Como un templo de grande. Así es la obviedad por la que el fútbol es de los futbolistas y el techo de un partido lo marca la calidad en suma de todos sus actores. Cuanto más sumen entre todos, más competitividad y capacidad de ofrecer algo potente habrá. Como avisado estaba todo el mundo sabiendo plantillas y alineaciones del gran derby lombardo, se aceptó que los escudos eran de pega y la calidad de perfil bajo. En San Siro seguramente se empató a todo lo que buenamente pueden empatar Inter y Milan, en el partido que inauguraba la nueva etapa de Roberto Mancini a los mandos de la escuadra visitante.
Ningunó dominó ni acertó en las más claras. Un empate justo
No fue precisamente de esos encuentros de los que se dice que tuvo de todo. Como en Italia se juega a dos ritmos, el de la Juve y el del resto, con una Roma entre dos aguas, la pelota está potencialmente rodeada de errores y lentitud, El 1-0, obra de Ménez, brutal de ahí que un talento tan discontinuo como el de Ménez pareciera en la previa lo más consistente y lógico para dejar su impronta. Más allá de su golazo -imperial golazo de genio-, el francés siempre fue el distinto. Sobre todo en el arranque y segundo tramo de primera parte, en los que cuesta no ser condescendiente con lo que determinados jugadores en particular pueden ofrecer en cada situación del juego: balones rifados, conducciones largas que se convierten en balones divididos, poco orden general y menos luz como resultado. Como el Milan tenía al bueno, una gran jugada entre El Shaarawy y Essien, finalizada -e iniciada- por Jeremy, determinó por fin quien llevaba las blancas.
Si bien, ninguno de los dos estuvo demasiado cómodo en una fase concreta, o si lo estuvieron fue con el Milan sin balón y el Inter al final buscando el empate. Mancini dibujó un 4-1-4-1 sin plan concreto. Algo de actividad de sus laterales para investigar a Rami, ayer de ‘2’, y las carencias defensivas de De Sciglio, con Nagatomo-Palacio en derecha y Dodo en izquierda. Como el Milan se adelantó, sin dudas se retrasó, entregando la pelota en uno de esos repliegues primitivos postancelottinianos, acumulando hombres en 30 metros sin más animo que el de ser un pelotón, incluidos delantero centro y atacantes de banda. El Inter la pasaba con Kovacic, el más externo de los centrocampistas ayer, juntándose con Obi y Kuzmanovic, más Palacio activando la banda derecha y a esperar. En este tipo de situaciones, ante la falta de calidad para inventar algo, suele convenir que el rival se abra y encuentres un espacio sobre el que ponerse el dedal y enebrar en un segundo una ocasión, balón parado o saque de esquina.
El repliegue del Milan estuvo cómodo pero cabía el error en él
El gol de Obi suele suceder cuando la acumulación de futbolistas no sólo tapa los espacios al rival, sino también al compañero. El jugador no defiende una zona concreta y racional, sino su propio metro cuadrado, despejando bien o mal lo que le caiga. Zapata despejó con la tibia y muy mal un centro lateral cuyo rebote se convirtió en un pase perfecto para que el nigeriano orientara un buenísimo disparo lamiendo la cepa del palo. Con 1-1, Mancini dio entrada a Hernanes. El Inter se adueñó del esférico. El Shaarawy e Icardi las tuvieron claras pero empataron ahí también.
Danityla 24 noviembre, 2014
Madre qué gol. Me pareció propio de un Suker. No conozco nada a este jugador pero habrá que seguirle. Vaya clase.