A Nervión le duele la Champions. El Sevilla FC vive inmerso en su década prodigiosa. Desde 2006, el club viene disfrutando de una bonanza deportiva que ha generado tan éxitos rotundos como la obtención de cuatro “Copas de la UEFA”. Cuatro. El punto negro ha sido la Copa de Europa. Las eliminaciones de 2008 y 2010 ante rivales de escaso nombre –Fenerbahce y CSKA de Moscú– con el factor campo a favor hicieron daño y supusieron una manchita en el impoluto prestigio europeo del Sevilla moderno.
Consagrados de nuevo como bicampeones de la Europa League en 2014 y 2015, el asalto a la Champions parecía llegar en el momento justo. Pero el Sevilla ha fallado. Clasificarse para octavos nunca ha estado cerca para los hombres de Unai Emery. Veamos por qué.
Desde lo deportivo a lo mental, todo ha afectado a este Sevilla
El primer factor que ha mermado al Sevilla en esta Champions parece haber sido la cuestión individual. Las dos temporadas de Unai en el Pizjuán han seguido un guion casi calcado: de agosto a noviembre, el equipo parece perdido, sin rumbo fijo. De noviembre a febrero se trabaja en la idea definitiva, que explota en una recta final de campaña en la que el Sevilla es capaz de competirle a cualquier equipo.
El problema es que la liguilla de Champions no espera a nadie, y desde mediados de septiembre andas jugándote la vida. El Sevilla volvió a acometer una profunda revolución de su plantilla que esta vez afectó a las zonas más competitivas de un equipo. En otras palabras, los andaluces disputaron la máxima competición sin un delantero de la fiabilidad y resolución de Carlos Bacca y atrás perdieron el sostén de la dupla Pareja-Carriço, decisivos en la personalidad del conjunto. El fútbol se define en las áreas y el Sevilla quedó lastrado en ellas.
Nervión conoce Europa pero la Champions es un mundo diferente
Y luego está el tema mental. La Champions es un mundo aparte, una competición con reglas propias que elige su propio destino. Hay que conocerla para dominarla. El Sevilla se sabe al dedillo cómo funciona la Europa League, al punto de dictar el transcurrir de sus eliminatorias. Ejemplificando, los sevillanos se plantaron en la final ante el Dnipro con la intención de marcar un gol más que el contrario. Para el Sevilla, encajar un gol a los siete minutos no significaba drama alguno. Si había que meter tres luego, tres. Si tocaban cuatro, cuatro. Al fin y al cabo, desde octavos, el Sevilla promedió casi cinco goles por ronda.
La Champions League, como decíamos, tiene otras normas. Es mucho más dura en su concepción. Plantarte en el Juventus Stadium significa saber que solo dispondrás de 3 o 4 momentos para hacer gol. No más. Claro que hay veces que sucede lo contrario, como en el Etihad ante el City. Los chicos de Emery se vieron involucrados en uno de sus contextos favoritos, el intercambio de contragolpes con espacios por todos lados. El Sevilla aceptó el duelo, sin darse cuenta que los gigantes económicos pegan con puño de acero. Después de todo, no es lo mismo que te agreda un De Bruyne por valor de 70 millones de euros a que lo haga un futbolista ligeramente menos dotado. Con empate a uno, el Sevilla no firmó una igualada fundamental de visitante, simple y llanamente, porque nunca tuvo que hacerlo. ¿Veredicto final? Sencillo: el Sevilla necesita más Champions. Necesita descubrir sus secretos. Necesita jugarla más.
hola1 9 diciembre, 2015
No pude ver el partido. Pero vaya hueso duro el que le puede salir a cualquiera de los 1ros de grupos, cruzarse con la Juve en 8vos….muy desgastante.