Thomas Tuchel quería sentirse dueño de su propio destino. La etapa en el FSV Mainz 05 había sido maravillosa y el hecho de que su dimisión se enfrentase al deseo de toda la ciudad, del vestuario y de la directiva así lo ratificaba. No tenía ningún contrato apalabrado con otro equipo. Tampoco se trataba sólo de dejar en lo más alto al club que le había dado la ocasión de debutar en la élite con sólo 35 años. Simplemente, Tuchel había dado por finalizada una etapa y sentía que, aun sin entrenar de forma activa, su carrera ahora necesitaba otras cosas. La capacidad de poder decidir, un lujo con el que pocos entrenadores se encuentran, se la había ganado a pulso durante cinco brillantes temporadas en el Mainz (2009-2014), las cuales además le habían colocado en una posición de privilegio de cara al futuro que todos le presagiaban: dirigir a un grande de Alemania. «Está destinado a entrenar al Bayern», llegó a decir Jupp Heynckes después de perder 3-2 en el Coface Arena. No se sabía cómo, cuándo ni a quién, pero su experiencia en el Mainz había sido lo suficientemente potente e impactante como para ser catalogado como uno de los técnicos con más proyección del continente.
Thomas Tuchel siempre pareció un relevo muy lógico de Jürgen KloppEs más, cuando el pasado 19 de abril Tuchel fue nombrado nuevo entrenador del Borussia Dortmund, es decir, el sucesor de Jürgen Klopp, la corriente de opinión que imperaba en todas las plazas era la de que su llegada era una noticia positiva, coherente e, incluso, natural para el club «borusser». Tal era la unanimidad que realmente sorprendía. Cierto es que, en Maguncia, Tuchel ya había logrado llenar el inmenso vació que el propio Klopp había dejado en 2008. Que había conseguido consolidar al Mainz en la parte media de la Bundesliga, clasificándolo en dos ocasiones para la previa de la Europa League y revalorizando a muchos de sus futbolistas. También que para el espectador su figura resulta muy llamativa, pues es joven, carismático y tiene fama de innovador. Además cuenta con un discurso interesante, un estilo atractivo y un modelo de juego que parece aunar las grandes corrientes del fútbol alemán. Todo esto está muy bien y es muy cierto. Pero el reto que él asume no es uno cualquiera. Sustituir al corazón rubio de Dortmund es, de hecho, uno de los desafíos más complicados que va a tener que afrontar a lo largo de su carrera. Y le llega ya, con 41 años y un único equipo como bagaje.
Arrigo Sachi, Ralf Rangnick, Hermann Badstuber y Pep Guardiola son sus grandes influencias.
Para él no existe ningún dogma indestructiblePara conocer en profundidad a Thomas Tuchel resulta muy interesante comenzar abordando su teórico año sabático. Durante ese tiempo, en el que se le relacionó con la Real Sociedad, el RasenBallsport Leipzig, el VfB Sttutgart y el HSV Hamburgo, Tuchel hizo honor a esa fama de profesional innovador, creativo y trabajador que todos resaltan. Además de estudiar en profundidad a varios equipos y de charlar con matemáticos sobre las estadísticas aplicadas al fútbol, el técnico bávaro buscó compartir ideas, métodos y procedimientos con entrenadores de otros deportes, como el baloncesto o el voleibol. Así hacía gala de ese «pensamiento lateral» que tanto admiraba de Hermann Badstuber, con el que coincidió en Sttutgart y al que reconoce como su gran mentor. Allí había llegado por medio de Ralf Rangnick, el último entrenador que había tenido como futbolista antes de tener que retirarse con únicamente 24 años por una lesión crónica de cartílago. Este problema físico había lastrado su carrera como central y, sobre todo, le había quitado la oportunidad de vivir con el SSV Ulm 1846 el nacimiento de una de las ramas evolutivas más importantes del cambio de identidad del fútbol alemán. Sea como fuere, tras haber visto en primera persona los métodos de Arrigo Sachi en Italia, su estancia en Ulm le había llevado a conocer a Rangnick, éste le había dado su primer banquillo en el Stuttgart Sub-14 y, dentro de ese engranaje, había podido conocer al propio Hermann. Una serie de acontecimientos que, poco a poco, mientras subía categoría a categoría hasta el Sub-19, iban definiendo su personalidad como entrenador.
«Me siento muy, muy influenciado en el terreno profesional y en el personal por Hermann Badstuber. Era un entrenador con mucho conocimiento, pero que a la vez permitía e impulsaba el pensamiento lateral, cuestionándolo todo diligentemente, lo que le hacía seguir siendo muy modesto», comentaba Thuchel pocos días después de su fallecimiento. Tras seis años formando parte del fútbol base del Stuttgart, su progresión como entrenador le terminaría llevando primero al Augsburgo II (2007-2008) y más tarde al Mainz 05 Sub-19 (2008-2009), con el que finalizaría la temporada ganando la final de la Liga al Borussia Dortmund de Mario Gotze con Jan Kirchoff y André Schurrle como grandes baluartes. Un éxito que, unido a los problemas internos del club con Jorn Andersen, le dio su primera gran oportunidad.
Incide sobremanera en el espíritu colectivoLlegado este esperado momento, Tuchel no se iba a guardar nada. Pensaba intervenir, decidir. Cambiar las cosas y poner en práctica lo que, pese a su corta edad, ya había aprendido y experimentado durante ocho años trabajando en equipos de cantera. En ese sentido, una de las primeras cosas que decidió modificar fue la relación que mantenían los jugadores entre sí y con el cuerpo técnico. Cada uno estaba acostumbrado a comer por su cuenta, a saludar de forma rutinaria como quien se topa con un vecino en un rellano y, en general, a mantener una conducta muy individualista. «Ni siquiera había comenzado con el primer plato cuando la mitad del equipo ya había terminado de comer», contaba el propio Tuchel. Desde aquel instante y tras la posterior reflexión que realizó el técnico alemán, el Mainz vivió un cambio de rutinas. Se comenzó a saludar al otro de manera más cordial, más interesada y menos protocolaria, amen de instaurar que todos debían comer juntos como si de una pequeña familia se tratase. La comunicación, el espíritu de grupo y la empatía entre compañeros son el mínimo que establece Thomas Tuchel para comenzar a trabajar. A partir de ahí, viene todo lo demás: el entrenamiento, la técnica, la táctica y, quizás, la gloria.
Su propuesta futbolística se define como ofensiva, intensa, vertical… y flexible.
«Para conseguir alcanzar todos nuestros objetivos, el cuerpo técnico y los jugadores debemos incorporar y abrazar una nueva mentalidad, la cual esté caracterizada por la devoción, el compromiso, la diligencia, la humildad, el coraje, la apertura de miras y la tenacidad. Esto último es fundamental, porque quiero que los grandes sientan todo el tiempo nuestro aliento en su nuca», explicaba. Esta receta de vestuario, tan fácil de citar y tan complicada de cumplir, iba a tener además su refuerzo en la pizarra. Porque su primer Mainz 05 iba a ser sumamente ambicioso. Recuperando el juego intenso, vertical y de ritmo rápido que ya había ejecutado el equipo con Klopp, Tuchel logró que los once jugadores actuaran como un único ente que respirase asfixiando al rival con una presión alta y coral. Desde esa idea, que luego se transformaba en una defensa ordenada y mucho más pasiva en campo propio si el rival lograba superar la medular, se entrevén sus preferencias futbolísticas. «Considero que el ataque puede ser la primera línea de defensa si se basa en un juego rápido, en una gran disposición para correr y mucha intensidad a la hora de ir al robo», decía en una frase que bien podría haber firmado Jürgen…
… o el primer Pep Guardiola, su ahora gran rival. El de Sampedor, que ya elogió la «inteligencia» del ex-entrenador del Mainz tras un duelo entre ambos, es otro de los grandes referentes de Tuchel, quién reconoce haber visto de manera obsesiva y extremadamente meticulosa la mayoría de partidos de su Fútbol Club Barcelona. En cada una de las entrevistas en la que es preguntado por esta cuestión, se nota más fascinación por su capacidad de presionar tras pérdida que por su fútbol de posesión o por las genialidades de Leo Messi y Andrés Iniesta. «Soy de la opinión de que el destacado rendimiento del Barcelona tiene mucho que ver con la determinación y la pasión con la que, tras una pérdida, el equipo completo trata de recuperar el balón en campo rival. Esto demuestra una humildad que va contra el teórico estatus de estrellas que tienen», decía. Bajo este modelo de juego y estas premisas, el Mainz sorprendió a toda la Bundesliga en el comienzo de la temporada 2010-2011, la segunda de Tuchel. Con siete victorias consecutivas, una de ellas ante el Bayern de Louis van Gaal, el club de Maguncia compitió en energía, frescura, goles y puntos con el primer gran Borussia Dortmund de Klopp. Durante este curso, que desembocaría en un espectacular quinto puesto, Alemania se comenzó a fijar en André Schürrle, en el Mainz 05 y, por supuesto, en un Tuchel que aún no había mostrado todas sus cartas.
Los métodos innovadores de Tuchel tienen un gran impacto en el entrenamiento de sus equipos.
Tuchel es un técnico muy flexible que quiere proteger el centroPorque aunque ahora estamos en una etapa en la que parece que la convicción en una idea sea un concepto totalmente contrario al de la flexibilidad táctica, una de las grandes virtudes de Thomas Tuchel es, precisamente, su capacidad para modificar planteamientos. Los suyos y los ajenos. Al igual que este brillante Mainz de la 2010-2011 se solía asentar en un 4-3-1-2 con Lewis Holtby como mediapunta, en las temporadas siguientes iría alternando con un 4-4-2 clásico, un 4-4-2 en diamante o con el tan generalizado 4-2-3-1. Pero no es una simple cuestión de dibujos. A Tuchel le gusta planificar todo hasta el insomnio, como decía Christian Heidel. Analiza a los rivales, encuentra sus virtudes, sus defectos, y a partir de su diagnóstico elabora un plan de partido en el que siempre tiene mucha libertad, ya que su libreto no cuenta con dogmas. Es decir, los objetivos pueden ser los mismos, pero la forma de llegar a ellos puede variar según el contexto. De ahí que de un año para otro, su Mainz 05 pasara de ser el tercer equipo (12/13) que más balones robaba en campo contrario al que menos lo hacía de toda la Bundesliga (13/14). La idea base siempre parte de estar muy bien ordenados para, así, luego poder aprovechar las virtudes propias. Si para ello se tenía jugadores con los que tocar, mantener la posesión y, como consecuencia, perderla en zonas que propiciasen una buena presión en primera línea, mucho mejor. Pero no era innegociable. Por eso cuando en su último año el Mainz dispuso un bloque más bajo, salió más en largo y tuvo menos balón, manteniendo aun así su esencia ofensiva, volvió a repetir clasificación europea. Las formas podían ser muy diferentes respecto a la temporada en la que había despertado la atención de todos, pero el objetivo principal era el mismo: dominar el carril central.
Sus métodos técnicos han ido consiguiendo sus objetivos tácticosComo señala un interesantísimo análisis de «Saturdays on the Couch», en sus dos últimas temporadas en Maguncia, Tuchel consiguió que su Mainz fuera uno de los tres equipos a los que menos atacaban por dentro (1º y 3º) y que, a su vez, más pases daban en el carril central contrario (1º y 2º). Un dato que, desde luego, es totalmente consecuente y tiene su explicación. Desde el primer entrenamiento, en el que vio como su equipo no paraba de abrir el balón a los costados para luego poner una cantidad ingente de centros improductivos al área, el entrenador bávaro entendió que para poder implantar su modelo debía hacer modificaciones significativas. No bastaba con un discurso general ni con una explicación detallada; había que realizar un cambio profundo que ayudase a sus jugadores a entender la senda por la que el cuerpo técnico quería llevarles en este proyecto. Y no se le ocurrió otra cosa que alterar la lógica normal del fútbol. El Mainz dejó de entrenar en un campo rectangular para pasar a hacerlo en uno con forma de diamante en el que no había córners y en el que, evidentemente, resultaba más normal jugar por dentro que por fuera. «Esto cambia mi rol como entrenador por completo. No quiero ser aquél que en cada pelotazo haga sonar su silbato y grite: “No, cuantas veces te he dicho que debes jugar en diagonal…”. Eso no es lo que quiero ser. No lleva a nada, corto el campo y los jugadores se verán obligados a hacerlo diferente. Puedo observarlo, ver como puede mejorar y ayudarlo, soy su apoyo, de la otra manera sería su crítico y el que le dice que nunca hace las cosas bien”, reflexionaba Tuchel. Una lectura inteligente y hábil que iba dirigida a favorecer el pensamiento lateral de todo el equipo y que, como confirman los datos y se vio sobre el campo, consiguió el objetivo deseado.
De algo no hay duda: el Borussia Dortmund va a tener el sello de Thomas Tuchel.
«Un equipo debe ser aplicado, humilde, valiente, franco y persistente. Ahora es mi responsabilidad crear ese ambiente en Dortmund. ¿Cómo? En el campo de entrenamiento, ya que el tiempo que se pasa ahí es el más importante», comentaba hace unas semanas el nuevo entrenador del Borussia. El coherente sucesor de Jürgen Klopp. «El Dortmund es un sinónimo de fútbol de ataque. Estoy muy cómodo con eso. Vamos a presionar mucho en ataque y a jugar con un fútbol ofensivo. Esto es algo de lo que disfruto, y también lo hacen los aficionados», seguía explicando con más detalles. Juegue como juegue, cuesta encontrar a una persona tan consciente y, a la vez, tan preparada para acometer el reto de sustituir a alguien insustituible. Contaba Martí Perarnau que, de momento, su BvB ya está probando varias cosas nuevas: 4-1-3-2 como sistema, mucha concentración interior, más control y menos vértigo. Convicción, valentía y ambición para «escribir su propio capítulo» en el Borussia desde luego no le va a faltar. A fin de cuentas él es una persona que, para simplemente probar su propia valía, decidió graduarse en Administración y Dirección de Empresas. Un profesional amante de todos los deportes que busca y encuentra inspiración en aquellas grandes estrellas que, como Michael Jordan, nunca se conformaron con lo que ya habían ganado. Un entrenador que, aunque no sonría tanto, va a tratar de provocar más alegrías que Klopp, el loco más genial de la historia de Dortmund. Ese es Thomas Tuchel.
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Tyrion 21 julio, 2015
Miguel Quintana es un periodista magnífico.