Edgar Méndez

Edgar era rapidísimo. Rapidísimo. Pero esta velocidad no parecía más que un envoltorio muy llamativo de un futbolista que no estaba consiguiendo demostrar más que eso. Ni parecía poseer un desborde muy eficaz, ni sus movimientos potenciaban su rapidez ni tampoco demostraba tener un gran olfato de gol, de manera que al final su punta de velocidad quedaba reducida a que fuera el fin y no el medio de más cosas. Hasta que se cruzó con Mauricio Pellegrino. En el Deportivo Alavés, un equipo que sobrevive a partir de su repliegue y mata con su gran contragolpe, Edgar Méndez pone a su disposición su brutal arrancada para que el resto del equipo haga uso de ella. Ahora su potencia es un medio, no el fin. Y esto está cambiándole la cara a su carrera como atacante de la Liga.

Porque Edgar Méndez ahora no sólo es rapidísimo. Es verdad que ésta es la principal cualidad que el tinerfeño aporta al contragolpe vitoriano, que se entiende a partir de la inteligencia en el pase de Llorente, de las conducciones de sus dos galgos (Theo y él) y de la capacidad aérea de Deyverson, pero la cuestión va más allá. Ahora Edgar desborda, habilita a Kiko Femenía y ataca el carril central cuando ve la oportunidad, como mismamente hizo ante el Celta de Berizzo. Además, por si esto fuera poco, cuando se queda delante del portero, lo cual está sucediendo con cierta frecuencia, el ex de Almería o Granada está demostrando una sutilidad insospechada para la definición. De ahí que lleve 7 goles en 1400 minutos, es decir, ya uno más que en sus dos primeras temporadas en Primera pero en la mitad de tiempo. No hay duda: Edgar es una de las grandes sorpresas del año. Y ésta era inesperada.