El París Saint Germain este verano decidió cambiar. Cambiar mucho. La identidad que marcaba Blanc desde el banquillo y el sistema que definía Zlatan Ibrahimovic sobre el campo, dejaron paso al libreto de Unai Emery y al necesario paso al frente en importancia de otros futbolistas. Caminos diferentes. Su inicio de temporada, irregular, con dos derrotas y un empate en las primeras ocho jornadas de la Ligue 1, alterna resbalones inesperados con actuaciones mucho más convincentes como la que el pasado fin de semana protagonizó ante el Girondins de Bordeaux. El PSG de Unai se está haciendo, no sin dificultades. El camino es distinto al de su predecesor, y los protagonistas tienen que ir descubriendo, progresivamente, el espacio y las función que en él ocupan y desempeñan.
En cuanto al fondo, la principal novedad del equipo de Emery tiene que ver con la velocidad de la jugada. Con las revoluciones a que transcurre. Es más vertical. Si el de Laurent Blanc se presentaba como un conjunto controlador casi hasta el extremo, paciente en la maduración y quizá con algún debe en el caudal de ocasiones debido a este punto, el actual es uno que abraza un ritmo más directo, que se toma menos tiempo en las escalas y que acude a zona de finalización con mayor ansia. En buena parte porque lo necesita. Sin Zlatan como goleador doméstico, el relevo como rematador de Edinson Cavani dibuja al uruguayo como un definidor menos preciso, más acelerado y más tendente al fallo. Demanda más cantidad. Un abastecimiento mayor del que surtía a su antecesor en el puesto.
El de Unai es un PSG más exterior y vertical que el de Blanc e Ibra.
Por su parte, en la forma, la principal diferencia, toda vez Emery sigue manteniendo el 4-3-3 que organizó al cuadro galo a lo largo del anterior ciclo, tiene que ver con la importancia que reciben las bandas en contraposición al carril central. Porque es sello del técnico de Hondarribia y porque la baja de Ibrahimovic altera el horizonte, aquel PSG que convertía al triángulo interior formado por Motta, Verratti y Zlatan en un remolino acaparador de fútbol y atenciones, es hoy uno que gusta de transcurrir por los carriles, con laterales largos, extremos más sujetos que antaño y movimientos de algunas piezas interiores hacia una de las dos orillas. Dos medidas de apertura -del ritmo y del espacio- que hasta la fecha habían dificultado a los parisinos un control del juego equivalente al que exhibían meses atrás y que ha entregado, también, más aire a unos rivales invitados a contestar, llegar arriba y a poner a prueba al joven Alphonse Aréola.
Quizá por ello fuera el pasado fin de semana, con el regreso de Verratti a la titularidad y de la mano de un Thiago Motta inconmensurable, que la mezcla resultó en el mejor París Saint Germain del curso. La pareja, más allá del importantísimo contrapunto asociativo que aportan en el carril central y que desemboca tanto en la limpieza y control de la jugada como en el hecho de que por fuera aparezcan contextos más ventajosos para el plan de Unai, propician una serie de alteraciones tácticas que hoy por hoy su equipo agradece. Cuando el mediocentro del PSG es Krychowiak, en salida de balón el polaco viene asumiendo una presencia entre centrales más fija que la de Motta meses antes. Al brasileño no le amarga descender un escalón, pero su apetito por la pelota provoca que rápidamente, cuando pasa al siguiente estadio, recupere su posición en la medular, y esto es importante porque cuando con Grzegorz no ocurre y Verratti no está, la base de la jugada pasa, si no, a pertenecer a Rabiot, Matuidi o Di María.
Di María entre líneas, con Motta y Verratti en la base, la fórmula que por el momento mejor ha funcionado.
Particularmente cuando en esta zona pesan mucho el francés y el argentino, la gestación del juego tiene un punto de aceleración desmedida que dificulta al resto de piezas organizarse tanto para la transición ofensiva como para la defensiva. Además, ante el Girondins, que el mediocentro recuperara rápidamente su espacio en mediocampo favoreció un mejor escalonamiento por dentro que repercutió en toda clase de ventajas para el ataque. Di María no tenía que ser quien acudiese al círculo central, y pudo esperar turno entre líneas siendo la amenaza a la espalda del mediocampo rival que con cada recepción ponía en crisis al sistema defensivo bordelés haciendo surgir esos espacios que Emery pretende pero que le estaban haciendo pagar algún que otro peaje de más.
Foto: FRANCK FIFE/AFP/Getty Images
Restituyo99 5 octubre, 2016
Creo que al proyecto de emery solo le falta un poco mas de rodaje y de tiempo tarde o temprano terminara dando sus frutos aunque se antoja dificil por la exigencia de un club como el psg por la inversion realizada …Me gustaria mas un medio campo donde haya un motta-krychowiak-verrati con dimaria y lucas moura en las bandas y cavani de 9 … creo que favoreceria mas al intercambio de golpes contra equipos top de europa