«El dolor que silenció nuestra alegría», tituló el Correio Braziliense. «Queríamos ganarle», hizo lo propio el argentino Diario Olé. Muchas fueron las portadas que la prensa de todo el mundo dedicó a la desafortunada lesión de Neymar Junior, pero sólo con estos dos titulares ya se podría entender lo que sucedió en el minuto 87 del partido ante Colombia. Los brasileños, en semifinales tras haber completado sus mejores minutos del torneo, tenían más motivos para lamentarse que para celebrar. Los argentinos, sus máximos rivales, en el día en que su selección se jugaba pasar de cuartos por primera vez en 24 años, sintieron que su posible triunfo final ahora sería un poco menos brillante y glorioso. Y es que, si este es el Mundial que cambiará la historia, la lesión del astro culé ya la había modificado para siempre. Brasil 2014, suceda lo que suceda, jamás será el Mundial que ganó Neymar.
Pero Brasil, evidentemente, no sólo sigue en liza, sino que además está a sólo dos partidos de estampar la sexta estrella de campeón del mundo en su carismática camiseta. ¿Cómo está viviendo el país estos días de sentimientos encontrados? ¿Y el vestuario? ¿Cómo va a reaccionar el equipo a la pérdida de su mejor jugador? ¿Cuál ha sido la evolución del pueblo brasileño? ¿Hay esperanza? ¿Gana el pesimismo? Con Alberto Zaragoza (@Albertigues) como guía y las numerosas declaraciones de los protagonistas como argumentos, tratamos de conocer el estado anímico y emocional de la selección de Luiz Felipe Scolari.
Brasil es la selección que más ha dependido del aspecto emocional en este Mundial.
«En las primeras horas, el pueblo brasileño lo asumió con dolor y enfado. Ellos sienten que han perdido al jugador que era distinto del resto, que ya no tienen a ese futbolista que, aún sin estar presente en el partido, era capaz de cambiar el rumbo de la Copa del Mundo», comentaAl principio, el pueblo brasileño veía imposible ganar el Mundial sin Ney Alberto. La explicación futbolística resulta tan obvia, como lógica parece la reacción de los aficionados. Porque todo era Neymar, pero también había mucho más. Brasil se había presentado a su Mundial con tres grandes argumentos competitivos: David Luiz con Thiago Silva, Luiz Felipe Scolari y Neymar Junior. Los centrales, el técnico y su estrella. A priori, parecía que podía ser suficiente. Pero en ese momento, en esa larga noche del viernes para el hincha brasileño, sólo les quedaba cuarto y mitad de una fórmula que, además, no estaba funcionando como se esperaba. Scolari estaba siendo muy cuestionado, Thiago Silva había sido sancionado y Ney se encontraba en el hospital. Bajo ese contexto negativo y fatalista, los brasileños parecieron experimentar las cinco etapas del duelo. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Nada inusual, aún tratándose de fútbol, sino fuera porque el intenso pueblo brasileño digirió el modelo de Kübler-Ross en cuestión de unas pocas horas.
El vestuario ya había dado ejemplo desde la zona mixta con un mensaje muy claro: «hay que ganar el Mundial por Neymar». Así, por ejemplo, se expresaba Thiago Silva: «Este momento puede marcar una revolución para nosotros. Nos hemos propuesto ganar la Copa por Neymar. Él esperó mucho por este momento, y un hecho como este puede unir aún más al grupo para que en podamos dar nuestras vidas por la victoria». Ésta era la versión formal, pero su compañero en la zaga la complementó, cómo no, con la más emotiva y decidida. «Hermano, estamos contigo. La copa va a ser para ti», dijo mirando a cámara David Luiz. La intención de los futbolistas no se quedó ahí, y los medios de comunicación se hicieron partícipes de la misma. «Jueguen por él», pedía el periódico Lance en primera página. La lesión de Neymar había dado un nuevo argumento, una nueva razón, un nuevo fin, para levantar la ansiada Copa. Y los aficionados, cada vez más unidos como nos destaca Alberto Zaragoza, han hecho todavía más propia la causa del Mundial.
De esta manera había un mensaje y había un motivo, ¿pero existía una manera de lograrlo? A los pocos minutos de la acción, el mito Pelé recordó cómo Brasil ganó el Mundial de 1962 tras su lesión, pero ni este grupo tiene su calidad ni entre sus filas se encuentra un Garrincha. No parece que se puedaExprimir el método de Luiz Felipe Scolari es su última opción de ganar producir la misma reacción, ni en forma ni en fondo. La Brasil de Scolari es muy diferente. Y, precisamente, a este hecho se agarra la opinión pública. «Scolari no estaba jugando bien sus cartas, hecho que es la primera vez que recuerdo que le suceda, pero el perder a Neymar le ayuda a que su discurso sea totalmente creíble. Ahora puede hacer la machada absoluta cuando todo está en contra. Es puro Scolari. Él está inculcando un espíritu patriótico en base a que el grupo como colectivo puede lograrlo», reflexiona Alberto. Y tiene mucho sentido. «Felipao» asumió la dirección de Brasil cuando ésta parecía llegar muy, muy corta a su propio Mundial, pero en cuestión de unos meses la convirtió en, como mínimo, igual de favorita que cualquier otra. Para ello, a su particular manera, creó un equipo intenso hasta la extenuación, en el que las emociones hacían de combustible para las piernas de unos jugadores que no podían frenar. Pero, como se ha demostrado, esta disposición tiene doble filo. En lo futbolístico, porque si no matan en la primera media hora el equipo comienza a bajar, pero sobre todo en lo anímico, pues la gigantesca carga emocional que sus jugadores meten en cada acción no hace sino impedir la gestión de la enorme presión que soportan. Scolari entendió que no había otra forma. Que era su única opción. Y, pese a los resultados, hasta ahora estaban pesando más los defectos que las virtudes. El juego no ha gustado, se ha sufrido demasiado y, en sus comparecencias ante la prensa, el propio técnico ha parecido verse superado por la sobreexcitación de la que él ha hecho uso. Su método estaba en tela de juicio, pero sin Neymar su clavo parece arder menos.
Potenciar la vía gaucha parece la mejor opción para ganar los dos últimos partidos.
«Ya hemos empezado un trabajo para que los jugadores tomen conciencia de que, incluso en una catástrofe, surge una oportunidad para hacer algo diferente. Y eso es lo que vamos a hacer», comentaba Scolari en la noche del sábado. ¿A qué se referirá? Muchos han sido los rumoresTras la lesión de Ney se ve mucho más legitimado para potenciar su idea sobre posibles cambios tácticos, desde mantener el esquema con Willian o Ramires hasta probar una defensa de cinco, pero jueguen en 4-2-3-1, 4-3-3 o 5-3-2, la nota común volverá a ser la intensidad. Volveremos a ver a Fernandinho haciendo dos faltas en los primeros cinco minutos de partido, a Luiz Gustavo llegando a cualquier presión sea donde sea, a David Luiz anticipándose a su rival aunque esté a treinta metros de su portería, a Marcelo enarbolando a la grada porque acaba de forzar un saque de banda o a la propia afición celebrando cada despeje propio. Y Scolari estará más legitimado que nunca para realizarlo. «Él mismo se ha definido varias veces diciendo que no es un genio táctico, sino que lo suyo es el aspecto psicológico y mental. Que es lo que trabaja más. Y, ahora, se le ha puesto redondo el tema. Ganen o pierdan, incluso», opina Alberto Zaragoza. Una reflexión que comparte toda una leyenda como Tostão, quien decía que «si el equipo brasileño gana el Mundial, será todavía más heroico y, si pierde, ya existe una disculpa convincente».
Y es que Brasil, en cuestión de horas, ha pasado de no tener demasiado que ganar a no tener tanto que perder. Sigue siendo una Copa del Mundo que se celebra en Brasil, la tierra de un legendario pentacampeón que ya perdió su Mundial en 1950, pero la presión ahora es mucho menor. Existe una disculpa. Una excusa. Y Scolari se va a servir de ella para exprimir sus virtudes. «Brasil va a perder mucho en creatividad, pero el corazón va a ser más fuerte», comentaba un aficionado en un artículo de la BBC que recoge muy bien el sentir del país. Esta opinión más optimista, obviamente, no es unánime, como analiza Alberto: «Mientras hay un cierto fatalismo imperante en muchas regiones, donde se recuerda como en 2002 Alemania perdió a Michael Ballack antes de la final o como en 2006 cayeron en semis de su Mundial al ser menos potentes que en otras ocasiones, en el sur, donde valoran más la escuela gaucha, la de Luiz Felipe Scolari, creen que se puede ganar a su manera. Cuando nadie espera nada, es cuando logran imponerse».
¿Será suficiente? Quien sabe. Resulta objetivo que Brasil es hoy mucho menos peligrosa de lo que era el viernes. Ha perdido a su mejor futbolista, el cual daba sentido al estilo de su selección. Pero si hay un grupo y un técnico capaz de revertir esta complicada situación, esa es la Brasil de Scolari y David Luiz. Las palabras entre lágrimas de Neymar son un nuevo cargamento de madera para avivar el fuego que creó. “Mi sueño aún no acabó. Fue interrumpido por una jugada, pero continúa. Tengo la certeza de que mis compañeros harán todo para que yo pueda realizar mi sueño, que es ser campeón”, decía el héroe caído con una cara que reflejaba cómo es posible pasar de Kübler-Ross a Luiz Felipe Scolari en sólo tres días.
Abel Rojas 8 julio, 2014
Creo que este artículo de Quintana es el mejor ejemplo posible sobre el estado de ánimo de la Brasil de Scolari y su gestión del mismo.