A finales del siglo XX y principios del XXI, daba la impresión de que ganaba la Copa de Europa todos los años. En los pares se la llevaba a casa y en los impares, la dejaba prestada para mayor sorpresa. Lo llamativo del asunto radicaba en que, hasta el fichaje de Luis Figo, no se pudo decir que fuese el mejor equipo del mundo, pero nadie se acercaba ni de manera remota a su rendimiento después del himno. Los sabios declaraban que Raúl había recuperado el antiguo espíritu de Di Stefano. Ha pasado poco de aquello, y en verdad es una suerte, pues no hace falta haber vivido tanto para poder afirmar, ahora, que Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo han rescatado el espíritu de Raúl. El Real Madrid de Zinedine Zidane es el Real Madrid de toda la vida. El primer, puro y gran amor de la competición lírica, la Champions League.
Ayer, visitaba tierra inhóspita. La Champions nunca ha sido compañía más difícil que cuando el Madrid la ha llevado por Múnich. Pero ya son muchos años juntos. La conoce. No perdió la calma en ningún instante. Sabe cómo funcionan estos partidos en los que no existen ni equipos ni estrellas imposibles; el timón del encuentro va alternando su capitán y tan solo se trata de mantenerse en pie en esos instantes en los que le toque atacar al Bayern. De lo otro, de castigar cuando ataque él, ya se encarga Cristiano. Es relativamente fácil. Si se mantiene fiel a ese esquema de vida, apenas la suerte podrá alejarle de la victoria, y la Champions, con el Madrid, suele ser generosa. Quizá Dani Carvajal, que creció gozándolo, se lo contase a sus compañeros cuando regresó de Leverkusen. O igual le pillaron de improviso un día en el que él creyó que se había quedado solo. Da la sensación de que, en cada uno de esos momentos íntimos, el canterano que puso la primera piedra se lo repite a sí mismo en voz alta, una y otra vez, como si estuviera poseído. Si no, no se entiende tanta grandeza. Todos le acabarán odiando como ya le odia Ribéry.
El trabajo de Casemiro, Modric y Kroos sobre la segunda jugada del Bayern fue una gran clave táctica.
Entrando en materia táctica, cabe separar y distinguir las fases de dominio del Bayern de las fases de control del Real. Las primeras, un poco más frecuentes durante el primer periodo, se caracterizaron por la sensación de profundidad. El triángulo de veteranos conformado por el mediocentro Xabi Alonso y los extremos Robben y Ribéry estaba en permanente contacto y daba metros a su equipo. Los merengues se defendían con suficiencia, no sufrían peligro en juego, pero los bávaros estaban logrando aquello que, en estas noches de historia, logran siempre: que el cántaro vaya muchas veces a la fuente. Es imposible, y sería poco riguroso, ignorar el impacto de la baja de Lewandowski. El killer polaco, un delantero de contacto que mina físicamente a los centrales del oponente acción tras acción, se crece en dichas circunstancias, pone mirada que asusta y parece Vlad el Empalador. Thomas Müller, falto de ritmo y confianza, fue un muñeco en manos de la mente de Ramos y las piernas de Nacho. Ambos internacionales españoles construyeron esta ventaja que se contrastó como estratégica. Apenas Arturo Vidal, en su versión Rey, logró inquietar con dos cabezazos de fuerza salvaje. ¿Que por qué el Bayern no sacó más rédito de sus ofensivas? Aparte de por Müller, porque no hubo dos ofensivas seguidas. La segunda jugada, quizá debido a que Alonso se quedaba muy abajo, también porque Thiago Alcántara no cazó ninguna, siempre caía en botas del Madrid, y sin el efecto desorden que provoca un rechazo perdido, la defensa blanca no se deshacía. Luego, claro, queda la sobreexcitación de Vidal; clave para pasar por dos pese a ser solo uno, pero problemática para meter entre palos un lanzamiento de penalti.
Cuando le tocaba tener el balón, el Madrid conseguía mucho control, pero no creaba apenas peligro.
La iniciativa del Real respondía a una naturaleza diferente. La suya se erigió sobre la columna vertebral compuesta por Sergio Ramos, Toni Kroos y Karim Benzema. Qué tres futbolistas. No sólo son de una calidad extraordinaria; su gran secreto reside en que su tipo de calidad se adapta como un guante a las necesidades de la Champions moderna. El central, por encima del partido durante cada segundo del mismo, filtraba el primer pase sin nervios ni fallo; el interior, que mejora una posesión de balón tanto o más que el mejor sistema que hoy haya, hacía que cada destinatario de sus toques tuviera espacio para correr -el Bayern defendía bastante peor que el Real-; en cuanto al fenómeno francés… qué escribir. Karim es un perfume envenenado que no puedes dejar de oler aunque te ahogue tras cada inspiración; su juego entre líneas y haciendo la superioridad numérica en banda con Marcelo o Carvajal dotaba a los blancos de un control que, en realidad, hacía presagiar un buen resultado para ellos: cuando el Bayern atacaba, podía atacar el Bayern y el Madrid. Y cuando lo hacía el Real, sólo el Real. Sus posesiones, menos frecuentes, estaban tan bien administradas que no había posibilidad de contra por rápido, chisposo y superior a su par, Marcelo, que se estuviera mostrando Robben -a propósito, enormes Ramos y Casemiro en la ayuda-. En cualquier caso, tampoco el campeón conseguía crear ocasiones en juego. Le faltaba una pizca de magia mortal; que se enchufase el precipitado Marcelo, o el intenso pero desafinado Modric, o el apagado Bale o el máximo goleador de la historia del torneo, Cristiano Ronaldo.
Cristiano Ronaldo, cayendo a izquierda y derecha indistintamente, dotó de verdadero veneno al ataque.
Fue Cristiano quien dijo que quería. El Madrid encontró el resquicio que llevaba al triunfo en cuanto el portugués secundó los movimientos diagonales de Benzema. Si durante el primer tiempo Carvajal y Marcelo habían estado algo desasistidos, durante el segundo siempre contaron con la ayuda de uno de los dos puntas. Dicha variante, de gran eficacia e inmejorable tempo, afiló los colmillos del visitante tanto en ataque posicional como en transición. Pronto, el asunto se saldó con el gol del empate y la expulsión de Javi Martínez. Además, Zidane echó más leña al fuego: entró al campo Marco Asensio, un maestro del contragolpe, un creador de ocasión finísimo y un tipo con un carácter que le hará sobresalir en la competición de los mejores. Zinedine, que dejó en la grada a Lucas Vázquez para hacer hueco al pequeño genio balear, sabía de antemano que Marco, si no se dejaba arrugar por el escenario, era un arma de destrucción masiva potencial contra la transición ataque-defensa de los de Ancelotti. Zinedine, quizá algo ajeno a los alardes tácticos más modernistas, es más astuto que un zorro cuando la jugada estriba en determinar el quién para cada cuando. Asensio, dándole la razón, generó un contexto de 1-3.
Pero hasta los buenos se equivocan, y el entrenador del Real Madrid cometió un error que le costó 10 minutos cuyo pesar sólo podrá medirse tras los 90 del Bernabéu: quitó a Benzema para poner a James Rodríguez. En teoría, albergaba sentido; su equipo estaba viviendo sin interrupciones en la frontal del área de Neuer y el colombiano se ha mostrado como un crack sumamente resolutivo en esas zonas del campo, pero prescindir del «tú para dentro-yo para fuera» que estaban protagonizando entre el «9» y el «7» de los blancos les restó profundidad y, por tanto, peligro. Fue un alivio para el portero Manuel, que desde el principio de la noche, cuando Vidal aún no había inaugurado el marcador, estuvo marcando la diferencia con paradas para la antología. El Real Madrid, tras su enésima prueba de majestuosidad, se ha llevado para casa una renta de enorme valía. Mas no definitiva. El Bayern es uno de esos clubes que, después de un 1-2 contra Sergio Ramos, Cristiano Ronaldo y la camiseta blanca, se levanta pensando a la mañana siguiente que es posible. Lo intentará. Nos resta una noche más de esta rivalidad sin límites.
Foto: CHRISTOF STACHE/AFP/Getty Images
Fernando 13 abril, 2017
Desde mi punto de vista, creo que una de las diferencias entre la primera y la segunda parte fue que el núcleo duro del Bayern tiene 35, 34 y 33 años. Me encantó ver a Alonso, Ribery y Robben volver a dar guerra, pero el parón del descanso terminó con su energía.
En comparación a eso, el Madrid aguantó el chaparrón en la primera parte, y después se limitó a poner en juego una movilidad que el Bayern no supo rastrear. Ronaldo demostró que es un jugador muy inteligente, con movimientos más cortos que los de hace unos años, pero muy dañinos.
El Madrid supo sacar ventaja de las bajas de Hummels y de Lewandowski en ambas áreas – Muller demostró que esta temporada está lejos de su nivel, y Javi Martínez + Boateng no dieron la talla. Por otro lado, Zidane mandó un recado para el futuro, poniendo a Asensio por delante de James