La cuna del Lobo | Ecos del Balón

La cuna del Lobo


El Octubre Rojo del fútbol soviético estalló en el Dnipro de Dniepropetrovsk en 1969, a orillas del río Dniéper, entre la mastodóntica arquitectura del estalinismo de una ciudad de alma ucraniana (ahora discutidamente rusa), de piel grisácea y hormigonada, y con tradición de hermética y silenciosa porque entre las factorías de su tejido industrial se escondían los secretos de la industria aeronáutica, del programa espacial y de la balística nuclear de la URSS. Hubo un tiempo en el que para acceder a ella se le exigía a los extranjeros un visado extraordinario. Dniepropetrovsk fue así una ciudad cerrada durante casi 40 años, desconocida y protegida, restringida a los miles de trabajadores de las plantas de la megafábrica Yuzhmash y a una concentración de físicos, matemáticos, técnicos, ingenieros y diseñadores (de cohetes, satélites, misiles…) que configuraron su alma científica.

Dniepropetrovsk era la ciudad perfecta para élEra un ecosistema exacto para el intercambio de información, la experimentación y el desarrollo de ideas innovadoras: oculto, impenetrable y custodiado. También imbuido de valores ideológicos del socialismo como la fuerza del trabajo colectivo, la relativización del logro individual o la exaltación del espíritu proletario. Por todo esto, apenas debe extrañarnos que un joven de 29 años, recién retirado después de una carrera en la que sobresalió por su técnica, pero, sobre todo, por un individualismo obsesivo que incluso definió los goles olímpicos como su jugada de marca, implantara en el Dnipro Dniepropetrovsk su primer laboratorio táctico. Una experiencia que no solo cambió la concepción individual del fútbol que él había jugado para convertirla en una expresión absoluta del colectivo, sino con la que también escribió las líneas originales del estilo soviético moderno. Un juego vertiginoso, incesante, enérgico, científico, acentuado por la potencia, la técnica y la fuerza de sus futbolistas y por la organización milimétrica de un caos ficticio, la universalidad posicional y el sistema de presión zonal de sus equipos.

Ese Octubre Rojo en el fútbol de la URSS lo desató Valery Lobanovskiy en Dniepropetrovsk antes de exaltar la revolución que le abrió el panteón de los entrenadores en el Dynamo de Kiev. Antes de eso, lo que hizo el viejo Lobo entre 1969 y 1973 fue instalar en el mapa del fútbol soviético al Dnipro, ascendiéndolo a la Top Soviet League por primera vez, clasificándolo sexto en liga y semifinalista en copa en la temporada del debut.

Antes de llegar al Dynamo de Kiev, Valery Lobanovskiy ya revolucionó el fútbol en Dniepropetrovsk.

La historia del futbol ha memorizado a Lobanovskiy como el padre del Fútbol Total del lado oriental del Telón de Acero. En una época de aislamiento, sin lazo alguno con la escuela holandesa, el entrenador ucraniano moldeó un juego con muchos rasgos comunes con el impulsado por Rinus Michels. Compartían trazas de identidad: el ritmo frenético, el compromiso colectivo, el intercambio posicional, el registro atlético…, aunque Lobanovskiy concedía menos libertades, admitía ciertas posturas especulativas y el armazón táctico habitual era el 4-4-2. Sin embargo, nada le distinguió tanto como el contenido científico de sus postulados. Lobanovskiy, más que agitar el fútbol, revolucionó toda las metodologías de entrenamiento. Comenzó a hacerlo en el Dnipro.

Allí, trasladó parte de la herencia recibida de Viktor Maslov, uno de los padres de la zona y la presión organizada, en el Dynamo de Kiev. La relación entre ambos siempre fue sulfúrica. Lobanovskiy abandonó el club de su corazón y marchó al Chornomorets Odessa y al Shakhtar Donetsk, siempre escoltado de Oleg Bazilevich, fiel compañero primero y escudero más tarde en los banquillos del Olímpico de Kiev. Lobanovskiy nunca se adaptó al mandamiento de Maslov de que “un equipo estrella es siempre mejor que un equipo de estrellas”. Esto sonaba muy soviético y convenía asumirlo, pero el futbolista Lobanovskiy siempre renunció, fue reacio cuento menos a hacerlo, a las influencias de Maslov, aunque es evidente que no fue así. A Valery siempre se le entendió como un hombre terco, demasiado orgulloso y rígido. Pero al Dnipro llegó con una formación que le delató: el 4-4-2 de Maslov, uno de los pioneros de este sistema en los años 60.

Tampoco parecía estar destinado a ser el entrenador que fueLobanovskiy se había retirado solo unos meses antes, en 1968, en el Shakhtar Donetsk, entonces un equipo de segunda categoría. Nunca dejó claro qué le condujo a convertirse en entrenador porque parecía destinado a ejercer de fontanero, pero cabe encontrar respuestas en una personalidad, en el fondo, muy analítica. Fue un hombre de inquietudes, tremendamente despierto. En su adolescencia había ganado premios de matemáticas en la escuela secundaria, estudió una ingeniería y creció en una época de entusiasmo científico en la URSS y, especialmente, en Kiev, centro de la incipiente industria informática soviética y sede del Instituto de Cibernética. Quién sabe cuánto influyó en la conversión de esta vocación a entrenador que su primera misión como ideólogo de un equipo fuera en una ciudad tan dominada por la investigación y la creación como Dniepropetrovsk. Nunca estuvo claro quién le reclutó de verdad ni por qué. Se conoce que fue Aleksander Makarov, el director general de la planta Yuzhmash (la entidad pública que controlaba el Dnipro entonces) y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Ucrania, quien le convenció, pero no quién le sugirió el nombre a él.

Unos años antes, durante la Copa del Mundo de Inglaterra 1966, la primera que se televisó en la URSS, Lobanovskiy y su inseparable Bazilevich trasnochaban reflexionando sobre los partidos de su país. La Unión Soviética fue uno de los mejores equipos de la primera fase y alcanzó las semifinales, pero la derrota ahí contra Alemania y frente a Portugal en el tercer y cuarto puesto les generaron preguntas. Apreciaron que la URSS estaba armada de notables talentos individuales como Valery Voronin, Slava Metreveli o Igor Chislenko (además del totémico Lev Yashin en la portería), pero el conjunto desafinaba. Descubrieron que selecciones como la alemana, la portuguesa y, sobre todo, la campeona, la inglesa, que causó un notable impacto en Lobanovskiy, poseían diferente cuajo colectivo, además de futbolistas de mayor velocidad y resistencia Comprobaron, según palabras de Bazilevich recogidas en la biografía de Lobanovsky [“Chetyre zhyzni v futbolye” (“Cuatro vidas en el fútbol”), de Vitaly Galinsky], que los sistemas de entrenamiento de la URSS “eran obsoletos y no cumplían con el espíritu de los tiempos. Había que cambiar radicalmente el trabajo educativo y la preparación de los entrenadores”.

Este fue el primer paso del Lobo hacia los banquillos. Aquellos análisis de Inglaterra 66 fueron el chispazo eyector. Comenzó a estudiar libros, artículos y conferencias de monumentos como Helenio Herrera, Alf Ramsey, Helmut Schön y Vicente Feola. Lobanovskiy creía que el fútbol soviético era arcaico, que estaba muy determinado, según entendía él, por la respuesta equivocada a un dilema que entonces casi nadie se planteaba: ¿Cuál es la prioridad para un entrenador? ¿Construir un equipo desde la idea de juego o desde las capacidades técnicas y funcionales de los futbolistas? El Lobo creía que los equipos de la URSS se edificaban desde la segunda y que ese enfoque era incorrecto y rancio. Conversando con Bazilevic, le dijo, citando a Marx: “Un esclavo que es consciente de su esclavitud es un revolucionario”.

Las dudas asaltaban la formación de Lobanovsky como futuro entrenador de élite.

Y así fue. Tiempo después, la obra de Lobanovskiy en el Dynamo de Kiev o en la selección soviética confirmó esa percepción del estratega ucraniano, ante todo, un dogmático implacable. Quizá ninguno de los grandes entrenadores de la historia del fútbol haya sido tan doctrinal: los futbolistas debían amoldarse a sus principios y esa ley regía sobre todo lo demás, desde los singulares procesos de reclutamiento a las decisiones sobre una alineación. Esa ley fue la ciencia. Y esa visión explica lo que sucedería luego en Kiev: la concentración de datos, los sistemas de selección (y alineación) basados en la psicología, las pruebas de aptitud conductual…

Su cambio fue, sobre todo, metodológicoNo tardó Lobanovskiy en instalar en el Dnipro las bases de los que se convertiría algunos años más tarde en un imponente movimiento ideológico en en el Dynamo de Kiev y en todo el fútbol soviético. El primer ladrillo fue su apuesta táctica. “Cualquier sistema es bueno, si encaja. No me importan las modas –confesó el Lobo-. No quiero imitar al Dynamo de Kiev (entrenado por Maslov) solo porque sea campeón con un 4-4-2. Las lesiones de los futbolistas pueden hacer que el equipo y el estilo sean inestables. Solo una cosa es segura: el Dnipro no divide sus líneas entre quienes atacan y quienes defienden. Aquí no tenemos diferenciación entre delanteros y centrocampistas. Todos deben llegar en posiciones cómodas a la punta del ataque, así que me lo planteo como un carrusel”. Fue en el Dnipro donde Lobanovskiy pronunció uno de sus memorables aforismos: “La forma de alcanzar el objetivo es la preparación de atletas polivalentes, preparados atléticamente en los sincronismos con o sin pelota, de manera que cada jugador sepa siempre dónde pasarla antes de recibirla y el equipo sepa cómo, dónde y cuándo atacar y defender. A veces la gente dice que el significado del fútbol es sólo el ataque, pero está más cerca de la verdad decir que cuando poseemos la pelota, estamos atacando, y cuando nuestros oponentes tienen la pelota, estamos defendiendo. A partir de este fundamento, la estrategia de fútbol se deriva: ¿cómo, dónde y cuándo atacar o defender? Lo más importante en el fútbol es lo que un jugador está haciendo en el campo cuando no está en posesión de la pelota, no al revés. Así que cuando decimos que tenemos un excelente jugador viene del siguiente principio: 1% talento y el 99 % trabajo duro”.

El cambio fue imponente y, aunque el Dnipro estaba en la tercera categoría, las innovaciones tácticas de Lobanovskiy abrieron una brecha generacional que, a largo plazo, provocó que la vieja escuela soviética asumiera los postulados del técnico ucraniano. Referentes como Beskov, Sevidov o Yakushin debieron reciclarse mientras una corriente juvenil, desencadenada por Lobanovskiy desde Dniepropetrovsk, cristalizaba en poco tiempo en figuras como Bazilevich, Malofeyev, Sadyrin… En una década, entre 1970 y 1980, el fútbol de la URSS regeneró sus sistemas de preparación y esculpió una nueva cultura nacional, reconocible, con sus facciones y un patrón de estilo.

El nombre del joven Lobanovskiy se expandió y ganó reputación. Su Dnipro hacía cosas que nadie había intentado en el campo metodológico. Allí se comenzaron a grabar en vídeo los partidos para su análisis. El equipo empezó a concentrarse en las primaveras en Sochi, para unas pretemporadas modernas. Y se alimentó un sentimiento de pertenencia a un vestuario, como si fuera una hermandad: en cada cumpleaños, el futbolista del Dnipro recibía del Lobo un bonito pastel, flores y una carta de felicitación. En dos años, un doble ascenso puso al Dnipro de Lobanovskiy en la elite soviética, la Top League. En su debut de 1972, acabó sexto, semifinalista de Copa y se confirmó como la alternativa ucraniana que acabó inclinando, a partir de entonces, el eje Moscú-Kiev hacia el occidente. Ese año ganó su única liga el Zarya de Voroshilovgrado (ahora Lugansk) y el Dynamo de Kiev fue subcampeón. Al contrario que sucedió con los clubes moscovitas, el fútbol se centralizó en Kiev con propósitos regionalistas y el Partido Comunista de Ucrania establecería una red en la que el Dynamo era el epicentro y los demás clubes, casi todos con sugerentes centros de formación, como el Dnipro, pasaron a actuar como sucursales. El mejor material ucraniano debía vigorizar al Dynamo en esas tensiones futbolísticas entre Kiev y Moscú que durarían casi 20 años.

La disciplina y meticulosidad táctica de Lobanovskiy comenzaron a ser famosas.

En esa temporada magnífica del debut, el Dnipro reunió, entre otros, al potente centrocampista Román Szniejdierman o al combativo delantero Valeriy Porkujan, hombre de confianza de Lobanovskiy (ex compañero de equipo suyo en Odessa). Con ellos, Lobanovskiy articuló un equipo levantado sobre los tres pilares de su método: la meticulosidad táctica, la disciplina y la preparación física. Ningún sistema de entrenamiento de la época ponía el acento tan exhaustivamente en el aspecto físico. Fue aquí donde el carácter científico y objetivo de su metodología adquirió toda su relevancia, con Dniepropetrovsk como cuna. Un hombre apareció en la vida de Lobanovskiy: Anatoliy Zelentsov, profesor decano del Instituto de las Ciencias Físicas de la ciudad, un experto en bioenergética y psicología que había destacado en el lanzamiento de jabalina en sus tiempos juveniles. Si Lobanovskiy fue el corazón del nuevo fútbol soviético, Zelentsov fue el cerebro. Después de conocerse, presentados por Bazilevich, ya nunca se separaron.

En sus primeros contactos en el Dnipro, Zelentsov animó a Lobanovskiy a implantar todo tipo de sistemas evaluables de control, previsión y gestión. Le recomendó recortar el tiempo de las sesiones de entrenamiento: como en todas las áreas productivas de la URSS, en el fútbol también se confundía cantidad con calidad. Lobanovskiy comenzó a aplicar así en 1972 el ‘método Zelentsov’ en el Dnipro al mismo tiempo que lo hacía el históricamente olvidado Bazilevich en el Shakhtar. Al año siguiente del ascenso de Lobanovskiy a la Top League, llego el suyo. Y cuando el Lobo se marchó a Kiev incorporó a su viejo amigo al cuadro técnico.

Postulaba que el error del rival era clave para jugar como queríaPoco a poco, en el Dnipro, ya con Zelentsov de apoyo teórico y práctico, Lobanovskiy fue configurando los principios de su método. Diseñó así tres teorías del pressing: la falsa presión, la media presión y la presión total. Su secreto fue coordinar las tres. La presión total consistía en lanzarse contra el rival en su campo, la media la aplicaba cuando el oponente entraban en su terreno y la falsa consistía en vigilar pasivamente al hombre del balón para animarlo al pase sencillo y proyectar entonces sobre los receptores la presión. Esa mecánica de presiones definiría luego al Dynamo de Kiev, donde Lobanovskiy adelantó los relojes casi 20 años: la presión no funcionaba como un arma defensiva sino ofensiva. El robo avanzado descorchaba el libreto de jugadas de ataque. “Lo primero que tenemos en mente es luchar por nuevas acciones que no permitan al oponente adaptarse a nuestro estilo de juego. Si un rival lo consigue y encontraremos una ‘contrajugada’. Esa es la dialéctica del juego. Tienes que evolucionar de tal manera y con una gama de opciones de ataque que obligue al oponente a cometer un error. En otras palabras: es necesario forzar al rival a hacer aquello que queremos. Una de las herramienta más importantes para hacerlo es variar el tamaño de la zona en la que juguemos”. Esto lo escribió Lobanovskiy hace 40 años. Junto a Zelentsov, elaboraron ‘The Methodological Basic of the Development of Training Models’, la obra fundacional del fútbol soviético moderno.

Un manual que conjuga táctica, biología (temas como las reacciones en la corteza cerebral de un futbolista creativo, los valores sanguíneos óptimos para el esfuerzo según demarcación, las respuestas metabólicas), psicología, sistemas de formación, áreas de entrenamiento (fuerza, velocidad, resistencia, coordinación), algoritmos a aplicar en función de los partidos, técnicas de memorización para automatizar el juego… Lobanovskiy y Zelentsov calcularon incluso el número ideal de jugadas para cada modelo de juego: cuántas acciones de pase corto o largo adelante o atrás, cuántos regates, cuántas recuperaciones, cuántos cabezazos… Fue la robotización del fútbol. Todo estaba cuantificado, otorgando un coeficiente en función de cada acción (pérdida, pase, recuperación, distribuciones…). Esto ayudaba a crear perfiles técnicos objetivos que determinaban desde los fichajes y las salidas a las alineaciones.

Este intensivo método no se perfeccionó hasta los años de Kiev, ya con la ayuda de la computación. Zelentsov sintetizó allí el fútbol en diagramas, tablas comparativas, juegos de probabilidades, conclusiones estadísticas, esquemas aritméticos y fluctuaciones analíticas. Todos los aspectos clínicos se filtraban por los primitivos ordenadores de Zelentsov en los años 70: los disparos a puerta, los robos, los centros desde un sector, los pases adelante, atrás, a tal compañero, en tal dirección, los tackles, los porcentajes de seguridad en las entregas, los metros recorridos, las veces que tocaba la pelota un central, un lateral, el delantero centro… También, los modelos psicológicos actualizados de cada futbolista, las variables de su estado físico… Fichar y jugar para Lobanovskiy era como pasar las pruebas del carné de conducir. “Hay muchas maneras de medir el estado físico de un futbolistas. Análisis de sangre, cuánto corre, cómo salta… yo prefiero un ordenador”, opinaba Zelentsov.

Su revolución causó impacto por los métodos… y los resultados.

Todo se medía a través de números y tablasPara Lobanovskiy, este cientificismo exagerado resultaba irrebatible. Entendía el juego como un aparato colectivo basado en las pequeñas coaliciones y asociaciones que se dan en los diferentes subsistemas englobados dentro de un gran bloque táctico. «Cuando yo era futbolista era difícil evaluar a los jugadores. El entrenador podría decir que alguien no estaba en el lugar correcto en el momento adecuado, y el jugador podría estar en desacuerdo con sencillez. No hubo ningún video, no hay métodos reales de análisis. Pero hoy en día los jugadores no pueden oponerse. Ellos saben que la mañana después del partido la hoja muestra todas las cifras que caracterizan su obra. Si el centrocampista ha cumplido sesenta acciones técnicas y tácticas en el transcurso del partido, entonces él no ha estado en forma. Está obligado a hacer un centenar o más”, defendía. Sus fríos cálculos no dejaban escapar nada. Si un partido debía empatarse, se empataba. Deshuesaba datos, situaciones posibles y escenarios futuros que le permitían inducir incluso el resultado óptimo: Tenía la fórmula: “Un equipo capaz de mantener su tasa de errores por partido en un 16-18% resulta prácticamente imbatible”.

Lobanovskiy renunciaba a los futbolistas lentos y estáticos, creía que, en función del oponente, podía ejecutar un golpe maestro adelantando a un central al centro del campo, instalando a un mediocentro defensivo como central o volcando al extremo a un delantero con poca finalización, pero buen ritmo. También creía que la educación táctica debía graduarse, desvinculaba fluidez de anarquía, dividía el terreno en nueve sectores (tres por carril) para estudiar las frecuencias posicionales, y los solapamientos, los ataques en oleada que tanto caracterizaron su obra (jugadas con hasta cuatro pases horizontales en carrera, como si fuera rugby, que empezaban en una banda y acababan con el gol en la otra y transformaban el 4-4-2 en un 2-2-4), debían limitarse para minimizar riesgos de contras…. En su libro ‘Fútbol contra el enemigo’, cuenta Simon Kuper: «Zelentsov tenía la premisa de que invertir una fracción de segundo en pensar era excesivo en el fútbol moderno, así que el jugador debe saber a quién y dónde pasar antes de recibir el balón. Con este fin, los jugadores del Dynamo tuvieron que memorizar jugadas, como si fueran jugadores de fútbol americano”. No obstante, todos estos postulados no fueron redondeados hasta la época de Kiev.

En sus conversaciones del año 1972 con Bazilevich, Lobanovskiy le aseguró que su Dnipro asimilaba bien el ‘método Zelentsov’: “Somos superiores a los rivales en movimiento, volumen e intensidad de las acciones técnicas y tácticas. Lamento que el nivel intelectual y técnico de los intérpretes sea limitado”. Y, antes de colgarle el teléfono, añadió: “¿Cómo sería trabajar con buenos futbolistas?”. No tardaría en descubrirlo, cuando los jefes del Partido Comunista de Ucrania acordaron que era el hombre ideal para poner a Kiev en la geografía europea del fútbol. Dejó atrás Dniepropetrovsk, la ciudad en la que vivió rodeado de científicos y del sentido marxista del trabajo. Una experiencia que constata hasta qué punto el contexto sociopolítico puede determinar algo más que el modo de entender el fútbol que tenía. También, la misma evolución histórica de este deporte. Kiev sería la estación central para eso.

Y, allí, fue donde el Lobo lanzó el telúrico aullido que aún retumba en cada esquina de una cancha.


14 comentarios

  • danityla 27 mayo, 2015

    Precioso. Tremendo. Clap, clap, clap

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  • Abel Rojas 27 mayo, 2015

    En serio, lo de Chema no es normal. Lo más brutal es que casi todos los temas que trata me son del todo desconocidos y cuando termine el texto siento una familiaridad que me encanta.

    Esto me parece poesía:

    "“Somos superiores a los rivales en movimiento, volumen e intensidad de las acciones técnicas y tácticas. Lamento que el nivel intelectual y técnico de los intérpretes sea limitado”. Y, antes de colgarle el teléfono, añadió: “¿Cómo sería trabajar con buenos futbolistas?”."

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  • geryon 27 mayo, 2015

    Otro que va al Loquendo del tirón.

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  • @9LutherBlissett 27 mayo, 2015

    Para mí Lobanovski es uno de los entrenadores más importantes de la historia del fútbol. No conocía todos los detalles del texto (Inmenso Chema Bravo) pero algo conocía de haber leído "Fútbol contra el enemigo".
    La reflexión que a mí me queda es que parece que el observar el fútbol desde un punto científico parece que es cosa de hoy, sin embargo hacer ya más de 40 años hubo gente que fue abriendo camino y en los sitios más inesperados como era la URSS. Además se puede decir que creó una escuela de fútbol (no solo soviética) ya que sus postulados no están muy lejos de los de Kazimierz Górski en Polonia, Vaclav Jezek y Jozef Venglos en Checoslovaquia o Miljan Miljanic en Yugoslavia (todos con sus obvias diferencias). Este último entre otras cosas cuando fichó por el Madrid (1974) revolucionó los entrenamientos con una metodología nueva e introdujo por primera vez en el club la figura del preparador físico.
    Volviendo a Lobanovski, alguien se puede imaginar lo que hubiera podido ser si su carrera se hubiese desarrollado en Occidente en un club con más medios y con más posibilidades de fichajes.

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  • Ricardo 27 mayo, 2015

    Tremendo articulo, Chema. Me ha encantado.

    ¿La biografia del Lobo está en castellano?

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  • @Chemaerrebravo 27 mayo, 2015

    @Ricardo

    No, Ricardo, solo conozco su edición nativa.

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  • @allan_ha 27 mayo, 2015

    Chema, mis respetos. Esto es una obra de arte, gracias, sinceras gracias, por darnos este impresionante material.

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  • @MatiasBaader 27 mayo, 2015

    Buenísimo texto! Creo que hay varias cosas que las menciona Jonnathan Wilson en "La Piramide Invertida" o "Behind the Curtain".

    Creo que Bielsa es muy parecido a Lobanovski en ese aspecto, basándose más en la táctica que en el desempeño individual.

    Saludos!

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  • andraujo 28 mayo, 2015

    Es que el fútbol no es sólo lo que sucede en el campo.

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  • @_H___H_ 28 mayo, 2015

    Impresionante, me fascinó el artículo, cuántas historias increíbles que tiene este deporte, deberían haber más historiadores del fútbol.

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  • Abel Rojas 28 mayo, 2015

    @ Blisset

    "Para mí Lobanovski es uno de los entrenadores más importantes de la historia del fútbol"

    No creo que haya dudas 😉

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  • Brahm777 28 mayo, 2015

    Maravilloso el articulo, @Chema como siempre se lleva 12 puntos de 10 posibles.

    Para comprobar la fuerza del trabajo de Valeriy Lobanovskiy, solo hay que ver como funciona el futbol ucraniano. Desde el futbol base al profesional. En todo esta Lobanovskiy. Cosa que a dia de hoy no me parece para nada una ventaja.

    Porque hay una cuestion que aqui no quieren ver en el trabajo de Valeriy Lobanovskiy. Si hablamos de sus trabajos mas importantes (las 3 etapas en el Dynamo de Kiev) ninguna fue igual a la anterior. Valeriy sabia que el futbol evolucionaba. Claro que el tenia sus ideas, y muchas cosas las llevaria hasta el final de su carrera, pero siempre habia algo nuevo. Siempre habia una mejora, una evolucion. Eso se ha perdido. La gente sigue trabajando como lo hacia Valeriy Lobanovskiy a finales de los 90.

    Eso muestra su importancia y el respeto a su figura, pero el no querria eso… Siempre buscaba la evolucion. Estar un paso por delante de los demas. Ese era su maximo objetivo. Estar siempre un paso por delante del rival. Hacer un jaque mate, despues de liberarse de un jaque a su rey.

    Ese fue Valeriy Lobanovskiy, como lo escribe @Chema en este articulo.

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  • michel 29 mayo, 2015

    Impresionante artículo. Conocía escasamente la obra de Lovanovsky aún así me quede perplejo con su metodología. En cierto modo me recuerda a Van Gaal. Podriamos decir que Van Gaal es uno de sus alumnos aventajados???
    Enhorabuena y gracias.

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  • […] Valeri Lobanovski: http://www.ecosdelbalon.com/2015/05/valeri-lobanovsky-comienzo-dnipro-dnipropetrovsk-con-zelentsov-p… […]

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