El Atlético de Madrid comenzó la temporada con una idea diferente. Dicho cambio le convirtió en un equipo que prometía mucho pero al que los resultados no acompañaron en la medida que el proyecto exigía y que, por cierto, su fútbol parecía merecer. Seguramente, en aquellos tiempos en los que construyó la identidad de las dos finales de Champions, sus comienzos estuvieron marcados por un juego, con independencia de lo grácil o no del estilo, de menos nivel, pero tuvo más fortuna y logró asentar las bases. Así es, como poco, más fácil, y habrá que opine que, además, es la única forma. El caso es que el sistema de Griezmann no sumó al ritmo buscado, Simeone no le tuvo paciencia, optó por volver al esquema antiguo como olvidando que si lo había abandonado era por algo y, ahora, ni hay equipo ni hay jugadores decisivos, porque amén de perderse entre dos estructuctas distintas, el vestuario ha extraviado su moral.
Por eso Griezmann falla el mano a mano contra Asenjo. Por eso Godín se escurre y regala el 1-0. Por eso Oblak no domina su zona, concede un rebote absurdo y se lesiona. Por eso, Koke es invisible.
Manu Trigueros volvió a rendir a un nivel ultra dominante.
El Villarreal, que llegaba al partidazo tras tres jornadas sin conocer la victoria, alternó dos planes que, en su caso, sí domina bien porque cree en los dos. Desde el primer pitido del árbitro al gol de Manu Trigueros, exhibió la marca futbolística de la que le ha dotado Escribá, atreviéndose a asumir un 60% de cuota de balón a riesgo de que Koke encontrase a Gameiro en una contra. Pero por un lado, con Gabi y Tiago en la base, Koke no hacía de lanzador, con el déficit que eso suscita en dicha materia, y por el otro, la posesión del Villarreal era extremadamente aguda en su toma de decisiones. Bruno la proveyó de una seguridad pétrea y Trigueros impulsó a Sansone y, en especial, a un Pato que puso sobre la mesa todas las dudas que amargan en estos instantes al eje de la zaga rojiblanca.
El ataque del Atlético fue demasiado estrecho y fácil de defender.
En ventaja, el Villarreal recordó los días de Marcelino, aceptó dividir la posesión y esperó en su campo al Atlético situando hasta ocho hombres por detrás de la línea de la pelota. En este plan, Jonathan Dos Santos justifica su presencia en detrimento de Castillejo mucho más que cuando el Submarino adopta una actitud más propositiva. No obstante, y pese a que el Atlético evidenció su categoría técnica y en ningún caso pareció molesto, la falta de profundidad por fuera de su pareja de interiores (Correa-Koke), unida a la baja de Filipe Luis, redujo en demasía el campo ofensivo de los colchoneros, lo cual ante un fortín en defensa como el de El Madrigal se paga con creces. No en vano, fue Yannick Carrasco, cuya suplencia costó entender porque su arsenal aperentaba ser bastante más apropiado que el de Correa para esta salida, quien sí logró inquietar a Asenjo una vez ingresó al terreno en el minuto 65. Pero Mario Gaspar, con la ayuda de Dos Santos y el apoyo de Rodrigo -que entró por Pato para apuntalar la medular con un 4-2-3-1-, se bastaron para que la sangre no llegase al río.
Quizá el resultado se excedió en cuanto a rotundidad, pero siempre pareció que el Villarreal tenía el juego donde más le interesaba. Es posible que fuera porque sabía, de verdad, dónde estaba su interés.
Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images
Andrés 13 diciembre, 2016
Pues de esto sé poco o nada, y a lo más diré una barbaridad, pero es que a mi siendo sincero me parece un error que Simeone haya renunciado al estilo nuevo que estaba mostrando. Cuando falló, es cuando más debió insistir para subir aun más la confianza de los futbolistas.
Cuando tu entrenador recula, pues te llena de dudas, queda todo en incertidumbre.Para mi, y hago enfasis en ese para mi, Simeone cuenta con los mejores futbolistas de toda Europa despues de Barça y Madrid, jugar como intentaba no me parecía locura, me parecía coherente.
Sobre todo porque la mayoría de futbolistas del Atleti dan lo mejor de si con balón.
No sé, gran Cholo, me ha costado entenderte esta vez.