Javier Hernández Balcázar desembarcó en Europa con fama de goleador despiadado, puntual e intuitivo. Su nombre, que bien podría ser el de un cazarrecompensas en casi cualquier película de Clint Eastwood, transmitía la misma rotundidad que sus registros anotadores. Su nombre asustaba y su relato, intimidaba. De Javier se decía que cada uno de sus movimientos los enfocaba a la portería contraria de manera concisa y directa. Que en un simple segundo podía condicionarle al rival toda la temporada. Que no necesitaba más asistencia que un rebote afortunado para conseguir su botín. Llevaba el gol en las venas y eso, a la larga, lo es todo.
Sin embargo, Javier Hernández Balcázar también llegó a Europa con un sobrenombre, el de «Chicharito», que venía a sugerir todo lo contrario. Un hecho que tampoco hubiera tenido más importancia si a éste no le hubiera acompañado un físico liviano y un rostro sin barba ni cicatrices. Algo fallaba. Algo no encajaba. Los seguidores del ManU pronto creyeron encontrar una explicación: él era el nuevo Ole Gunnar Solskjaer. Nombre de killer, cara de niño y un mote al que ya se le daría alguna explicación menos anodina. Pero ese no era exactamente el papel que habían escrito para él y, al final, su historia careció de más hilo conductor que la su particular apodo, el cual le restó un impacto que su fútbol nunca ha logrado compensar.
Tuvo sus momentos en Manchester, pero nunca la rompió.
Su olfato no ha sido suficienteEl tema de ser el adorable «Chicharito» y no el despiadado Javier Hernández Balcázar sirve para explicar de forma bastante simbólica como, en cierta manera, al fútbol del delantero mexicano siempre le ha faltado algo de crédito y de contundencia. Es rápido, inteligente, dinámico y, como demostró el año pasado en el Real Madrid, tiene más fútbol del que uno imagina cuando comprueba que su técnica está lejos de ser élite, pero esto no llega a ser suficiente para que su instinto goleador le haga triunfar. Al menos, no en un Manchester United.
La ofensiva del Leverkusen es muy apropiadaSu marcha de Old Trafford se hacía necesaria. Debía cambiar de aires, quizás bajar un escalón y, sobre todo, reencontrarse a sí mismo en el día a día. En el gol a gol. «Quiero volver a sentirme importante y feliz, es lo que he estado buscando todo este tiempo. Sé que en ningún lugar será fácil, pero lo que tengo en mi mente es jugar, colaborar y lograr cosas importantes», comentaba en su presentación con su nuevo equipo, el Bayer 04 Leverkusen. Javier Hernández, el «Chicharito», comentaba también que había notado mucho interés y cariño por parte de Roger Schmidt, lo que le hacía afrontar esta temporada con «ilusión, hambre y ganas de ser importante». En Leverkusen, formalmente, el mexicano encaja muy bien. El Bayer es un equipo que juega partidos en los que pasan muchas cosas en muy poco tiempo y donde el rebote y el rechace adquieren una importancia clave, pues son la parte central del plan.
Roger quiere provocar estos errores y Javier puede aprovecharlos. A su alrededor, además, estarán futbolista como Bellarabi o Kampl, con quienes debe encajar muy bien. Algo parecido a lo que pasaría si revoloteara cerca de Kiessling, uno de los grandes especialistas de la actualidad en el juego de espaldas, como volvió a demostrar ante la Lazio. En dicha situación, no cuesta imaginar al mexicano en su versión más activa, dinámica y sutil en busca de todo sendero hacia el gol. La cuestión es que Calhanoglu es fijo, y espacio para dos puntas no hay. Y aquí se abre la gran cuestión: ¿el «Chicharito» tiene todo lo necesario para ser la única referencia de un equipo Champions… o eso sería trabajo para Javier Hernández Balcázar?
JISF 4 septiembre, 2015
Importante el peso que le da Ecos a la apariencia física de los jugadores, sus posturas, gestos y demás. El fútbol es mucho de eso. Al ver jugadores nuevos solemos etiquetarlos, agruparlos en nuestra mente en un grupo existente o por crear. Es ahí cuando surge el "Este es el nuevo XX". Una vez marcados, resulta difícil cambiar la valoración que hacemos de ellos.
Dicen que los agentes recomiendan a los futbolistas usar zapatos llamativos, peinados extravagantes, etc. Claro, al final unos terminan como Neymar y otros como Balotelli.
En cuanto al Chicharito, el año pasado con el Madrid me impresionó: tiene más fútbol del que pensé. Creo que aportaba al juego del equipo, más allá del olfato goleador que tiene. Será interesante verlo en el Bayer, un equipo donde la presión y la competencia serán inferiores a las que vivió en Old Trafford y el Bernabéu.