Villarreal CF y FC Barcelona protagonizaron un duelo de gran escala marcado por el ritmo alto y la precisión técnica. El conjunto de Luis Enrique transmite sensaciones contradictorias porque parece tener listos para el despegue a casi todos sus futbolistas clave pero, en lo colectivo, pasa algo que no les deja activarse del mejor modo; el de Escribá, por su parte, completó uno de esos envites que parecen hechos a medida para competir contra Messi y sus 10 compañeros.
El Barça es consciente de que está en dinámica negativa y sus hombres están tratando de revertirla. De esta guisa, un monumental Andrés Iniesta comenzó ejerciendo de interior izquierdo e interior derecho al mismo tiempo y asumiendo muchísimo peso en el juego, atrayendo atenciones en la zaga y la medular amarillas que dejaban solo a Digne -muy profundo-, en equidad numérica a Neymar -muy presente- y un poco más liberado que de costumbre a Messi -que no tuvo su noche hasta el minuto 90-. La hiperactividad, inspiración y conocimiento del genio manchego hacían que la única posibilidad del Villarreal pasase por achicar agua, resistir y esperar su instante.
Luis Suárez en la derecha era un filón, pero lo explotó poco.
Durante el asedio, hubo aspectos reseñables referidos al Villarreal. Por un lado, que estrechó su esquema despejando los costados y dando absoluto margen de maniobra a los laterales Digne y Sergi Roberto. En este sentido, se echó en falta que el canterano crease más juego de centrocampista en detrimento de acciones típicas de un carrilero, pues el contexto se prestaba a ello y el Barça siempre lo agradece. También cabe resaltar el papel táctico de Trigueros sobre la línea de pase de Messi hacia el desmarque más famoso de Neymar; se podría decir que el bueno de Manu lo dejó ciego de ese envío. Y para finalizar, la compenetración y capacidad de ayuda que mostró el triángulo conformado por el pivote Bruno y los centrales Víctor Ruíz y Musacchio resultó, por momentos, casi insuperable.
Pato confirmó su excepcional momento de forma e inspiración.
Como suele suceder cuando las iniciativas futbolísticas se basan en desempeños más individuales que colectivos, el Barça fue desinflándose de manera paulatina y el Villarreal pudo empezar a exhibir las partes de su plan que aún no se habían descubierto. La raíz derivaba de una paciencia, una confianza y una organización para sacar la pelota jugada pese a la presión azulgrana que le daba mucho aire a su juego. Las parejas exteriores que componían Dos Santos y Sansone por la derecha y, de modo muy especial, Soriano y Pato por la izquierda comenzaron a ser un salvoconducto hacia la mitad de campo de ter Stegen que fue aislando en el centro a Busquets hasta que, una vez se le vio totalmente abandonado, el doble pivote Bruno-Trigueros comenzó a mezclar la salida por fuera con transiciones más verticales, buscando a su pareja de puntas a espaldas del propio Busquets y volviendo los ataques amarillos mucho, mucho más peligrosos. Mascherano y Piqué rayaron a un nivel elevado, pero lo de Pato y Sansone fue sencillamente brillante.
Arda quitó espacios a la MSN, pero Leo no siempre los necesita.
Las urgencias de la clasificación motorizaron los últimos minutos del Barça aunque, quizá, su entrenador no estuvo del todo atinado en la dirección de campo. El lateral izquierdo Digne estaba alcanzando la línea de fondo con frecuencia y, si bien el Villarreal se mostraba sólido ante su envío al corazón o la frontal del área, era una acción ofensiva que favorecía la fluidez y la continuidad; sin embargo, con Arda en su lugar, los espacios quedaron saturados y la defensa sobre Neymar -ante quien Mario realizó un trabajo firme- suavizó su dificultad para la zaga amarilla, porque el brasileño perdió opciones (o su única opción más allá de la jugada personal). No obstante, Luis Enrique tiene un comodín que se llama Messi y cuya activación únicamente requiere de presencia cerca del arco rival; el acoso culé era obvio y constante y Leo estaba siendo alimentado de posesiones -no de espacio, ni de líneas de pase, ni de alternativas, pero sí de posesiones- que, para él y sólo él, son posibilidades. Forzó una falta a partir de su habilidad y la clavó en la escuadra empleando su precisión. Y el Barça, como en San Mamés, volvió a escaparse relativamente vivo de un choque en el que no fue inferior pero donde requirió de su astro para obtener algo en esta dinámica negativa en la que no le sale ni lo que se gana con cierta claridad.
Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images
hola1 9 enero, 2017
Otra vez la version "bestia" de Mussachio. Que central cuando esta bien fisicamente,infravaloradisimo.