El objetivo dejó de esconderse hace tiempo, cuando los jugadores del Atlético de Madrid se fijaron en el hueco que aún queda en sus vitrinas y dijeron sin titubeos que iban a por la Copa de Europa. Para lograrlo, su entrenador tendría que aceptar ese cambio de discurso sin que por el camino nada cambiase, pues querer puede convertir las ganas en confusión, algo que ha quedado constatado por momentos en su enfrentamiento ante el Leicester City. Que nada cambiase no era otra cosa que sentir y competir con un punto de sufrimiento presente en cada partido de la Champions, como si la exigencia y la superación sean el motor indispensable que haga avanzar. En la eliminatoria ante el campeón inglés, el Atlético clasificó a su tercera semifinal en cuatro años sufriendo atrás como si enfrentara al mejor de los mejores.
En el King Power Stadium, el vigente finalista de la UEFA Champions League se preparó para sufrir. O lo que es diferente, se preparó necesitado para que eso pasase, reconociendo que la dificultad es lo que pone en valor el triunfo, aleja toda superioridad, desvía cualquier síntoma de relajación y conecta a sus jugadores con lo que siempre ha sido la esencia. Para Simeone y su Atlético no ha sido fácil gestionar la diferencia entre equipos, que es algo más grande que lo que ha dicho el resultado y lo ofrecido por juego. Ha sido visible, en los 180 minutos, cómo los rojiblancos han perdido cierta naturalidad cuando no han tenido que afrontar una gran adversidad. En los primeros 20 minutos del encuentro de vuelta, el Atlético parecía no saber lo que quería; lo que necesitaba.
Saúl fue de nuevo un puntal ofensivo desde la banda derecha
El técnico argentino, de alguna forma, acercó esta reflexión alineando a José María Giménez como mediocentro, cuya naturaleza futbolística deriva en un tipo de competitividad concreto que termina significando lo que sucedió en la segunda mitad. Con el uruguayo en el eje, y Carrasco en punta, los colchoneros entraron al campo dudosos. De un lado, Griezmann quería sumar pases para juntar a su equipo arriba; del otro, el Atleti quería juntarse atrás y ver cómo atacaba el Leicester. Cuando el francés tiraba algo más de la cuerda, la idea no tenía intención real de atacar, lo que provocaba pérdidas de mala calidad y una defensa de su propio campo sin la predisposición de llevarla a cabo de manera firme y uniforme. El partido, y el Atleti, necesitaba una correlación de fuerzas definida, que uno de los dos dejara de tantear para comenzar a lanzar manos sobre el ring y desde ahí echar a andar, a correr o a replegar.
Los espacios aparecieron para los foxes incluso sin haberse tomado tiempo para crearlos. Las líneas rojiblancas eran frágiles por dichas dudas y sólo las propias que tiene el Leicester cuando tiene la pelota, pues carece de gran calidad para formar jugadas, impidieron que Oblak trabajara desde bien temprano. Esa diferencia de calidad quedó demostrada en cada toque de Griezmann, por momentos muy superior a todo lo que los británicos podían ofrecer a nivel defensivo. Antoine, conduciendo o tocando, jugaba su propio partido, que se descifró cuando Saúl Ñíguez cabeceó de manera finísima un envío de Filipe Luis. Una vez más, el canterano marcó la diferencia como llegador desde el costado derecho, punto de partida que le ha visto condicionar cada eliminatoria que ha jugado como titular, una tras otra.
Esto articuló un nuevo partido, y ahí el Atleti comenzó a encontrarse con soltura hasta el gol del Leicester. Antes de que eso pasara, los de Simeone mezclaron positivas fases con balón con momentos de repliegue, y en ambos mostró haberse quitado la tensión por decidir qué hacer. Por su parte, Shakespeare lo intentaba a través de Mahrez, más presente y dañino. El argelino fue esta vez el hombre más capacitado para colar el toque diferente hacia Vardy, el de calidad. No tuvo traducción en el marcador pero quedaba mucho partido y el primer arreón de los locales puso en alerta a los madrileños, un momento que, pasado el mal trago y cerrado el pase, hizo sonreir a su técnico.
Giménez lo despejó absolutamente todo lo que le llegó
Como ocurrió en la ida, Shakespeare pasó al frente y cambió las cosas. Si en el Calderón reformuló su dibujo en defensa para ‘guardar’ el resultado, esta vez pasó a defensa de tres, abrió a dos hombres por fuera, con Chilwell en modo estelar, y comenzó a bombardear con centros laterales el área de Oblak, Godín, Savic.. y Giménez. El éxito fue compartido, porque el Leicester tiró hasta 22 veces, empató el encuentro, tuvo otras dos muy claras y dejó al Atlético sin contragolpe ni sentencia. Una galopada impresionante de Griezmann avisaba de lo que podría pasar primero, pero ahí se quedó todo. Para el Atlético fue como reforzar la identidad que ha forjado su extrema competitividad, la que enfrentó un interrogante allá por octubre.
El desenlace, en forma y fondo, dejó a Giménez con estadísticas de héroe, sumando 12 duelos aéreos ganados (100%), seis ‘tackles’ con éxito (86%), siete intercepciones (100%) y 16 despejes. El uruguayo dijo así que lo necesitaban, y eso, en modo alguno, tranquilizó a los suyos. Para Simeone fue un pequeño alivio que José María fuese el protagonista de la segunda parte, pues confirma que el Atlético sigue queriendo ganar la Champions más que nadie, pero sabiendo que el camino por el que debe hacerlo es el de la dificultad, el de sentir que todo le cuesta más que a los demás.
Foto:BEN STANSALL/AFP/Getty Images
VardyDePegaso 19 abril, 2017
Como fanático del Aleti, dirimí ver este encuentro en detrimento del más "llamativo".
El partido de Giménez me pareció muy eficiente, (me encantaría verlo en una defensa de tres en Uruguay con Godín y Lemos) y, en líneas generales, pienso que Hernández por la banda fue el jugador que más padeció a los rivales. Resulta curioso, y casi inédito que en un partido de Champions de este tenor, los mejores momentos de ambos equipos los alcanzaran verticalizando por las bandas. ¿Es aventurado decir que el Aleti si lograse vencer al Madrid en Cuartos sería casi invencible? Es el escollo que debe rebasar. La verdad, quisiera cruzarlos ya. Con Antoine siendo Antoine y Godín siendo Godín y que al menos Ronaldo no sea Ronaldo o Ramos no sea Ramos, se les puede vencer bien.