«Tal vez, el gran problema de Louis van Gaal fue que nunca jugó en una selección nacional. Él quería tener controladas demasiadas cosas cuando, en realidad, en una selección sólo pueden estar juntos durante dos o tres días de seguido. Y este, simplemente, no es suficiente tiempo», Marco van Basten.
A mediados de la década de los noventa, cuando aún estaba en Amsterdam completando su primer trabajo, Louis van Gaal dejó caer en más de una ocasión que, a partir del año 2000, le encantaría ser el seleccionador nacional holandés. «Tengo una visión muy particular de cómo debería trabajar un bondscoach. Y, bueno, no veo que nadie lo esté haciendo. Así que, aunque sólo fuera por demostrar que mi idea es la correcta, me gustaría intentarlo», comentó en su día. Dicho y hecho. Tal y como había planificado, el 7 de julio del año 2000, dos meses después de haberse despedido de «sus amigos de la prensa», Louis fue nombrado seleccionador nacional relevando a Frank Rijkaard, su otrora mediocentro.
«Tienen ante ustedes a un hombre feliz», exclamó nada más sentarse en la conferencia de prensa de su presentación. Louis se había salido con la suya. Sus complicados años en Barcelona le habían enfrentado contra todo y contra todos, pero su carrera seguía avanzando con éxito sin que nadie pudiera evitarlo. «Yo soy como soy. Y sé que no soy fácil de llevar. Pero no voy a cambiar mi personalidad porque según que personas quieran que lo haga», suele decir siempre que le preguntan por su carácter tan directo. Porque Louis van Gaal es, simplemente, Louis van Gaal. Y si en su primer día en Amsterdam felicitó a su director deportivo por «haber fichado al mejor entrenador del mundo» y en Barcelona fardó de «haber ganado más títulos en seis años que el club culé en un siglo», en su esperada presentación como nuevo bondscoach no iba a ser menos: «He firmado con la selección holandesa hasta el 2006, con lo que puedo ganar el Mundial no sólo una vez, sino dos». En ese instante, evidentemente, no se imaginaba lo que estaba por llegar.
Desde su debut, la selección holandesa se complicó su futuro en el Mundial de Corea y Japón.
En lo que, en sus propias palabras, es «la mayor decepción de su carrera como entrenador», la Holanda de Louis van Gaal no logró clasificarse para la Copa del Mundo de 2002. Fue una debacle. Los tulipanes no sólo habían estado presentes en todas las grandes citas desde México 86, sino que tanto en Francia 98 como en su Eurocopa, celebrada unos días antes de que llegara Louis, habían alcanzado las semifinales con una talentosa generación que incluía a van der Sar, Frank de Boer, Jaap Stam, Gio Van Bronckhorst, Edgar Davids, Clarence Seedorf, Phillip Cocu, Patrick Kluivert, Ruud van Nistelrooy o Dennis Bergkamp.
Cierto es que, durante la fase de clasificación, Frank de Boer y Edgar Davids estuvieron varios meses sancionados y que Dennis Bergkamp, su estrella y referente, decidió retirarse al finalizar la Eurocopa 2000 porque para ir a Corea y Japón había que volar muchas horasAnte Portugal e Irlanda sólo sacaron 2 de los doce puntos posibles, pero aun con esas Holanda tenía suficientes argumentos físicos, técnicos y tácticos para doblegar a Portugal e Irlanda. Y no lo logró. Ni en el cómputo general ni en el particular. Empató con Irlanda en el debut (2-2), perdió en casa ante Portugal (0-2), en el país luso no pudo más que empatar (2-2) y, con la necesidad imperiosa de vencer, jugando muchos minutos contra uno menos, Holanda cayó en Dublín ante los de Robbie Keane y Mick McCarthy (1-0). Las victorias ante Estonia, Chipre y Andorra, selecciones de un rango menor, o ante España e Inglaterra, en sendos amistosos, no valieron de mucho. «Para el fútbol holandés, esto es una desgracia», reconoció el propio van Gaal al acabar el partido en Irlanda. La federación holandesa (KNVB) no tardó más que unos días en ratificarle en su puesto, pero el entonces seleccionador holandés, completamente abatido y con lágrimas en los ojos, presentó su dimisión. «El detonante de mi decisión ha sido el hecho de que la mayoría de internacionales estaban en desacuerdo con mi forma de dirigir al equipo. En las conversaciones que mantuve con ellos, no para preguntarles si debía o no seguir, sino para que opinaran sobre mi trabajo, me pidieron una relación más distendida. Pero yo soy como soy y pienso que eso no puede ser», razonaba.
Los futbolistas no entendieron el modelo y, además, no estuvieron a la altura.
«Le conozco y sabía que se iría. Quizá le va mejor un club que una selección, con la que nos vemos cada dos meses», reconocía Frank de Boer. Esta tesis, que también apoyaban Michael Reiziger desde dentro y Marco van Basten desde fuera, tenía su base argumental. No eran palabras al aire. No era una forma de hablarSus singulares métodos nunca llegaron a calar con aquella selección. Si ya en Amsterdam su Ajax había tardado un par de años en arrancar, la combinación de «noviembres negros» y grandes segundas vueltas en Barcelona confirmaban que la idea de Louis van Gaal requería de un trabajo de adaptación previo. «Mis métodos tardan en funcionar tres meses», comentó esta misma semana a colación de lo que está por venir en Manchester. Y en Holanda, evidentemente, nunca tuvo tres meses. Ni siquiera uno. Con este hándicap, que condicionaba tanto el trabajo de pizarra como la relación con sus futbolistas, a van Gaal le costó definir a los once jugadores que debían dibujar, salvo en excepciones puntuales, su ya clásico 4-3-3. El centro del campo comenzó estando compuesto por Bouma, Bosvelt, Witschge (septiembre del 2000), pareció estabilizarse con Davids, van Bommel y Cocu (marzo de 2001) y terminó compitiendo con Zenden, van Bommel y Cocu (septiembre de 2001). En la parte de ataque sucedió algo similar. Aunque calidad, talento y gol no faltaba con van Nistelrooy, Hasselbaink, Kluivert o Makaay, Louis no logró exprimirles como le hubiera gustado. Al final, optó por escorar a Kluivert a la banda derecha, situar a Overmars en la izquierda y, una vez superó su primera lesión de gravedad, a Ruud van Nistelrooy en la punta de ataque. ¿El balance? Catorce partidos y doce onces diferentes. Un dato que, per se, no dice nada malo de un equipo, pero que tratándose de un conjunto de van Gaal, el cuál había obligado al mundo a recitar sus onces de memoria, sí insinuaba que las cosas no le habían salido del todo bien.
Aún con todo esto, como recoge el recién estrenado libro de Maarten Meijer, la prensa holandesa no se cebó con su bondscoach. «Es cierto que van Gaal fue incapaz de transmitir la chispa de su ambición a sus futbolistas, pero sería excesivo señalarle como el único responsable de nuestro fracaso. Muchas de sus estrellas fallaron en los momentos decisivos», analizaba el De Volkskrant. Así era el sentir mayoritario. El método que quería probar Louis no había tenido éxito en aquella situación, pero tampoco tuvo nada a favor. Más allá de los sancionados, los lesionados y el mal momento de Clarence Seedorf, los que estuvieron no rindieron. Los errores en ambas áreas se acumularon, el juego no fluyó en ningún momento y, al final, la falta de convicción hizo el resto. La dimisión de Louis van Gaal tenía sentido. Y sus lágrimas, también.
Entre 2001 y 2012, van Gaal también tuvo bastante que ver en la evolución de la Holanda de Robben.
Sin embargo, como ha sucedido en absolutamente todos los sitios por los que ha pasado, su influencia en la selección tulipán se prolongó a lo largo de los años. Y es que, desde el día en el que asumió el cargo, su preocupación por el modelo formativo del fútbol holandés fue mayúscula. No sóloAdemás de dirigir a la selección, creó un plan para su fútbol base siguió el desarrollo de las categorías inferiores de forma concienzuda e hizo debutar a 12 de ellos en la absoluta, sino que, además, ejerció de técnico en el Mundial Sub-20 de Argentina (2001), en el cual alcanzó los cuartos de final con jugadores como Stekelenburg, Heitinga, van der Vaart, Huntelaar… o Arjen Robben. Y no se iba a quedar ahí. Sería sólo rascar la superficie. Siguiendo a su maestro Rinus Michels, quién a mediados de los ochenta cambió los parámetros del fútbol base holandés instaurando, entre otras cosas, que sólo los mayores de 13 años debían jugar a fútbol once, Louis van Gaal desarrolló su propio proyecto: el «Masterplan». A rasgos generales, como explica Maarten Meijer, «la intención de su idea era que todo el mundo lograra alcanzar su máximo potencial, teniendo como objetivo central el disfrutar con el juego». Así, en un plan que incluía a niños de todo nivel, género y condición, cambió la relación entre el fútbol amateur y el profesional, creó un diploma para los entrenadores de los más jóvenes e introdujo un sistema de licencias para los clubes que dependía del número de equipos que tuviesen. Aún es pronto para juzgar el éxito del «Masterplan» de van Gaal, pero Foppe de Haan, entrenador de la Sub-21 entre 2004 y 2009, atribuye a dicho proyecto la mejora de resultados en las inferiores de Holanda. «Por supuesto que hemos tenido talento top en el pasado. Pero fueron sólo fogonazos. El nivel medio era demasiado bajo. Hoy es mucho mayor», decía. Y los resultados, acompañan. Holanda Sub-21 (2006 y 2007) y Holanda Sub-17 (2011 y 2012) ganaron sus primeras Eurocopas, los únicos títulos de las inferiores tulipanes, tras el paso de Louis. Tras dejar su legado.
Antes de marcharse, precisamente para seguir impulsando este proyecto, van Gaal propuso quedarse como director deportivo, pero la KNVB no estuvo por la labor. A partir de entonces, sin querer queriendo, el técnico holandés comentó en más de una ocasión que uno de sus objetivos seguía siendo disputar una gran competición de selecciones y, para ello, incluso se postuló como candidato al banquillo de España y Argentina. Finalmente no se dio el caso y, en 2012, fue Holanda quien volvió a llamar a su puerta. «Que sea una buena o mala decisión depende ahora de la casualidad. Esto no puede ser así», valoraba su querido Johan Cruyff. Ese día, el de su elección, se acabaron sus críticas. Louis van Gaal, once años después, se desquitó totalmente al completar una fase de clasificación inmaculada y, por supuesto, al lograr quedar terceros en dicho Mundial de Brasil con una selección renovada, joven y muy bien trabajada. Y no era fácil.
Van Gaal fue uno de los grandes nombres propios de la Copa del Mundo de Brasil 2014.
Al contrario que en su primera etapa, esta vez Louis se encontró una Holanda que venía de hacer su peor clasificación en una Eurocopa. Parecía que la generación que había alcanzado la final en Sudáfrica, la cuál siempre estuvo lejos de ser perfecta, ya había dado lo mejor de sí. Arjen Robben y Wesley Sneijder, los veteranos líderes de aquel Mundial, seguían presentes, pero el bloque parecía agotado y, en teoría, no tenía relevo a la vista. Pero sí lo había. Y si no, van Gaal se lo inventó. Realizando un gran scout de la Eredivisie, dando oportunidades a los más jóvenes y revolucionando las convocatorias desde el primer amistoso, en Brasil 2014 la selección holandesa promediaba 26,5 años de media e incluía a diez futbolistas locales.
Ambos datos, a corto plazo, podían implicar una merma en la competitividad del combinado oranje, pero incluso la defensa, la línea más joven e inexperta, respondió con creces al exigente reto del Mundial. Rompiendo con la tradición y con sus propios esquemas, el bondscoach alineó un 5-3-2 de líneas muy juntas y fútbol eminentemente vertical. “No introduje ese esquema para ganar amistosos. Lo hice porque no pensaba que estuviésemos en condiciones de ganar una liguilla con España, Chile y Australia utilizando un 4-3-3. Quizás esto sirva para que en los Países Bajos todo el mundo se dé cuenta de que el sistema 4-3-3 no es el único que puede dar alegría a la gente”, explicaba añadiendo que “él prefería centrarse en potenciar las cualidades del plantel”. Su idea caló y el vestuario, como comentaba van Persie, respondió: «Siempre hay una idea detrás de lo que hace van Gaal. Yo estoy muy contento de la manera en la que gestiona la selección. Es franco y muy claro. Es un estratega que explica todo lo que hace. Entiendo sus decisiones”. Los penaltis volvieron a darle la espalda al fútbol holandés, pero hasta en esa suerte Louis dejó un detalle (Tim Krul) para la historia. Fue un Mundial perfecto. Potenció a su estrella, acertó con el dibujo, trabajó la variante Depay, consiguió un gran resultado y, además, dejó algo más claro el futuro de la selección.
«Van Gaal no tiene nada más que aprender», había dicho en 2001. El tiempo y el fútbol demostraron que sí. Todo lo que le sucedió en Holanda 00-01 y en Holanda 12-14 fue muy consecuente con las virtudes y los defectos de su figura. Y, para entender el por qué del éxito tras el fracaso, tocará viajar a Alkmaar y Munich.
···
···
HAZ CLICK AQUÍ PARA VER TODAS LAS COLECCIONES DE
– ORIGEN | ECOS –
···
Pablo 1 agosto, 2014
La verdad que ni me acordaba que el gemelo bueno (?), Couto y Davids dieron doping positivo en su momento. El tema del doping en el fóbal es algo que ha ido desapareciendo o han dejado de controlar, vaya uno a saber…
Muy buena toda la zaga. Aunque a esta le falta un matiz más… no se, épico, tal vez. Pero creo que se debe a que la primera experiencia en la selección de Van Gaal fue muy mala y la última es muy buena, pero demasiado reciente.
En su primera etapa con la naranja, y más allá de su caracter y el tiempo de trabajo, puede que lo que haya fallado a Van Gaal fuera el timing: me parece que llegó justo entre una generación que se iba y otra que todavía no había llegado.