Puede ganar la Copa de Europa. Los resultados de Luis Enrique en las noches que definen títulos alcanzan el sobresaliente, su FC Barcelona encuentra argumentos para sumar victorias contra adversarios de todo calado. Anoche pasó por el Camp Nou el rival más duro que verá su grada en este curso; salvo nacimiento inesperado de una nueva potencia, algo muy improbable a una semana de que nazca abril, nadie va a mostrarle un fútbol superior al practicado ayer por su eterno oponente. Y le venció. Y no sólo eso, sino que podría volver a vencerle. El cóctel conformado por su formidable balón parado (se le atribuye a Juan Carlos Unzúe), la mente defensiva de Piqué y su delantera colosal, salpimentado por un estilo futbolístico discutido pero que permite que tales avales consten con frecuencia, superó la prueba más exigente dándose el lujo de no sufrir en el tramo final. Más allá no queda nada. Si a este Barça se le escapa algún trofeo no será porque su apuesta no valía. Su apuesta vale para cualquier desafío. Está contrastado.
Puede ganar la Copa de Europa. Cuando juega a pleno rendimiento, la cima del fútbol en Europa, en estos momentos, es suya y solo suya. Nadie alcanza el nivel que, a veces, alcanza el Real Madrid. Durante una hora, ante Messi en su morada, ofreció una demostración. Tras un periodo larguísimo de dudas y derrotas, los blancos llegaron al Clásico embutidos en una piel de cordero que les sentó de maravilla. Perdieron y salieron reforzados, residiendo justo ahí la clave de su despertar. Apenas necesitaban reencontrarse con lo que fueron. Si lo lograban, ni siquiera una derrota, siempre factible cuando se visita un Templo, anularía su experiencia. Por eso se obsesionaron con reproducir punto por punto cada uno de sus sellos de identidad: una defensa táctica y pasiva en 4-4-2, una actitud reflexiva y segura con el balón en los pies y el desarrollo del sistema de los dos Puentes, con los matices que ahora presentaremos. Como consecuencia, el quizá equipo más temido de la Champions, hasta el minuto 60, no supo ni qué hacer. No obstante, el Real perdió por algo. Tan cierto es que su potencial resulta impresionante como que se trata de un conjunto imperfecto.
Toni Kroos cuajó un servicio defensivo impoluto contra el adversario que más le exige en lo personal.
Messi no pudo intentar con comodidad ni un solo pase de los suyosEl origen de la batalla radicó en la apuesta defensiva del Real Madrid. Abrió a Isco, cerró a Modric, bajó a Bale, formó un todo, caminó cinco pasos hacia atrás y esperó al Barcelona con más paciencia que Job. Dentro de una actuación colectiva de primer orden, tres jugadores se destacaron sobre el resto y uno sobre estos tres. Isco, Marcelo y Ramos conglomeraron el grupo A. El tajo del malagueño sobre la línea de pase hacia Messi ralentizó dos velocidades la salida desde atrás azulgrana. Isco carece de físico y conocimiento para las labores de intendencia, pero protegido en lo táctico y concentrado por un día, sus habilidades le permiten lastrar mucho el rendimiento de Lionel. Ha sucedido ya tres veces. Se basa en que su manera de pensar se parece a la del genio; Isco intuye cuándo, dónde, cómo y por qué quiere Messi recibir la pelota, a menudo se anticipa a sus mini-desmarques y así pone sobre la mesa el único defecto del mejor (que, sin la pelota, la velocidad de sus movimientos no destaca). Marcelo, acercándose al «10» pero sin abrirle la puerta de su espalda, complementó el curro del centrocampista. Sobre Ramos nos detendremos en dos párrafos y sobre el defensor más espectacular, por acierto y sorpresa, lo hacemos ahora. Fue Toni Kroos. Impactante. Quién sabe, lo mismo haber sido el pivote de un equipo sin ton ni son durante mes y medio ha acelerado su crecimiento en tan complejo puesto. Resolvió a la perfección sus tres retos claves: el cierre a Messi en las que pocas veces que éste se impuso a Isco -algo delicadísimo para un mediocentro-, los desmarques al espacio de Rakitic y, muy especialmente, la decisión de cuándo convertir el pasivo sistema defensivo blanco en una presión con fin de robo. Cada vez que un culé recibió un pase de espaldas a Casillas, Kroos salió o motivó salir a por él como si de Xabi Alonso se tratara. Y recuperaba. Cuidado con el futuro de éste.
Luis Suárez, heróico, sacó al Barça de la cueva incluso cuando peor lo estaba pasando.
El Jefecito Mascherano personalizó la lentitud de la posesión culéEso sí, sin restar mérito al entramado de Ancelotti, su rival le ayudó bastante. A efectos prácticos, Leo Messi es el centro del campo del FC Barcelona. El argentino se encarga de llevar el balón hasta la delantera, de elegir el lado de ataque y de gestionar los ritmos del fútbol. Al conseguir el Madrid reducir o trivializar su participación, el Camp Nou se quedó huérfano de juego. Los defensas azulgranas no sabían dónde o a quién pasar el balón, mientras que la medular evidenciaba que carecía de hoja de ruta a seguir si se daba una situación semejante. El Barça no estaba ejecutando mal un plan; sencillamente no tenía nada que ejecutar. Movía la pelota con extrema lentitud -recordemos que su identidad actual se caracteriza por su vértigo- y en zonas inocentes. Con el trascurrir de los minutos se intentó cambiar de lado y buscar a Neymar en vez de a Messi, sin éxito alguno. Recolectando con esfuerzo, dos jugadas podríamos rescatar; el pase vertical de Mathieu a Iniesta -acción que requería un despiste de Bale- o un envío aún más largo hacia alguno de los apoyos de Luis Suárez, cuya titánica actuación le permitía anticiparse a Pepe o Ramos y, al menos, sacar alguna falta. Una de ellas dio pie al 1-0, de hecho. En cualquier caso, la tónica general estribaba en una cadena de pases sin sentido ni compás que derivó en una sangría de pérdidas en campo propio durante el epílogo de la primera mitad. Y cuando este Barça ni grita ni corre… ocurre lo que ocurrió.
Sergio Ramos obligó al Real Madrid a desplegar el fútbol que le permitió ser superior.
Si Sergio Ramos no existiera, el presente del fútbol perdería categoría. La primera hora de partido fue muy, muy suya. Obligó a sus compañeros a ser mejores que el Barça, tomó todas las iniciativas necesarias para forzar movimientos colectivos ganadores y dotar de confianza a los suyos. Por ejemplo, apuró cuanto pudo la salida rasa de balón, usualmente en función de la posición de Rakitic. Si el croata presionaba, Sergio buscaba dividir directamente con un pase tenso hacia Isco o Kroos, aprovechando la perfecta colocación de ambos, que siempre le ofrecían líneas de pase diagonal. Si por contra reculaba Ivan, Ramos iniciaba la carrera y dividía conduciendo. No rehusó del cambio de orientación y no vaciló a la hora de instalarse en campo culé si su equipo la manejaba en el mismo, edificando el primer puente de Carlo, algo que, por cierto, también hacía Pepe en el otro lado cuando convenía a su sistema. Este fue el primer motivo por el cual el Barça, poseedor del contraataque más letal del continente, no podía correr ni cuando el Madrid la tocaba arriba. La colocación blanca, inspirada por Sergio Ramos, había recuperado su calidad. Efectivamente, en el primer gol pudo hacer más; el centro de Messi superó la idoneidad, Mathieu atacó como un panzer y el Barça está marcando más tantos de estrategia que el Atleti de Simeone, pero en efecto, el andaluz perdió la marca. A cambio, propició momentos de fútbol escandaloso que, sin él, tal y como llegaba el Real Madrid a nivel de juego y autoestima, hubieran sido terminantemente imposibles. Que cada cual repute lo que valore.
Una vez más, Benzema convirtió el épico Camp Nou en su salón de baileEl otro guardián del sistema de Ancelotti, Luka Modric, también completó una actuación influyente. Al menos, mientras Benzema y Ronaldo fueron debidamente habilitados. Karim y Cristiano, con el primero en el centro y el segundo en la banda, configuración abandonada en los últimos tiempos pero que al Barça siempre le ha causado un daño atroz, recibían con suma comodidad e interpretaban el juego con delicada precisión. Si entre los dos podían armar la ocasión, la precipitaban; si no, como correspondía a la mayoría, templaban y aguardaban a que Modric e Isco alcanzasen altura de interiores. Les pasaban la pelota, hacían tiempo asociándose y esperaban a que Kroos, Marcelo y Carvajal ganasen posiciones de ataque. Lo de Toni y Marcelo, ambos jugando prácticamente solos porque nadie los custodiaba, pareció una situación casi anti-competitiva. Hacían lo que les daba la gana. Sin embargo, el Barcelona resistió. Lo hizo por tres motivos. El segundo, la fantástica diligencia de Claudio Bravo, portero al que no se le recuerdan fallos graves y que está dejando milagros por el camino. Transmite una sobriedad tremenda y colabora de modo decisivo en la seguridad aérea generada por el Barça. La segunda razón, seguro que dolorosa para Ancelotti, fue el decepcionante aporte de Bale. No estuvo inactivo porque Modric no se lo permitió, pero gozando de una superioridad colectiva evidente, no realizó ni una jugada para el recuerdo. La falta de pegada del Madrid, en cierta proporción, se debió a su opacidad. Aunque por encima de cualquier matiz, se debió a Gerard Piqué.
Piqué ha modificado su manera de jugar para sumar al Barça de un modo que nunca le enseñaron.
El declive y posterior hasta pronto de Puyol inauguró un deporte que, en la Tierra, sólo practica Piqué: ser el central de este Barcelona. El capitán moral y táctico del Camp Nou acumulaba tres años de sufrimiento en los que había intentado comunicarse con gente que no entendía su idioma. Piqué no podía promover un achique en banda, una presión en campo contrario o un repliegue inteligente porque sus compañeros no sabían interpretar qué les pedía con su postura y altura. Gerard era como Napoleón dirigiendo a los indios, Aragorn liderando a los orcos, Steve Jobs en la tienda de un chino; una mente privilegiada al mando de una fuerza que jamás empatizaría con su manera de ver el fútbol. Para competir ha abandonado la búsqueda del equilibrio, ha dejado de pretender una defensa estabilizada, ha aceptado sin melancolía que este equipo juega en otro término. Actualmente, Gerard clava sus pies en el suelo hasta el último momento, lee con velocidad cuándo el ataque se precipita y solo entonces, cuando el punta se dispone a arriesgar, él asume el riesgo. Su lectura le ha orientado de la forma correcta, su alarma le explica cuál es el timing y su técnica acerca el balón a su pie. Piqué aguarda hasta que la jugada vibra de miedo porque es entonces cuando el delantero se dispone a lo más difícil, cuando se dispone a perder precisión. Piqué ya no ofrece salud. Sabe que es imposible. Lo que ofrece ahora es vida. Fallará pronto, su marco parece insostenible. Cuando yerre, recuerden su récord de aciertos. Lo está instalando en esta racha brutal. Parece Messi mudado de área.
A propósito, no hay palabras para loar un deporte que presenta las actuaciones de Piqué y Ramos en un pack de 90 minutos. ¿Cómo pueden dos centrales, dos tipos que ocupan la misma posición, merecer tanto halago desempeñando tareas tan distantes? Ni por un segundo Gerard y Sergio pensaron algo parecido. Y todo lo que pensaron fue preciso. Uno hacinó milagros. El otro le obligó a ser Santo. Ayer venció el catalán.
El Madrid renunció a su plan, liberó a Messi y el Barcelona pudo golearAsí envejecía el Clásico cuando Dani Alves, de un solo pase, encontró a Suárez en la espalda del Madrid. Un desmarque de Rakitic atrajo a Ramos, Pepe tardó un poco en ver el lance y la conjunción entre el milimétrico envío, el perfecto movimiento y el exagerado control dejaron al uruguayo, algo desequilibrado y esquinado, en posición de disparo desventajoso. La acción culé es portentosa, y justa con el indescriptible choque de Luis, pero ese tiro no puede entrar en ningún partido de élite. Acabó en la malla porque el portero del Real Madrid no confía en sus capacidades y se venció a un lado antes de que saliese el chut. El gol lo cambió todo porque cambió la actitud del equipo que dominaba. Dos aspectos modificaron su condición: empezó a meter el pie en defensa y perdió la paciencia en ataque (con ésta, el tiempo para construir los puentes); una bomba que explotó de lleno y liberó a Messi de su clandestinidad. El argentino comenzó a recibir de seguido contra un rival desestructurado y que, encima, intentaba quitarle la pelota, permitiéndole así eliminar defensas y generar desajustes. Lo mismo ocurría con Neymar en la banda contraria, aunque sus últimas decisiones no fuesen tan acertadas. Y Luis Suárez, de espaldas a portería, ponía todo el orden y su generosidad. El partido se había vuelto loco porque el Madrid se había convertido en el Manchester City. Como ante los ingleses, únicamente el desacierto en la definición evitó un resultado abultado para los azulgranas. Cuando Messi corre, ni siquiera el Real puede competir contra el Barcelona. Cabe reseñar también que a 10 minutos del final, con los blancos ya partidos, Luis Enrique dio ingreso a Xavi y éste se hizo notar. Racionalizó las posesiones para que, aun siendo verticales, no lo fueran demasiado. Hernández.
El Barça siempre es lo máximo que su rival le permite ser; siempre está listo para renacer si le dejan.
El Clásico deja una Liga con favorito, un Barça de imperfección legitimada y un Madrid de futuro a revelar. Cuatro puntos a falta de 10 jornadas suponen una ventaja considerable, Luis Enrique no parece disponer de recursos para solucionar esos problemas que casi nunca le impiden ganar y Ancelotti tendrá que transformar una, al fin y al cabo, derrota en un punto de inflexión positivo. Igualmente, también se sembró la sensación de que si ambos conjuntos lograsen superar su ronda de Champions y el sorteo las emparejase en la semifinal, los azulgranas se pondrían más tristes. Ganó el Barcelona, pero el mango del Clásico pertenece al Real. Siempre sin ignorar el aforismo de Messi. Es justo y necesario destacar cómo lo reduce su archienemigo, pero incluso así, Leo no marcó dos goles de puro milagro. Las dos ideas dibujan el fondo.
danielgi610 23 marzo, 2015
Partidazo. Lo de Piqué fue impresionante, ayer hasta el espectador con menor idea de fútbol creo que lo hubiera notado, estaba en todas corrigiendo. Hubo un autopase de Benzema que bloqueo que creo que hubiera completado VS el 99% de los centrales de la actualidad. Creo que el Madrid fue superior y que si se repitiera el partido ganarían, porque con un Modric y un Ramos todavía recuperando ritmo dieron mucho juego de calidad. El Madrid con la pegada que tiene no vuelve a fallar todas las que fallo en el primer tiempo. El Barcelona si tuvo muchas llegadas pero cuando el partido se partió en la segunda mitad. Espero ver este cruce en semis de Chmapions, para emparejar al justo ganador con el Bayern en la final