Verratti renovó hace dos días porque cree en el Paris Saint-Germain, y eso ocurre porque el Paris Saint-Germain cree en sí mismo. Así lo demostró anoche en el regreso de la Copa de Europa. Sus primeros 15 minutos fueron una muestra de fútbol del que sólo se logra a partir de la autoestima. Para corregir su relativo déficit de mordiente, Blanc liberó a sus piezas pidiendo una movilidad extrema: Verratti cambiaba con Matuidi, Motta pisaba área contraria, Moura quería ser Neymar… una bomba táctica ofensiva según la cual cada ataque era distinto al anterior. El peaje, que, tras la pérdida, la estructura también cambiaba cada vez. Y, si las decisiones no habían sido perfectas, era proclive a la vulnerabilidad. Pero funcionó. El PSG ve por encima de lo corriente y siente a mano lo que ve. Como Cesc Fábregas cuando está en paz.
El sacrificio defensivo de Hazard reveló la grandeza de la noche.
Cesc detuvo el flujo parisinoEn el once titular de los locales había apenas un francés. Cabe la posibilidad de que Blanc se comunicara con el resto en la lengua de Shakespeare. Así que es factible que la noche de Cesc naciera en su oído. Quizá captar órdenes en inglés de un entrenador francófono que pedía atrevimiento le trasladó a aquellos ya lejanos años en los que Wenger le llevaba por Europa como el padre de Mozart al benjamín Amadeus a mediados del Siglo XVIII. Se desató aquel centrocampista guardado que sin barba y con acné sometía el talento de los Galácticos o la fuerza de Emerson, Camoranesi y Vieira. Cerró filas como pivote (4-2-3-1), frenó el tráfico por dentro, forzó a los parisinos a ofender por bandas y el esfuerzo de Hazard y Pedro en las mismas acabó de controlar las fugas. El Paris Saint-Germain estaba sujeto. Sólo restaba que el Chelsea se liberase.
Fábregas y Willian lideraron ataques posicionales de categoría.
Y el propio Cesc lo liberó. La calidad de su primer pase giró el sentido del encuentro. Por su intención, su precisión y sus consecuencias, el Chelsea se vistió de equipo venenoso en el que, además, cualquiera de sus atacantes podía aportar. Costa, en principio abierto sobre su izquierda para recibir en largo y habilitar a Hazard, centró su posición para fijar a Luiz y Thiago Silva, y ante una medular poco estacionada, Willian recibió con constancia y jugó a un alto nivel. El Chelsea se quedó en un escueto 39% de posesión, pero el 96% de acierto en el pase de Cesc y el 97% de acierto en el pase de Willian retrata que su plan ofensivo fue mucho más que contraataque. Fábregas se sumó a campo rival y dirigió ataques posicionales de los que valen un hueco en el once de la Selección. Kevin Trapp, sólido, neutralizó la diferencia.
Tras el descanso, Blanc consolidó un 4-3-3 de posiciones fijas.
Blanc leyó el caso y modificó su apuesta. Para la segunda mitad, renunció al intercambio de posiciones, fijó un 4-3-3 siempre dibujado y ordenado del mismo modo y cambió de bandas a Di María y Moura, que pasaron a jugar a pie natural para favorecer su desequilibrio. Sin el dinamismo del comienzo, la creación de ocasiones dependería de ello.
La conexión entre Fábregas y Willian perdió cobertura, el Chelsea dejó de salir. Y Ángel, uno de los astros más productivos de la Champions, persistió y persistió hasta que encontró una de las grietas. 2-1. Las espadas brillarán en todo lo alto cuando Londres inicie la prosecución.
En la edición de «Luces de Ciudad» de anoche, profundizamos en el Paris Saint-Germain-Chelsea y presentamos la previa del Roma-Madrid y el Gent-Wolfsburgo a través de sus jugadores claves:
Polaquito 17 febrero, 2016
Cesc no es tan bueno como las leyendas de la Selección 2008-2012, pero casi. Y además, puede jugar en un equipo con cualquier estilo de juego.