Con permiso de la estrella bordada al pecho de la Selección, la historia de Sudáfrica 2010 fue el final de aquel maravilloso y vibrante encuentro entre Ghana y Uruguay. El desenlace, tan agónico como inesperado, se decidió desde un punto de penalti que cambió por completo la carrera de los dos protagonistas de la acción. Mientras Luis Suárez llamó a la puerta del Olimpo celeste como el nuevo héroe del país, Asamoah Gyan caía al suelo cual villano derrotado. No lo era para Ghana ni para África, tampoco para ninguno de los millones de espectadores que, en ese momento, eran una «Estrella Negra» más, pero así se sentía él. Y nadie podía evitarlo.
De nada había valido que él mismo abriera la posterior tanda de penaltis con un disparo suave a la escuadra. Ghana cayó, África lloró y Gyan se hundió. “Con él nunca hemos vuelto a hablar de aquello, y ya no volveremos a hacerlo. No sirve de nada hurgar en la herida. Entre los jugadores, prácticamente ya no hablamos de eso, porque es demasiado duro de asimilar”, decía hace unos meses André Ayew.
En 2011 abandonó Europa para no volver.
En aquel verano de 2010 viajaría a Sunderland para jugar en la Premier después de hacerlo con cierto éxito en la Ligue 1 (Rennes) y en la Serie A (Udinese), pero el billete de vuelta estaba comprado, incluso, antes que el de ida. Y es que en Inglaterra nunca llegó a encontrarse cómodo. El penalti fallado ante Muslera no se le iba de la cabeza, la presión devoraba su enérgico fútbol y, en ese momento, no estaba preparado para competir al máximo nivel. A los doce meses, con 26 años, su decisión fue marcharse al Al Ain de los Emiratos Árabes Unidos. Allí desaparecería del foco mediático, precisamente lo que él deseaba. Y lo consiguió. Mientras con 81 goles en 65 partidos fue recuperando sensaciones y jugando con regularidad, los grandes retos los asumiría con Ghana. Ese era el plan. Entregarse a su selección.
Pero falló. Desde el mismo punto, desde la misma distancia y, de nuevo, en el peor momento posible. Eran las semifinales de la Copa África de Naciones (2012), corría el minuto siete de partidoEn semis de la Copa África ’12 volvió a fallar una pena máxima y las «Estrellas Negras» tenían la oportunidad de adelantarse en el marcador. Asamoah Gyan buscó asegurar, ajustando el disparo a la izquierda del portero, pero éste intuyó el disparo y lo desvió a córner. Los fantasmas, que ni mucho menos estaban olvidados, resurgieron con más fuerza que nunca cuando Zambia anotó el gol del triunfo. Era demasiado para Gyan. No podía más. Estaba roto. Y decidió abandonar la selección de forma indefinida. «Nunca me recuperé del todo del Mundial 2010 y ahora tengo esto de la Copa Africana», comentaba antes de pronunciar las palabras que nadie quería escuchar: «Quiero que en mi país sepan que me entrego completamente a la selección y que no sería nadie sin ella. Me tienen que dar algo de tiempo para recuperarme».
Por fortuna, fue cuestión de meses. El corazón tiraba demasiado. Akwasi Appiah quiso premiar su regreso con el brazalete de capitán para demostrarle todo lo que significaba para sus compatriotas. Porque Asamoah Gyan, en Ghana, lo ha sido todo. Rompió el récord de precocidad debutando y marcando con 17 años. Ayudó a su selección a clasificar para su primera Copa del Mundo (Alemania 2006), en la que, a su vez, marcó el primer gol de su historia a los 68» en la primera victoria ghanesa en un Mundial. En 2010, con un gol en la prórroga ante Estados Unidos, igualó el histórico registro de la Camerún de Roger Milla al llegar a los cuartos de final. Y, luego, sucedió lo que sucedió. Por partida doble además. Así es el fútbol. Su madre, que falleció al poco de ser nombrado capitán, le había pedido que no volviera a lanzar ningún penalti. Ya había sufrido suficiente.
Ante Estados Unidos ya dejó una gran asistencia para Ayew.
Como diría Karmelo C. Iribarren: «a veces la vida no sigue, a veces sólo pasan los días». Ese fue el caso de Asamoah Gyan. Un penalti cambió su prometedora carrera en Europa. Otro le hizo retirarse de su selección. Volvió y asumió la capitanía. Su madre falleció y el juró cumplir con su promesa. Ahora está en Brasil, Ghana se encuentra al borde de la eliminación y él sabe que sobre su espalda recae la responsabilidad de batir a la poderosa Alemania. Es un gran momento para dejar de creerse un villano y volver a convertirse en un héroe.
jORge 21 junio, 2014
Muy muy muy chulo.
Qué recuerdos!!