Muchos puntos de interés podrían centrar el análisis del empate que Athletic Club y Atlético de Madrid protagonizaron en San Mamés, pero ninguno como el que señala a Íker Muniain, tanto por méritos propios como por facilitar con su actuación la explicación de multitud de puntos adyacentes y relacionados con él. El más menudo de los 22 jugadores que arrancaron el encuentro se arremangó como pocas veces en la temporada, y también más allá de ella, para ser, en práctica soledad, el rostro de un conjunto que no tiene de dónde exprimir. Su rival, que se adelantó en el marcador y pasó a defender de manera excesivamente pasiva, pagó a la postre ciertas consecuencias.
Como si ya no tuviera que ver con un tema de jugadores o de propuesta, al Athletic Club le quema mucho el balón, tanto a nivel técnico como organizativo. No esconde que no puede darle fluidez, escalones de calidad, apoyos, auxilios y conceptos mínimos para hacer progresar el juego. Ante los del Cholo, el conjunto de Valverde formó un cuadrado de tres hombres atrás, tres por cada banda y tres en la delantera, pues San José, segundo pivote, nunca tuvo una misión en la circulación, dejando a Íker Muniain la titánica labor de recibir e inventarse un regate, un pase o algo mínimamente similar sin un socio posible. El ’10’ no ha parecido ser capaz de cargar con dicha responsabilidad hasta ayer, cuando por frecuencia, tentativa e interpretación, Íker se elevó sobre el resto.
Muniain creó desde la nada; fue el mejor del encuentro
Y lo hizo tras un gol del visitante nada más arrancar. Ahí, el Atlético incidió en su plan, pues últimamente había celebrado que así fuese: gol tempranero y repliegue más contragolpe. Aprovechando la notable falta de tensión de los vizcaínos y la inferioridad de toda la medular en la agresividad mostrada en la segunda jugada, el Atlético no pasó apuros para asegurar su puerta y darle profundidad a sus ataques, aunque no remate. Gameiro, impecable siempre jugando, apenas remata a puerta, labor que ha recuperado Antoine Griezmann en el último mes, a cambio de restar su número de intervenciones, síntomas del paso dado por su equipo con respecto a septiembre y octubre. Pero poco a poco, Muniain comenzó no sólo a entrar en juego, sino a pensar.
Esta iniciativa tomó alianza con el repliegue rojiblanco, ausente en su banda izquierda, con Carrasco desconectado de la basculación. La precisión y puntualidad de Muniain no obtiene grandes réditos pero es tal el valor de la empresa que su partido termina por quedar plasmado con extraordinario mérito. Es en la segunda parte, cuando el Athletic hace subir el 2-1 al marcador, cuando Íker empieza a aparecer como el mediocentro que necesitan los suyos: da un pase atrás, apoya en las bandas, conduce y suelta a tiempo, cambia de frente y juega. Simeone reacciona y va con todo cuando introduce a Torres, Correa y Gaitán y el encuentro se abre por completo, con José María Giménez creciendo a campo abierto, Saúl Ñíguez en el mediocentro y el Athletic sufriendo el acoso al espacio. El empate dejó un partido vibrante que no dejó en buen lugar a ningún equipo pero sí a Muniain, por primera vez en mucho tiempo creyente entre lo imposible.
Foto: David Ramos/Getty Images
Abel Rojas 23 enero, 2017
A mí el partido de Muniain me pareció muy bonito. Estuvo presente, estuvo explosivo y estuvo clarividente. Pero como comentaba Quintana… ante un buen Atlético, Iker no se habría encontrado tan cómodo. Las facilidades que concede el Atléti ahora mismo en esa zona… no son baladí. Y no creo que Saúl las solventase…