A diferencia de la Copa de Europa, la mística de la Champions League nace del conocimiento. Ahora tenemos todos los partidos, todos los goles y toda la información disponible en cuestión de segundos. De Kylian Mbappé, por ejemplo, ya hemos visto mucho más de lo que en su día se había visto de Dejan Savicevic, Karl-Heinz Rummenigge o Van Basten cuando estos se proclamaron campeones por primera vez. Antes era la mente la que tenía que llenar estos vacíos, y lo hacía con lo que podía, fuera esto un recorte de periódico o la simple sonoridad del nombre. Por eso todos los jugadores parecían más altos, más fuertes. Mejores. Y como lo parecían, lo eran. Porque en la máxima competición continental la línea que separa el parecer del ser es tan sumamente fina como la que separa la victoria de la derrota.
Y esto, aunque se diga lo contrario, se sigue manteniendo. Sólo ha cambiado que donde antes había desconocimiento ahora hay sobrexposición. Para que nos hagamos una idea, antes de disputar su cuarto partido en el Camp Nou, el mismísimo Marco Verratti, un jugador que destaca por su gran personalidad, decía que el campo culé era gigantesco. «¿Más que el nuestro?», le preguntaba Meunier. «Sí, sí. Más grande. Nunca llegas al final, todo el rato tienen el balón», contestaba convencido Marco. El Camp Nou, en efecto, parece gigantesco. Mucho más que el Parque de los Príncipes. Y aunque la realidad es que ambos tienen las mismas medidas (105×68), esto no significa absolutamente nada. Lo que importa es lo que creen los jugadores, los entrenadores y los aficionados. Porque la era de la globalización no ha disipado el miedo, sino que simplemente le ha cambiado la forma. Y ahora nada asusta más que jugar en ese interminable Camp Nou ante el Fútbol Club Barcelona de Lionel Messi.
«¿Vosotros firmaríais un 5-1?». Así comenzaba la charla de Matuidi, Verratti, Draxler y Meunier pocos días antes de buscar «defender» el 4-0 del partido de ida. Por eso, como escribió Abel en la crónica posterior, lo que le sucedió al PSG pareció inevitable. El escudo del equipo parisino no pesa nada en Europa, ningún jugador del once titular ha disputado jamás una final, la media de edad era bastante baja (25’6) para lo que suele ser la Champions, el entrenador no tiene casi experiencia en el torneo… Demasiados factores para incidir todavía más en la grandeza moderna de este FC Barcelona al que hasta la fecha sólo le han podido eliminar leyendas (Mourinho, Didier Drogba, Robben y Simeone).
La Juventus está viviendo el partido de vuelta de una forma muy, pero que muy diferente.
Sin embargo, en los albores de un nuevo intento de remontada imposible, la sensación es que pase lo que pase la historia hoy será diferente. Los mensajes que llegan desde Italia, tanto de los futbolistas como del cuerpo técnico, bastan para entender quién y cómo es exactamente la «Vecchia Signora».
Nos contaba Carlo Pizzigoni en la previa del partido de ida que hicimos en #SignoraMSN cómo la final de 2015 había sido clave para reforzar la confianza del club. La Juve se había enfrentado al reto más complicado de Europa y, pese a caer derrotado, fue perfectamente consciente de que pudo salir vencedor. Tuvo su momento. Tuvo su oportunidad. Y eso fue suficiente para sentirse parte, otra vez, de la aristocracia europea. De hecho todos lo sentimos y, desde ese justo instante, somos conscientes de que más pronto que tarde el club bianconero va a estar en posición de levantar otra Copa.
Esto a su vez también ha reafirmado la personalidad de su plantilla, que ya de por sí cuenta con varios campeones del mundo y otros tantos de Europa. De ahí que los mensajes que han ido llegando desde Italia sean muy diferente a los que llegaban desde Francia. Basta con leer lo que respondía Bonucci en «El País» antes del partido en el Juventus Stadium. Si le preguntaban por Suárez no dudaba en elogiarle, pero pronto aclaraba que ellos también son «fuertes», tienen «jugadores importantes» y con «mucha experiencia internacional». Y si le preguntaban por el Camp Nou, un estadio que jamás ha pisado el central italiano, contaba lo que le había dicho Verratti (que no se ve la pelota, que el campo es muy grande…), pero volvía a salir al corte diciendo que tampoco le iba a sorprender porque conoce «de memoria cómo juegan». Es decir, que el Barça es el Barça, pero ellos son la Juventus, que no es poco.
Dani Alves es una de esas pequeñas diferencias que benefician a la Juventus.
Pero claro, no es lo mismo hablar antes de una eliminatoria igualada que hacerlo después de haberse impuesto 3-0 en el primer enfrentamiento. El vértigo es muy diferente. En la Champions League nada agarrota más que el miedo a perder lo que crees ganado, como decía recientemente Xabi Alonso. Y esto Massimiliano Allegri lo sabe de sobra. «Estamos contentos con lo que hemos hecho, pero al mismo tiempo tenemos que tener los pies en la tierra, no hemos hecho nada. El Barça será otro equipo en casa. La eliminatoria no está cerrada. Tenemos que jugar un partido más fuerte porque tenemos que marcar en el Camp Nou», decía el técnico italiano. Cierto es que este mensaje se transmite en otro contexto, en otro ambiente en el que estaban los jugadores del PSG, pero las palabras y el tono es muy diferente. En la Juventus no se duda. «Hay que ir al Camp Nou e intentar marcar», comentaba Dani Alves, uno de los grandes ganadores de la competición que, además, ha sentido de primera mano lo que significa llegar al Camp Nou y plantarse «a defender un resultado» ante Leo Messi, Andrés Iniesta o Gerard Piqué.
Porque es cierto que la vuelta de Dani Alves a Barcelona da color al partido por lo obvio, pero también marca una diferencia respecto a lo que le sucedió al PSG. Su presencia, como la ausencia de Di María en la vuelta, normaliza un contexto que para el resto no lo es, pese a que ya de por sí el previsible once juventino tiene ¡cuatro años más de experiencia! (29’55) que el que presentaba el equipo de Emery.
Esto no significa que el Barça no pueda remontar, ni mucho menos. Simplemente es un reto diferente.
Uno de los últimos jugadores en pronunciarse ha sido Giorgio Chiellini, que viene a insinuar la que va a ser la receta bianconera para acceder a semifinales. «¿Que para Luis Enrique ésta es una remontada más fácil que la del PSG? Bueno, matemáticamente es cierto, un 3-0 es un resultado más sencillo que un 4-0. Pero por lo demás… Creo que Luis Enrique, que es una persona inteligente, simplemente está tratando de motivar a sus jugadores», comentaba. «Es imposible pensar en ir a Barcelona para defender el 3-0. Somos conscientes de que vamos a tener que ir allí para tomar la delantera, tratando de marcar siempre un gol más que ellos. […] A sus delanteros hay que tratar de mantenerlos lo más lejos posible de la portería, combinando momentos de presión más arriba o más abajo para», proseguía. «No sólo depende de nosotros, pero somos conscientes de que sobre todo depende de nosotros», finalizaba.
Ya lo sabíamos, pero por si quedaba alguna duda sus jugadores se han encargado de recordarlo: la Juventus no es el PSG. Donde estuvo Trapp hoy estará Buffon, donde Marquinhos estará Bonucci y donde Thiago Silva jugará Chiellini. Si el Fútbol Club Barcelona remonta esta noche no será únicamente por todo lo que ha sido durante la última década, sino que será, sobre todo, por lo que todavía es.
Foto: GIUSEPPE CACACE/AFP/Getty Images
Zurita 19 abril, 2017
Me parece muy exacto el texto, sobre todo la frase final. Lo que necesita Barcelona es que Pique, Busquets, Iniesta y sobre todo Leo aparezcan ya no en su mejor versión , sino en su mejor versión como equipo. En Luces de Ciudad, escuché que alguien (no recuerdo quién y pido perdón) mencionaba que es fundamental que Leo anote, ya no otro jugador, sino Leo, y aunque la aparicicion de Messi siempre parece obvia al comentar, yo estoy de acuerdo con esa idea. Lo que hizo Luis Enrique o el Camp Nou para motivar al equipo vs PSG, esta vez solo lo puede lograr un gol de Lionel. A partir de ahí todo vuelve a ser posible.