El Real Sporting de Gijón permanecerá un año más en la categoría de oro del fútbol español. Se trata de un logro fantástico para un club que ya ascendió cuando nadie lo esperaba y que, víctima de una crisis institucional muy importante, ni siquiera pudo realizar fichajes de cara a su desembarco en Primera. Apoyado en la calidad de su cantera, lo cual ha generado un sentimiento de pertenencia automático entre plantilla y afición más allá de los inevitables roces que genera la alta tensión, Abelardo ha completado una temporada repleta de decisiones que, como entrenador, siempre se atrevió a tomar: en todo instante, inclusive los peores, optó por lo que percibió más adecuado aunque resultase impopular.
1- El equipazo de Segunda División
Las jornadas de apertura nos mostraron un equipo hecho que, a título táctico y de cohesión como grupo, sacaba varios cuerpos a muchos del torneo. Sin ir más lejos, en el debut en El Molinón, frente al Real Madrid de Rafa Benítez, obtuvo un empate quizá con un pelín de fortuna pero que ya reflejó un buen cúmulo de virtudes colectivas. En especial, en la parte de atrás. A partir de un 4-4-2 de líneas muy juntas y moderadamente retrasadas, la fortaleza aérea y el dominio de las segundas jugadas del triángulo conformado por los centrales Bernardo Espinosa y Luis Hernández y el poderoso mediocentro Sergio Álvarez sentaban las bases de una identidad defensiva que, de sostenerse, podía valer una salvación.
El problema, de modo extremadamente visible, residía en el ámbito ofensivo. Al Sporting le costaba demasiado crear ocasiones de gol y no digamos ya meterlas en la portería. La pareja de delanteros que arrancó como titularEl Sporting competía bien, pero no tenía gol, la compuesta por Miguel Ángel Guerrero y Toni Sanabria, parecía tener más impacto en defensa que en ataque; una vez el Sporting recuperaba la pelota, carecía de versatilidad para aportar soluciones. De ahí los cero goles en las tres primeras jornadas, que fueron maquillados en la cuarta jornada por el hat-trick del paraguayo pero de manera bastante poco fidedigna, pues en aquel encuentro frente al Deportivo, el Sporting chutó cuatro veces a puerta. En Segunda División, la calidad técnica de hombres como Jony Rodríguez, Nacho Cases y Carlos Carmona iba filtrando llegadas de peligro, pero en Primera, hacía falta algo más.
2- El acomodo de Halilovic
Abelardo contaba con la carta del talentoso Halilovic, una promesa de primera línea que no había jugado bien en el filial del FC Barcelona, donde fue utilizado como interior, pero que atesoraba una finura y un carácter de estrella que a una plantilla algo desangelada de esa inspiración podía reportarle grandes frutos. En principio, consciente de que el croata era una fuente de creatividad pero no de gol, le buscó un lugar en la banda derecha, para mantener la doble punta arriba, pero pronto comprendió que colocar abierto a Halilovic atentaba contra la identidad defensiva del proyecto, pues por mucho que lo intentase -que lo hacía-, la capacidad de sufrimiento del chico no estaba a la altura. Con él en la derecha, el Sporting encajó cuatro goles en dos partidos recibiendo la friolera de 37 disparos en contra. Eran cifras insostenibles para Abelardo.
Fue situado como mediapunta cuando Halilovic comenzó a producir. Betis, Espanyol y, sobre todo, Málaga padecieron el poder de su hipotético futuro. Pero justo tras esa exhibición del croata contra el conjunto de Javi Gracia, llegó uno de los días más determinantes para la campaña del Sporting; el 8 de noviembre de 2015, se visitó el estadio Vicente Calderón. Ganaron los de Simeone por 1-0 con gol de Griezmann en el minuto 91, aunque la noticia verdaderamente negativa estribó en la lesión del hombre que definía el espíritu de la entidad, Sergio Álvarez.
3- Sin Sergio Álvarez ni Bernardo Espinosa
A las pocas semanas, a la baja de Sergio Álvarez se unió la del colombiano Bernardo Espinosa, que hasta esa fecha se había destacado, según la estadística, como el central más dominante de la Liga en el juego aéreo. Resultaba, sin paños calientes, imposible seguir siendo el Real Sporting sin el concurso de estos dos futbolistas. Abelardo probó todo tipo de ajustes, y a medida que buscaba remedios, se le cayó la salida de balón que tanto había gustado en sus meses de agosto y septiembre, lo que le costó más control de juego todavía, y a cambio no conseguía adquirir ventajas. La racha rozó lo insostenible, se encadenaron ocho derrotas en nueve jornadas, y lo más desagradable radicaba en que, muchas de las últimas, fueron tajantes e inevitables a tenor de lo que mostraba su fútbol. Y entonces, el entrenador, cuando más discutido estaba, tocó la tecla que reseteó leve pero eficazmente el ánimo del vestuario.
4- Con Ndi de mediapunta
El experimento fechó su origen en la segunda parte de la visita al Bernabéu. Eran tiempos optimistas para el Madrid, acababa de cambiar de entrenador y tenía muchas ganas de jugar al fútbol, y su primer periodoEl trabajo de Ndi arriba cambió al Real Sporting frente a los asturianos fue un concierto. Pero en lugar de bajar los brazos y pensar que no había nada que hacer ante aquel 5-0 en el minuto 45, Abelardo buscó una reacción que, si bien no iba a reportarle el empate, sí podría fijar un punto de inflexión anímico. Sentó a Halilovic, su gran talento, y puso sobre el césped al físico Ndi como mediapunta en un 4-2-3-1. La hiperactividad defensiva del africano enturbió los primeros pases del contrario y animó al Sporting a defender más arriba, lo cual tuvo continuidad en las jornadas siguientes frente a Real Sociedad, Valencia CF, Deportivo de la Coruña y Rayo Vallecano, en las que se sumaron ocho puntos revitalizadores. Y coherentes. Los metros que se habían ganado con Ndi se notaron, por ejemplo, en la figura de Jorge Meré, el central adolescente que lo estaba pasando regular en el área pequeña y que creció a medida que se le pidió que cubriese más metros y enfrentase más situaciones abiertas.
5- La fiebre de Mareo
La buena inercia se detuvo tras aquel encuentro aplazado contra el Barcelona en el que Abelardo rotó muchas piezas -como siempre que afrontó más de un partido en siete días- y el equipo, sin jugar mal, no mostró esa garra que venía valiéndole la competitividad. Tras aquel retroceso, se sobrevino otra racha de resultados desastrosos y el peor nivel de la temporada. De hecho, ni Abelardo se molestará si se apunta que, en esos instantes, el Real Sporting era el equipo más vulnerable y a su vez inocente de la Primera División. Pero de nuevo el técnico asturiano protagonizó un movimiento muy concreto que reavivó ese fuego que se apagaba. El 19 de marzo de 2016, perdiendo 0-1 en El Molinón contra el Atlético de Madrid tras un primer tiempo bastante anodino de ambos, sustituyó al titular Omar Mascarell por el suplente Carlos Castro, formó una doble punta con el canterano y Sanabria -quien se descolgó entre líneas creando muchísimo conflicto-, los alimentó con los extremos Carmona y Jony y propició una remontada súper emotiva que hizo creer de nuevo.
Establecer un patrón colectivo fijo en las jornadas que comprendieron el final de la Liga sería complicado. Es difícil para cualquiera presentar una línea de juego coherente y el Sporting no superó ese obstáculo. Aunque en sus actuaciones sí hubo un valor constante: el fútbol de su mejor hombre, Jony Rodríguez. El desequilibrante extremo zurdo acentuó su dominio sobre la banda izquierda así como la cadencia de sus intervenciones, y no contento con ello, comenzó a visitar la banda derecha e incluso el centro para que varias de sus pletóricas acciones no dependiesen del remate de un compañero para finalizar en gol, sino que fuera él mismo quien le pusiera la rúbrica a las mismas, y así llegaron dos tantos decisivos, frente a Eibar y Villarreal, que la grada del estadio de su vida no podrá olvidar nunca. Los guajes de Abelardo seguirán jugando contra los mejores una campaña más. Les será tan o más difícil que en esta, pero han aprendido mucho. No partirán de cero.
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