El Granada es un caso peculiar en el fútbol español. Al cuadro nazarí no le ha faltado calidad desde su desembarco en Primera, ya algo lejano. Un lujo extraño en un campeonato que cada temporada ajusta un poco más el cinturón de su nutrida clase media y baja. Y sin embargo, a lo largo de estas tres temporadas, el equipo rojiblanco nunca ha dejado de ser un proyecto imperfecto a caballo entre un cambio y el siguiente, siempre en busca de consolidar un juego que nunca le ha dado para más que ir salvando la categoría, año tras año, con más apuros que sobriedad. De mirar hacia arriba ni hablar pese a que sus plantillas, de permitir alguna proyección extrema al analista, han sugerido antes el posible papel de equipo revelación que el de descendido prematuro.
El Granada ha tenido mejores plantillas que fútbol y resultados.
Así las cosas, Joaquín Caparrós será el quinto entrenador del Granada en el cuarto curso consecutivo nazarí en Primera. Del utrerano es bien conocida su habilidad para solucionar problemas, casi nunca fallida, peroCaparrós hará competir mejor a su Granada cabe preguntarse hasta qué punto el escenario nazarí se ajusta a la receta ganadora de su nuevo entrenador. Experto en dotar de solidez competitiva a equipos que no la tenían o no sabían donde encontrarla, Joaquín Caparrós es un constructor de cimientos a quién todavía no hemos visto levantar un alto edificio que rebase el techo de su labor en la base, y puede que el conjunto nazarí necesite exactamente eso. No es que el equipo rojiblanco haya lucido una competitividad rocosa en tiempos recientes, ni mucho menos. El nuevo entrenador tiene mucho que aportar en esta faceta. Pero de un modo u otro el Granada de los últimos años se ha preocupado menos por la quema, que ha ido sorteando con relativa holgura, que por el escaso rédito que le asegura una plantilla que da para más. Justamente ese “más” en el que todavía no hemos reconocido nunca al fiable y aguerrido, poco soñador, Joaquín Caparrós.
En cualquier caso, por potencial no será. Sobre el papel el verano granadino se está adecuando bien a las necesidades de su nuevo entrenador al tiempo que procura subsanarLarsson y Juan Carlos añaden profundidad las carencias del pasado. Mientras Joaquín Caparrós entra por una puerta y Brahimi, quizá el futbolista que mejor encarna en sus propias carnes la calidad improductiva de las temporadas anteriores, sale por otra, la renovación de la plantilla nazarí presenta el sello inconfundible de su nuevo mandamás. Juan Carlos y Daniel Larsson aportan profundidad y retorno defensivo a un equipo que, presumiblemente, atacará desde lejos, mientras Javi Márquez llega a los pies de Sierra Nevada para sumar creatividad al gusto del míster: mejor lanzando que organizando. En la última línea la renovación no iba a ser menos: puede llegar Lisandro López, un central de los de siempre, y ya está Babin,, cuyas espaldas suman más centímetros que las del resto de zagueros juntos. Perfiles que permiten imaginar un repliegue caparrocoso.
El verano nazarí, al gusto de Joaquín Caparrós.
A falta de resolver la cuestión del lateral izquierdo y dar por cerrada una delantera en la que todavía puede faltar cierta contundencia, el Granada dibuja una vez más una plantilla con nombres relevantes en la que no falta un fondo de armario rico en posibles sorpresas. Abdoul Sissoko, Fatau, Sulayman, Darwin Machís, Alfredo Ortuño… Demasiados futbolistas por descubrir para que Joaquín Caparrós no adopte algún pupilo aventajado.
@plothobby 21 julio, 2014
"Repliegue caparrocoso". Concepto para la eternidad.