El Real Madrid viajó a París para medirse a un equipo hecho, dotado y en trance sin Pepe, Carvajal, Modric, Kovacic, James ni Bale. Y lo peor: sin una línea regular de juego que hiciera pensar que pudiera competir el encuentro en igualdad de condiciones. Sin embargo, sacó carácter, exhibió un fútbol específico pero notable y dejó el Parque de los Príncipes sin sufrir absolutamente ninguna opción de cosechar un resultado negativo. El 0-0 fue el peor marcador posible en la casa de Di María, Cavani e Ibrahimovic. Y esto invita a la reflexión. Este Madrid ha ganado tan relativamente poco que a veces se nos olvida que pudo ganarlo casi todo en los últimos cinco años. A menudo, cometemos el fallo de ignorar que, en esta era, en Europa, se le debe tratar de usted.
Rafa Benítez planificó el partido al detalle y con mucho acierto.
El Real impuso un ritmo altoEl Paris Saint-Germain se caracteriza por un ritmo de juego bajo en el que se sienten muy confiados. Motta y Verratti, sabedores de esto, intentan imponerlo a toda costa, aunque ante los sistemas defensivos más eficientes ello requiera bajar casi a su propia frontal del área y tocar la pelota allí a lo lejos, a salvo de las presiones más habituales. Sucedió que Benítez no quiso que el equipo de Blanc se sintiera dueño de su estadio, y fue a buscarlo hasta donde hizo falta. Así, el madrileño impuso sus reglas.
La presión fue muy importanteLa presión blanca se destacó por su completa seguridad. La colocación de Lucas, Isco y Jesé, la línea de tres del 4-2-3-1, forzaba que la salida de balón parisina fuera muy vertical (pases rectos, hacia el frente), lo cual daba ventaja táctica al doble pivote conformado por Kroos y Casemiro, que basaron su actividad defensiva en la anticipación, con agresividad suma y con la confianza de que, aunque cualquier futbolista del Paris Saint-Germain pudiera ejecutar un primer toque maravilloso que les quebrase alguna vez, atrás estaban Raphaël Varane y Sergio Ramos.
Varane y Ramos sujetaron y condicionaron el trabajo grupal.
Varane y Ramos impactaron sobre el juego durante los 90 minutos. El mayor éxito del Paris Saint-Germain consistía en llegar hasta ellos, cosa que lograba con escasa frecuencia, y que siempre se saldaba con cruces, quites o controles (no despejaban; controlaban y salían jugando) que eran lo más bonito del partido, la prueba de superioridad más abrumadora. Raphaël y Sergio, sin apenas ser enfocados, infundieron confianza en los españoles y deprimieron a los franceses.
Isco, el eje de muchas cosasPero no hay fútbol si solo hay moral; como no hay presión si solo hay defensa. No se puede defender arriba si nunca se llega hasta allá con la pelota controlada. Y en lo referido a esto, el hombre clave fue Isco, autor de un ejercicio de tremenda sobriedad que, por sus formas, recordó al Pablo Aimar más dominante que vio Mestalla, el de Benítez. Aludimos al argentino porque Isco se movió como él, rellenando todo el ancho del campo desde la banda de Jesé hasta la de Vázquez, obligando al resto a menearse y siendo el punto de referencia de cada uno de los merengues, tocase o no el balón. La actuación de Isco integró en el ataque blanco a todos sus compañeros, casi por igual en cuanto a cantidad, aunque el sector izquierdo, compuesto por Marcelo, Kroos y Jesé, brillase con más luz por una obvia cuestión de calidad individual.
Sin Isco, el Madrid perdió juego, metros y opciones de triunfo.
No obstante, el empate a cero se mantenía en el marcador. El portero Trapp hizo bien su trabajo, como Thiago Silva, y el momento blanco se fue escurriendo poco a poco hasta alcanzar la hora de choque. El desgaste de Isco había sido enorme, y Benítez lo suplió por Modric, que no pudo mantener la intensidad del malagueño. Sin Isco, el Madrid perdió posesión y, muy especialmente, calidad en la misma. Y por consiguiente, metros. Y aunque su repliegue no mostró ranura alguna -recibió cero ocasiones-, el Paris Saint-Germain creció en autoestima.
Para acabar, las estrellas. Y es que no queda otra que criticar a Zlatan Ibrahimovic. Durante gran parte del partido, su equipo fue inferior, pero el sueco, clarísimo candidato a mejor jugador de Europa en los dos meses que llevamos de competición, posee recursos suficientes como para aspirar a revertir o equilibrar una situación así, y ni siquiera lo intentó. Duro contraste con Cristiano Ronaldo, que sin estar a su mejor nivel, secundó con maestría la iniciativa táctica de Isco y estuvo en tres de las ocasiones más peligrosas del envite. Pocos atacantes saldrán esta temporada con dicho saldo ofensivo del Parque de los Príncipes. Cristiano, por alma y talento, tiene mucho que ver en que a este Real Madrid, en la Champions League, haya que tratarlo de usted.
roumagg 22 octubre, 2015
Ojo a los controles orientados de Casemiro recibiendo en su campo de espaldas y ante presiones. Me impactó muchísimo lo bien que se giraba hasta encontrar una línea de pase. Y la primera parte de Kroos a mí me pareció un escándalo. De lo mejor que le he visto desde que está en Madrid. Y, aunque resulte paradójico, porque precisamente ayer jugaba de 9, vi a Cristiano bajar más a recibir en ataque posicional que en algunos partidos en los que jugaba más atrás y se quedaba más tiempo en el área esperando un buen centro. Me gustó bastante su partido.