El Barcelona de Luis Enrique volvió a ganar por ir más rápido que el resto. Ahora mismo, esa es su gran ventaja colectiva: el ritmo. El entrenador asturiano ha tomado decisiones que permiten a sus jugadores crear espacios con facilidad y acelerar el juego sin esfuerzo, y así fijan una velocidad en la que ellos, provistos de una técnica excelsa, mantienen la precisión mientras sus rivales van tropezándose. Es verdad que en las facetas relacionadas con el control al Barça se le ve muy verde, pero de tan quemados que los deja, rara vez los oponentes llegan a acabar sus jugadas. A efectos prácticos, sin profundizar, la ecuación es perfecta: chuta bastante y le tiran poco. Los azulgranas juegan mejor que su contrario siempre.
Presionó a toda cancha al FCBAyer tocaba visita del Athletic Club y Valverde decidió presionar arriba. Demostró que la salida de balón del Barça no es la cima de la fiabilidad, pero también que eso a Luis Enrique no le importa tanto. Lo asume con naturalidad y si tiene que salir en largo, lo hace. ¿Resultado? Que el Athletic robó cero balones en el primer tercio de campo culé. Cero en 90 minutos. ¿Que saliendo algo más en largo se perdía continuidad y dominio? Quizás, pero, en la práctica, la consecuencia principal era que los leones no podían recuperar la pelota arriba y que así el Barça eliminaba la que, seguramente, iba a ser la mayor fuente de peligro vasco. En el trueque, Luis Enrique ganaba de calle.
El Barça volvió a llegar muchas veces al arco de su oponente.
Al cotarro: veíamos un partido de puertas abiertas y aunque los dos tenían cosas buenas y malas, el Barça parecía un punto por encima en cada fase del juego. Sobre todo, en la transición defensa-ataque, y eso que un maestro de la misma, Ivan Rakitic, volvió a jugar muy abierto y apenas se le sacó fruto en ésta su especialidad. Pero aun así, los culés fluían. Mathieu y Masche conducían y verticalizaban con confianza y la pelota llegaba franca tanto a Pedrito como a Munir. El canario aceleraba y el madrileño se colaba todas las pre-ocasiones. Sin duda tiene el don de aparecer justo donde se origina el peligro. Dicho esto, no parece tener, de momento, la sutileza para crearlo. Detecta y aprovecha las ventajas, pero no es un generador. Y fue justo eso lo que le faltó al Barcelona, tal y como en El Madrigal: calidad en el frente del ataque. Porque, para colmo, Messi ayer no fue Messi. El «10» terminó con dos asistencias, pero jugó un partido muy discreto. Iturraspe y Laporte le superaron casi siempre.
Neymar Jr aportó la dosis de talento individual que faltaba.
Por su parte, el Athletic, aunque con menos frecuencia, también hacía sus pinitos en ataque. Y en su caso, la ventaja estaba clara: De Marcos jugaba casi solo. Ya se conoce el dibujo que plantea Luis Enrique, un 4-3-3 sin extremos en el que los de arriba parecen formar un triple falso 9, lo que hace que el papel defensivo de los mismos no tenga nada que ver con los laterales del contrario. Éstos pasan a ser responsabilidad de Iniesta y Rakitic, y en especial el manchego no implica precisamente un problema para que se luzcan. Cada vez que el Athletic cruzaba la medular con el balón controlado, construía una ventaja numérica en banda derecha que solía darle profundidad. A propósito, el trabajo de Claudio Bravo en los centros laterales fue óptimo. Su colocación armonizaba la defensa.
Cuando Luis Enrique percibió que el Athletic Club empezaba a llegar demasiado, le pidió a Iniesta que se pegase a Busquets -que jugó un gran partido- para sacar el balón y el Barcelona pausó un poco el encuentro. Al menos en lo referido a su base. De cara a pararlo más arriba, que es donde más le gusta, echó de menos a Dani Alves, que es quien viene haciéndolo. Las bandas en este sistema son propiedad de los laterales y el único de la plantilla que tiene fútbol para pausar, controlar y tal es el brasileño. Otro brasileño, Neymar, marcaría la diferencia en la segunda mitad, y justo cuando el Barça empezaba a partirse demasiado en busca del gol, aunque incluso partiéndose no aparentó sufrimiento. Por lo antes comentado: los leones conseguían situaciones de peligro pero llegaban exhaustos y no podían matar. El Barça ofrece garantías. Siempre merece ganar.
Pablo 14 septiembre, 2014
Lamentablemente para él, Messi ya ha quedado, para muchos comenaristas y aficionados del deporte, preso de su propia leyenda. Si no mete tres goles, cualquier cosa que haga es discreta. Y cuando mete tres goles, al menos dos deben ser espectaculares, si no también se lo relativiza. Una pena.