco Alcácer para empujar a la defensa… Aunque nada tan significativo en el planteamiento de ayer como la labor de los dos particulares carrileros. Ellos actuaron por y para Leo Messi.
Arda y André tuvieron una función muy definida: encontrarle.
André Gomes y Arda Turan fueron los elegidos para ocupar dicha posición anoche. Esto, teniendo en cuenta que Osasuna plantaba un bloque medio que regalaba los carriles, se podría haber entendido como una manera de buscar el desequilibrio exterior, ganando pico de área y metiendo a la defensa rojilla muy atrás. Pero la intención era otra. Ni el turco ni el portugués atacaban el espacio que tenían por delante, ni con balón ni sin él, pues su labor ayer era la de encontrar una y otra vez a Messi. El proceso era sencillo: se abrían, atraían, fijaban y soltaban. Con los interiores haciéndole espacio y Sergio Busquets protegiendo su retaguardia, el pase horizontal de Arda Turan o André era tan sencillo como eficaz. Leo siempre recibía sólo y con mucho movimiento por delante, lo que le permitía dañar sin necesidad apenas de sprintar. A los sesenta minutos, por si había dudas, se marchó. El trabajo estaba hecho. Había marcado dos goles, sumado tres puntos y prolongado esta sensación de que el Madrid sólo se va a poder permitir un empate.
En definitiva, el partido salió a pedir de boca de un Luis Enrique que desde que es entrenador del Barcelona no ha parado de demostrar lo evidente: conoce como nadie los ritmos y los sentimientos del club. El planteamiento táctico de ayer, la función de Leo, la entrada de Aleñá por el argentino o el gol de Masche -obra de Piqué- tenían como objetivo prioritario el de reforzar una mente que hace tan solo una semana corría el lógico peligro de apretar el interruptor del off.
Foto: LLUIS GENE/AFP/Getty Images
dribleador 27 abril, 2017
Disfruté mucho del equipo ya con Messi afuera. Ver goles sin el en la cancha es disfrutar del juego en ataque de sus compañeros