«Un día en el vestuario, Louis van Gaal se bajó los pantalones diciendo que, así como se podía quitar los pantalones, también podía bajarnos a cualquiera del equipo. Fue algo muy loco», Luca Toni.
«La actitud bávara frente a la vida encaja conmigo a la perfección. ¿Por qué? Porque el lema del Bayern es ‘Mia san mia’ (‘nosotros somos nosotros’), mientras que el mío es ‘soy como soy': confiado, arrogante, dominante, honesto, trabajador e innovador». Como siempre, Van Gaal se presentó ante su nueva afición sin cortapisas ni cortafuegos. Venía de triunfar con el AZ Alkmaar, un club de provincias en el que, tras reinventarse, había logrado recuperar la fuerza, la determinación y la confianza que le caracterizan. Lejos quedaban ya sus fracasos en Barcelona y Holanda, los cuales le habían hecho plantearse la posibilidad de una retirada anticipada. Louis estaba en forma y esto es, precisamente, lo que necesitaba Uli Hoeness para revitalizar al Bayern Munich. El club bávaro ganaba, pero no arrasaba. Vencía, pero no convencía. Parecía un gigante dormido. Y Hoeness, su por entonces presidente, quería un «football teacher» que lo despertara a tiempo para no dejar pasar una oportunidad histórica: ganar la Champions en su propio estadio. Nadie lo había logrado desde 1965, pero Louis van Gaal iba a tener tres años de margen.
Su andadura en Munich no comenzaría nada bien. A una pretemporada muy movida por la marcha de Lucio y la suplencia Luca Toni, le siguió un inicio liguero nada prometedor (21/39 puntos) que le hizo conocerTras un pésimo inicio en la Bundesliga, cambió su forma de comunicarse el complejo entorno del Bayern «Está desorientado», comentaba Franz Beckenbauer a mediados de octubre por sus continuos cambios. «Los jugadores del Bayern no son niños pequeños», decía Willy Sagnol en relación a su forma de entrenar. Mientras, Hoeness se sumaba diciendo que «una sola persona no podía controlar todo» y Rumennige, haciendo lo propio, le pedía que «delegara responsabilidades». Ninguna de estas declaraciones eran del gusto de un Van Gaal que veía peligrar su autoridad frente a los jugadores, pero el holandés ya no era el mismo que en 1997 había desembarcado en el Camp Nou con la intención de no rehuir ni un solo enfrentamiento. «Mi forma de comunicarme era un problema. Ha sido un inicio desafortunado, pero he cambiado mis charlas con los jugadores y ahora es mucho mejor. Mi única intención es ayudar a los futbolistas. Pido que usen el cerebro porque creo que el fútbol, en gran parte, se juega con la mente», confesaba en unas palabras que recoge la interesante biografía de Maarten Meijer.
Ya llevaba muchos tropiezos como para no haber aprendido de ellos. Sobre todo porque, en su caso, el traspiés siempre llegaba en la misma piedra: «Cuando comencé en 1991 con el Ajax, en la primera parte de la temporada la gente sólo quería a Johan Cruyff. Eso no fue divertido para mí. Los jugadores necesitan tiempo para adaptarse a mí, para conocer cómo soy como persona y como entrenador. Con el Barcelona fue lo mismo. Necesité cuatro o cinco meses antes de que todo fuera a mejor. Lo mismo sucedió en el AZ, y exactamente así sera con el Bayern Munich. Estoy confiado con que la situación aquí cambiará».
Su influencia fue más allá de construir un equipo: cambió la carrera de muchos de sus futbolistas.
Y cambió. El 29 de noviembre, con una contundente victoria ante el Hannover, el Bayern Munich inició una racha de nueve victorias consecutivas que no se cortaría hasta el 20 de febrero, cuando ya eran líderes de la Bundesliga. La clave, además del mero paso del tiempo y el cambio en las charlas, estuvo en la pizarra del neerlandés. Después de iniciar el curso con un 4-3-3 y probar en Hamburgo un 3-3-3-1 en el que Bastian Schweinsteiger actuó como carrilero izquierdo, Van Gaal encontró en el 4-2-3-1 (4-4-1-1 para él) el esquema ideal para propiciar la armonía colectiva desde la calidad de sus futbolistas. Y es que, en este contexto en concreto, fue el trabajo individual del entrenador lo que permitió la creación de un súper equipo.
Más allá de los retoques concretos, como el de dar entrada a Butt (por Rensing) o a Van Buyten (por Lucio), lo que hizo Louis van Gaal en Munich fue cambiar para siempre y para mejor la carrera de varios de los jugadores más importantes de la institución bávara. En el caso de Philipp Lahm el matiz fue mínimo, pero resultó fundamentalBastian Schweinsteiger se convirtió en un gran mediocentro con Louis. Después de haber despuntado como lateral izquierdo en el Stuttgart y consolidarse en dicha posición tanto en el Bayern como en la Mannschaft, Van Gaal decidió cambiarle al perfil derecho. Es decir, ponerle en su perfil -más- natural. Y funcionó. Su carrera se impulsó con una fuerza que parecía haber perdido en los últimos años y, con la ayuda extra de Juup Heynckes y Pep Guardiola, se convirtió en más que un lateral. Aunque, para sorpresa, el cambio de posición de Bastian Schweinsteiger. Del extremo al centro del campo cada vez hay menos metros, pero en «lenguaje fútbol» la distancia es una vida. Salvo para Louis. «Cuando llego a un nuevo club, hablo con cada jugador de su demarcación, de su personalidad, del equipo y de cómo interactúa con sus compañeros. A Bastian le dije: ‘Creo que debes colocarte en el centro del campo’. Y, aunque nunca había jugado en aquella demarcación, después de dos semanas de entrenamiento y de dos partidos, se dio cuenta de que rendía mejor que nunca. Por esto mismo digo que la concepción del juego es siempre el factor unificador», recordaba hace unos meses. La adaptación de Schweinsteiger al doble pivote, el cual compartía con Van Bommel o Timoshchuk, sorprendió a todos por su velocidad y éxito final. Ese mismo año, el rubio se convirtió en el mejor pasador en campo contrario de la Bundesliga con un 80% de acierto. Su criterio, movilidad y dinamismo son seña de identidad del Bayern 2009-2013, un equipo que empotraba a sus rivales contra su portería gracias al empuje de su medular…
… y de la amenaza de sus extremos. «Robbery» tardaría cuatro años en bordar la quinta estrella al pecho de su camiseta, pero su funcionamiento fue positivo desde el principio. Todo nació en verano de 2009 cuando,Robbery se convirtió en un arma de destrucción en una de esas charlas que el entrenador holandés mantenía con sus jugadores sobre su posición en el campo, Van Gaal le propuso a Ribery ser el diez del equipo. Su idea era que el Bayern formara en 4-4-2, trazando un diamante más o menos estrecho en el que el francés ocuparía la mediapunta. Las reticencias de Franck, que unos años antes no hubieran servido de mucho, provocaron que Louis cambiara su parecer y, por ende, pasara a necesitar un extremo derecho. «Van Bommel habló con él por teléfono y él quería venir. El problema es que él jugaba de extremo izquierdo en la selección holandesa, pero yo sólo tenía hueco en la derecha. Le pregunté si jugaría ahí en el Bayern y él me dijo inmediatamente que sí. Al final, el hecho es que si Ribery hubiera sido feliz jugando como diez, Robben no hubiera venido», reconoce. No sabemos que habría pasado de haber sucedido lo contrario, pero la realidad es que, de inmediato, Arjen se convirtió en el futbolista más determinante del Bayern Munich. En este primer año, mismamente, el holandés fue el máximo goleador del equipo en Bundesliga con 16 tantos. Y lo mejor aún le estaría por llegar. No lo haría con Louis, sino con Juup, pero Robben no duda en nombrar a su compatriota como «el técnico más importante de su carrera».
Una respuesta que, posiblemente, también compartan otros tres de sus compañeros que, por entonces, estaban en el filial del Bayern. «Un día quise saber quién estaba listo para ascender por el sistema de juveniles, y Gerland fue el hombre que me respondió: ‘Müller, Badstuber y Alaba. Estos tres están preparados’. Permití que se entrenaran con el primer equipo, los observé de cerca y decidí dónde iban a jugar», explica en una gran entrevista. Concretamente, Louis colocó a Müller como segunda punta, a Badstuber como central zurdo y a Alaba como lateral izquierdo. El austriaco era centrocampista y el alemán jugaba de lateral, pero Van Gaal no dudó en cambiarlos de posición y así, hasta el momento, es como ambos se han consolidado en la élite del fútbol europeo. Su trabajo con dichos canteranos, junto a lo anteriormente comentado sobre Lahm, Bastian y Robben, es el gran legado de Louis van Gaal en Munich. «Si podemos reforzar el equipo, compraremos. Pero yo no soy el tipo de entrenador que compra por comprar. Soy un entrenador que quiere -y puede- mejorar a sus futbolistas», suele decir. Y tiene razón.
Su primera temporada fue un éxito en trabajo, juego y resultados. El triplete estuvo a solo un partido.
En el corto plazo, el holandés también triunfó a lo grande. El curso 2009/2010 se saldó con un doblete nacional que, además, se vio acompañado por una línea de juego creciente. «Hemos jugado un juego muy atractivo, mirando siempre al ataque y poniendo al rival en mucha presión. Tengo un gran equipo. SiempreLa admiración de Van Gaal por su amigo Jose Mourinho es mutua hemos creído que podríamos hacerlo juntos, y este es el resultado», comentaba. Y pudo ser mejor. Tras superar a la Fiorentina en octavos, al Manchester United en cuartos y al Olympique de Lyon en semifinales, el Bayern Munich se plantó en la final de la Champions League que se disputaba en el Santiago Bernabéu. Allí no estaría Franck Ribery que, con una roja en semifinales, completó una temporada nada reseñable. Estaba jugando donde quería y cómo quería, pero nunca terminó de explotar con Van Gaal. Decía que su filosofía era «muy difícil de comprender» y que, durante su etapa, «nunca había disfrutado sobre el césped». Sea como fuere, el Bayern estaba presente en el partido más importante del año y, además, éste estaba cargado de simbolismo por su rival: el Inter de Milan de José Mourinho. «Es genial el hecho de que pueda enfrentarme a un hombre que es amigo y a quien admiro por el trabajo que está haciendo como entrenador. Y si es bueno para mí, para la prensa es brillante. Vais a ver las mejores ruedas de prensa que podíais desear», decía Van Gaal. «Louis había sido muy importante para mí. Con él desarrolle una estrecha relación y me dio mucha confianza, además del control absoluto de las sesiones de entrenamiento. Con él, comencé a ser un entrenador sobre el césped», respondía Mourinho.
El partido en sí, aunque fue tan cerrado como se preveía y se terminó decidiendo por detalles, mostró cómo el equipo italiano estaba mucho más rodado y trabajado que el alemán. Mourinho había tenido un año de margen, suficiente como para jugar con «las blancas» e imponer el tipo de final que le interesaba a su equipo. Con un 66% de posesión para el conjunto muniqués, mientras Thomas Müller y Arjen Robben perdonaban ante Julio César, fue Diego Milito quien, al contragolpe, marcó las diferencias. «En partidos tan complicados, necesitas marcar en el momento justo. Y el Inter los marcó en el momento justo. No hemos estado en nuestra mejor forma hoy, pero defender siempre es mucho más fácil que atacar», reflexionaba Louis van Gaal sin querer quitar ningún mérito a la victoria nerazzurri. Aún le quedaban dos años de margen.
Las cosas se le torcieron desde muy pronto en su segunda temporada. Y no logró reponerse.
En aquel verano de 2010, además, se disputaría una Copa del Mundo en la que el holandés sería uno de los grandes ganadores. No entrenaba a ninguna selección, pero su nombre fue uno de los más repetidos y elogiados durante la cita. La exuberante irrupción de Thomas Müller en el panorama mundial, el liderazgo de Arjen Robben con Holanda o el triunfo final de Puyol, Xavi o Iniesta, tres jugadores a los que hizo debutar, provocaron que los ojos de medio mundo volvieran a centrar su mirada en Louis van Gaal, ese entrenador que quince años antes les había enamorado con el Ajax. Sin embargo, todo estaba a punto de torcerse.
Aunque el mercado de traspasos fue bastante tranquilo y positivo con el fichaje de Luiz Gustavo o la vuelta de Toni Kroos, dos días antes de la Supercopa de Alemania se lesionó Arjen Robben de gravedad. El posterior triunfo ante el Schalke 04 no podía saber más amargo. El extremo holandés estaría alejado de los terrenosLouis perdió de forma inesperada al vestuario y el apoyo de los jefes de juego durante cinco meses en los que todo cambió. El Bayern volvió a comenzar mal la Bundesliga (8/21 puntos), pero esta vez no habría reacción. Las lesiones de Van Buyten (un mes), Ribery (dos meses) y Olic (siete meses), desde luego, no ayudaron. Tampoco lo hicieron la imponente aparición del Borussia Dortmund de Jürgen Klopp, la derrota en la Pokal frente al Schalke de Raúl o la temprana eliminación en Champions ante el Inter de Rafa Benítez. Nada salió bien. Y se comenzó a decir que el ambiente en el vestuario ya no era tan cordial, que Ribery estaba bastante harto y que la relación con Robben había empeorado. Cierto o no, Louis aún se encontraría con un problema más que le distanciaría definitivamente de la directiva. Este se llamaba Thomas Kraft, un joven y prometedor portero al que había dado la altenativa al volver del parón invernal. Fue una decisión simple, deportiva y con sentido de futuro, pero ni Beckenbauer ni Hoeness estaban de acuerdo. En parte porque, para la siguiente temporada, estaba atado Manuel Neuer y la afición del Bayern, en aquellos días, se mostraba totalmente contraria a su fichaje. Quería a Thomas Kraft, el canterano. El chico del Bayern. Y eso era un problema. Van Gaal no cedió, su apuesta no respondió y los resultados, que no mejoraron, terminaron por condenarle de forma anticipada.
«Estoy decepcionado con su marcha, aunque sea inevitable. Van Gaal no merece tener un final así. Ha hecho mucho por el club. Ganó un doblete y alcanzó la final de la UCL, además de dar la oportunidad a jóvenes jugadores como Muller y Badstuber», confesaba el «Kaiser» en los días posteriores a su marcha. Seguramente, es el mejor resumen posible. Van Gaal había ganado y convencido, sembrando además las semillas de un futuro dominante, pero se había llegado demasiado pronto al punto de no retorno. Y de ahí era imposible salir. «Planeo tomarme un año sabático desde este verano. Es triste esto pero, quizás, que yo no continúe trabajando aquí es lo mejor para el club», decía en su despedida. Su trabajo, como el buen vino, ganó importancia con los años. Y es que, incluso en este curso donde todo salió mal, también dejó un matiz que terminaría siendo importante: en sus últimos cinco partidos, Toni Kroos abandonó la mediapunta para jugar de centrocampista junto a Schweinsteiger. Así es Louis van Gaal. Su historia, habla por sí misma.
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Ricardo 5 septiembre, 2014
Me ha encantado toda las historia en resúmenes de la carrera de Louis Van Gaal, esperemos que su paso por el Manchester United sea igual de interesante que en los demás equipos que ha pasado. Y es que es increíble, lees los artículos y hay ciertos patrones, en el que destaco y me gusta más es la forma en que Van Gaal ha venido descubriendo o re-posicionando a sus jugadores para mejorarlos, no siempre el ha gozado de sus 'creaciones' pero esas creaciones han estado ahí y se le han visto consagrarse. Ganazas enormes de ver que oro o diamante en bruto saca del Man U.