Pese a conservar el magnetismo, la emoción y el espectáculo, no son pocas las diferencias entre la Copa de Europa y la Champions League. Sin querer entrar en más detalles, una de las más llamativas es el hecho de que en el actual formato (1992-) ningún equipo ha logrado defender con éxito su título. Ni la Juventus de Lippi, ni el Real Madrid de Raúl, ni el Manchester United de Sir Alex. Ni siquiera, aunque resulte sorprendente, el Barcelona de Messi & Guardiola. Ninguno ha podido emular al Real Madrid de Di Stefano, al Ajax de Cruyff, al Bayern Munich de Beckenbauer o al Milan de Sacchi. Es cierto que la variedad de candidatos ahora es menor y que las grandes sorpresas se cuentan con los dedos de una mano, pero también que, por cuestiones de la globalización, el conocimiento sobre el rival ha ido en aumento y esto, unido al bestial ritmo competitivo actual, ha provocado que los ciclos ganadores hayan reducido su duración e impacto. En este contexto futbolístico en el que -casi- todas las cartas están marcadas, José Mourinho es noticia por un dato que aúna longevidad (ocho semifinales) y valor (lo ha logrado en sólo once ediciones y con cuatro equipos diferentes). Un récord mareante que, más allá de su relevancia y simbolismo, sirve como excusa para analizar la década del técnico luso en la Champions League. Así se comportaron sus equipos en las, hasta el momento, siete semifinales que ha disputado.
FC Porto – RC Deportivo de la Coruña (2003-2004)
En su primera semifinal, su FC Porto no partía como favorito. Venía de ser campeón de la UEFA, pero ésta parecía la Champions del Deportivo de la Coruña. No sólo habían eliminado al Milan en una nocheEl Depor sólo remató una vez en el partido de ida en do Dragão mágica, sino que en esa misma ronda también habían caído el Real Madrid y el Arsenal, los otros dos favoritos al título. Bajo este contexto, el partido de ida disputado en do Dragão estuvo dominado por los nervios, la tensión y la intensidad. Un desarrollo que, ciertamente, pesó a los dos. Con -casi- su once de gala, el equipo de Mourinho se impuso en las disputas, impidió a Valerón entrar en juego y sólo permitió ¡un remate! del Dépor en los 90 minutos, pero le faltó profundidad con balón. Un problema que Mourinho trató de solucionar al descanso dando entrada a Mendes (por Costinha) y Jankauskas (por Alenichev). Es decir, un puesto por puesto y, sobre todo, una referencia arriba (1,93 medía el lituano) por un volante. Este cambio tan ofensivo no movería el 0-0 del marcador, pero sí que acercó a su equipo al gol. Así lo veía en rueda de prensa: “No fue un buen encuentro, porque sólo había un equipo que quería jugar al fútbol y anotar goles. Pero no quiero culpar al Deportivo por jugar como lo hizo. Tenemos que entender que tras conceder 8 goles ante el AS Monaco y 4 frente al AC Milan, su primera misión era la de no encajar ni un solo tanto”.
Pese a que no podría contar ni con Mauro Silva ni con Andrade, este resultado resultó esperanzador para el deportivismo. Y Mourinho, percibiéndolo, no dudó en usarlo a su favor en la previa. La presión, que según él había agarrotado a los suyos en la ida, ya debía ser totalmente para los de Irureta. El partido, sin embargo, fue bastante parecido al de la semana anterior. Mourinho recuperó arriba a Derlei y dio entrada a Pedro Mendes en el interior izquierdo de su 4-4-2 en rombo que, de nuevo, logró maniatar al Dépor. «Nuestra idea era dominar el partido. Si no podíamos lograrlo, el plan «b» era, por lo menos, controlar el balón. Vinimos a ganar y, al final, lo conseguimos sin ni siquiera perder el control del encuentro», analizaba posteriormente. Y así fue. El Porto tenía el balón sin descuidar su trabajado sistema defensivo, jugando de paso con las emociones de un Dépor que, con el 0-1, se vino abajo. Aún quedaba media hora, tiempo más que suficiente para un equipo dado a las remontadas, pero no tuvo opción. El Porto de Mourinho estaba en la final.
Chelsea FC – Liverpool FC (2004-2005)
«La clave es no tener pánico, no pensar en que tenemos que ganar el primer partido en casa. Si no ganamos, no ganamos. Podemos ganar el segundo encuentro», comentaba Mourinho con la lecciónAnte el Liverpool, Mou optó por el dibujo más sólido y consevador aprendida. Esta vez, además, tomar precauciones tenía aun más sentido por el incuestionable favoritismo del Chelsea sobre el Liverpool. Dejando a un lado el increíble impacto de «The Special One» al llegar a Londres, lo cierto es que los blues venían de eliminar a Barcelona y Bayern Munich en Europa, tenían la Premier en el bolsillo y, por si fuera poco, ya habían vencido dos veces a los de Rafa Benítez. Todo esto, José Mourinho lo había logrado alternando dos sistemas: un 4-4-2 con Joe Coe y Damien Duff en los costados y un 4-3-3 en el que entraba Tiago en el medio junto a Makélélé y Lampard. Ésta última versión, la más sólida y rocosa, fue la elegida para enfrentarse al Liverpool en un partido que salió tan cerrado como el resultado de 0-0 insinuaba. Únicamente hubo tres disparos a puerta, demostrando así que las precauciones de Mourinho y la inteligencia táctica de Benítez entendían este choque como la primera parte de una eliminatoria a 180′. El portugués trató de inclinar la balanza a falta de media hora con la entrada de Robben por Tiago, pero el cambio de sistema no se tradujo en uno de inercia. Igualdad absoluta. Anfield decidiría.
Mou planteó el partido de vuelta con el mismo esquema y los mismos jugadores, pero la intención no pudo ser la misma tras el tempranero gol de Luis García. Un tanto que, como suele suceder en estas eliminatorias tan tácticas, abrió la caja de los truenos. Los siguientes 85′ se convertirían en una exaltación del fútbol inglés, con constantes idas y venidas sin que la igualdad se llegara a romper hasta el último tramo del encuentro. El Chelsea estaba a un sólo gol de la final, así que Mourinho tardó pero no dudó en quemar toda la pólvora. Robben y Kezman por Tiago y Joe Cole (68′) para, de nuevo, pasar a un 4-4-2 que, realmente, era un 4-2-4. El doble cambio tuvo el efecto deseado: el holandés, desde la izquierda, comenzó a desequilibrar, a ganar metros y a meter al Chelsea en el área de Dudek. Ocho minutos después, aprovechando lo que estaba sucediendo, José Mourinho nos enseñaba otro cambio que se convertiría en habitual: el alto central Robert Huth entró por Geremi para cargar el área. En cambio, el gol nunca llegó.
Chelsea FC – Liverpool FC (2006-2007)
Dos temporadas después, el cruce se volvió a repetir. Se puede decir, además, que esta eliminatoria era la brutal evolución de la anterior: ambos equipos eran mejores, estaban más rodados y sus técnicos, enfrentados dialécticamente, tenían aún más reputación. Durante aquel curso, Mourinho había alternado varios sistemas (4-4-2 con bandas, 4-4-2 en rombo y el 4-3-3 más tradicional), pero las bajas de Michael Ballack y Michael Essien, dos de las piezas clave del rombo, obligaron al portugués a volver a formar con tres hombres en el centro del campo. En concreto, con Obi Mikel junto a Makélélé y Lampard. Aún con eso, esta vez el Chelsea sí fue el claro dominador del partido de ida. Tuvo el balón en la primera parte, creó numerosas ocasiones y, aunque corto, el tanto de Joe Cole parecía un gran botín. Mou, de hecho, lo dio por bueno cediendo la iniciativa en la segunda mitad y buscando con alevosía la contra. El 1-0 se mantendría, pero en la cabeza de Drogba y el empeine de Lampard estuvo aumentar la renta para viajar a Merseyside.
«Atacaremos. Sabemos que si no encajamos ningún gol estaremos en la final y ese es uno de nuestros objetivos, pero también está claro que si conseguimos hacer un gol, conseguiremos una importante ventaja. No se puede defender a la perfección los 90 minutos, por lo que la mejor forma de hacerlo es atacando», anunciaba en la previa. Y así lo haría, a pesar de las bajas de Shevchenko y de Carvalho, la cual le impedía situar a Essien en la medular. Sea como fuere, el partido fue bastante igualado. De poder a poder. Los blues tuvieron, de nuevo, el balón tras el gol de Daniel Agger (22′), pero al contrario que en la ida se chocaron una y otra vez contra el intenso muro de Rafa Benítez. Ni siquiera en la prórroga, cuando Mourinho trató de imponer su poderío físico con la entrada de Gerermi, Robben y Wright-Phillips, el Chelsea lograba superar al Liverpool. El destino estaba escrito: Reina debía ser el héroe de aquella noche.
Inter de Milan – FC Barcelona (2009-2010)
«La posesión de balón no me interesa y, aunque Messi es un jugador importante, mi forma de ver el fútbol impide que le vayamos a hacer marcajes al hombre. Ni siquiera sé por dónde va a jugar». Con esta declaración de intenciones, José MourinhoEl contragolpe de su Inter de Milan fundió al Barcelona del sextete abría las semifinales que le enfrentaban al Barcelona de Pep Guardiola y Leo Messi, el equipo del sextete. Un conjunto que, por cierto, le había derrotado unos meses antes en el Camp Nou sin necesitar de la presencia del astro argentino. Aún así, éste era un precedente que no valía demasiado. El Inter había cambiado mucho desde su eliminatoria de octavos frente al Chelsea, en la que encontró la fórmula mágica: 4-2-1-3 con Cambiasso y Motta en el doble pivote, Sneijder de enganche, Pandev y Eto’o trabajando por fuera, y Milito en punta. De esta manera se planteó un partido de ida en el que el Barcelona tuvo el balón (68%), remató más (8-11) y se adelantó en el marcador, pero en el que el Inter de Milan se impuso por 3-1. Un resultado que, en gran parte, se debió al partidazo de Samuel y Cambiasso contra Leo Messi, al que lograban robar el balón para luego lanzar unos vertiginosos contragolpes en los que Sneijder y Milito estuvieron soberbios. El Barça no había jugado bien, y el Inter lo había bordado.
Por tanto, el partido de vuelta se presentaba apasionante para comprobar la capacidad del Barcelona remontando y la del Inter resistiendo. José Mourinho, que sabía perfectamente que partido se iba a jugar en el Camp Nou, metió a Chivu por Pandev para formar un doble lateral en el lado fuerte culé y renunció a toda posibilidad ofensiva. La expulsión de Motta (29′) aumentó el sometimiento, pero no variaba el guión original porque el Inter, pese a que no saliera de su campo, se defendía bien. Muy bien. Excelentemente bien. De forma colectiva e individual. Y así lo hizo durante los 90′, aunque el propio Mourinho creyera años atrás que era imposible. Sólo así se explica que el Barça de Messi tuviera un 86% de la posesión y, sin embargo, sólo lograra rematar cuatro veces a la portería de un gran Julio César. El Barça fue quemando sus naves conforme avanzaba el encuentro, pero cada movimiento de Pep tenía la respuesta de Mou. La entrada de Jeffren propició la de Muntari (por Sneijder), de la misma manera que el gol de Piqué hizo lo propio con la de Mariga (por Eto’o). Un Samuel Eto’o que, sin duda, fue la representación icónica de aquel partido, ejerciendo como un defensa más cuando doce meses antes estaba abriendo la final de Wembey como punta.
Real Madrid CF – FC Barcelona (2010-2011)
Enfrascados en aquel playoff de cuatro Clásicos, el primer Real Madrid de José Mourinho recibía al Barcelona tras ganarle la Copa del Rey en una final brillante e histórica. Un título que, además, dejóMourinho no reaccionó a la expulsión de Pepe en el partido de ida la sensación en Madrid de que en manos de su técnico estaba asestarle el golpe definitivo a un Barcelona que llegaba tocado y sin Iniesta. En todo caso, esta vez Mou no contaba con todas sus piezas. Con Khedira lesionado y Carvalho sancionado, Albiol y Lass entraron en ese especial 4-3-3, que rompía el 4-2-3-1 de la temporada, en el que Pepe partía como interior y Cristiano como «9». El resultado de esa ambición del entorno y de la tensión previa al partido que tan bien supo manejar Pep, se quedó en meras intenciones en cuanto el balón echó a rodar. Ambos equipos propusieron un partido de mínimos, los culés desde la posesión defensiva (72%) y los merengues desde la protección de los espacios (5-5 remates en 11 vs 11). «Queríamos no encajar goles y luego atacar cuando el rival estuviera frustrado. Teníamos pensado sacar a Kaka por Lass y que jugara detrás de los tres delanteros a partir del minuto 65, pero con la expulsión no hemos podido», razonaba posteriormente el luso. Dicha expulsión mandó a la lona anímica a afición y jugadores, sin que Mourinho realizara ninguna sustitución o cambio táctico para aguantar el 0-0 en la media hora que restaba. Quizás por el impacto, quizás porque no le convenció lo que tenía en el banquillo (Benzema, Higuaín, Kaká, Garay o Granero), pero no movió ficha y Leo Messi hizo el resto.
Con todo perdido, como él dijo tras el 0-2, en el partido de vuelta volvió a su tradicional 4-2-3-1 con Kaká de mediapunta e Higuaín como delantero, dejando así a Karim Benzema sin participación en la eliminatoria. Y no sólo fue un cambio de dibujo, sino que, además, el Madrid buscó el partido arriba e intentó ser agresivo con la pelota (soltó por completo a Marcelo, por ejemplo). Aún con todo esto, el dato de que sólo rematara una vez a portería en el encuentro explica mejor el desarrollo del mismo que el 1-1 final. El Fútbol Club Barcelona, que encontraba más fácil que nunca a Xavi, Iniesta o Messi, dominó por completo el partido sin dejar en un sólo momento que el Madrid se viera cerca de la remontada. Realmente el partido no dejó un mal sabor de boca en el Real Madrid, pero reflejó que todavía no era el momento de derrocar a este Barça.
FC Bayern Munich – Real Madrid CF (2011-2012)
Con la denominada «Liga de los récords» encaminada, el Real Madrid llegó en el mejor momento del «proyecto Mou» a su segunda semifinal consecutiva. Un dato que no debería sorprender en exceso, pero que después de seis años cayendo en octavos significaba que el club blanco, en parte, había recuperado su sitio en Europa. Ahora tocaba dar el siguiente paso contra el Bayern Munich, su gran rival en la esfera continental. En el Allianz Arena, Mourinho sacó su once habitual en los partidos clave fuera de casa (es decir, 4-2-3-1 con Coentrao de lateral), y los primeros 20′ no pudieron ser más esperanzadores. El equipo afrontó el partido de cara, dio muestras de su personalidad y, pese a no ser un asedio, rondó en más de una ocasión el gol. Éste no se produjo, lo que se convertiría en un problema inherente de este proyecto, y el Madrid fue perdiendo metros conforme avanzaba el partido. Sin embargo, no sufría. El 1-1 de Mesut Özil reflejaba una igualdad en el juego que sólo se comenzó a romper conforme el Bayern se fue haciendo fuerte en banda derecha. Con Lahm y Robben haciendo daño a Coentrao y Ronaldo, Mourinho decidió taponar la herida dando entrada a Marcelo por Özil para formar un doble lateral. El brasileño mejoró al Madrid, pero el gol terminó llegando por ese costado. En el minuto 89, para más señas. 2-1, y al Bernabéu.
La previa del partido de vuelta tuvo de todo: una victoria en el Camp Nou, la derrota del Barça ante el Chelsea y el recuerdo de aquel 2-0 que precedió a la Octava. Con Marcelo en el once, el equipo acompañó con un arranque explosivo en el que, por fin, tradujo su dominio con una renta adecuada. Los dos goles de Ronaldo encarrilaban el pase, pero cuando la ola rompió se comenzaron a ver ciertos desajustes que el Real Madrid no pudo ni supo controlar. Los defensas replegaban, los delanteros apretaban y, entre medias, Toni Kroos cuajaba su primera gran noche europea como tercer centrocampista. El Real Madrid fue perdiendo el control (45% posesión), en detrimento de un Bayern que, hasta el 75′, se encontró demasiado cómodo. A partir de entonces, los alemanes sólo rematarían una vez por siete de los madrileños, confirmando el cambio de tendencia que había buscado la dirección de campo de Mourinho, primero con el Kaká por Di María y, después, con el Granero por Özil. Los blancos tuvieron su momentum, se les escapó entre los dedos y no lograron evitar los penaltis. El resto de la historia, es más que de sobra conocida.
Borussia Dortmund – Real Madrid CF (2012-2013)
José Mourinho llegó a su tercera semifinal con el Madrid tras superar el punto de inflexión del curso ante Barcelona & Manchester en febrero-marzo. A partir de ahí, al madridismo le quedaba la Décima y una final. Estaba totalmente centrado en su objetivo y conocía lo que se cocía en el Signul Iduna Park, peroEn un cuarto de hora, el Dortmund penalizó la presencia de Pepe se encontró con un duro 4-1. Recapitulando, a este partido el Real Madrid se presentó con una baja capital: la de Arbeloa. Ramos pasó al lateral y el peor Pepe que se recuerda entró en el eje de la zaga junto a Varane. Además, Mourinho cambió su 4-2-3-1 por un 4-3-3 y situó a Higuaín en punta por delante de Benzema. Sobre el campo se vio como el equipo cedió demasiados metros asentado en un 4-1-4-1, así que en el descanso el técnico luso volvió a su esquema tipo con Modric en la derecha. Un cambio importante, pero que no se puede decir que desencadenara el cuarto de hora infernal que comandaron Gundogan, Reus y Gotze para que Robert Lewandowski fuera leyenda. «He visto a un equipo que ha sido superior y que ha tenido más agresividad física y mental. Ganaron todos los duelos. Ganó el mejor. Pero mi sensación es que cada gol fue un error», expuso muy elocuentemente José Mourinho en sala de prensa.
«Si le preguntas ahora al grupo todos te dirán que no es posible remontar, pero dentro de media hora te dirán sí y pasado un día estarán convencidos». Así anunciaba Mourinho lo que estaba por venir, y es que el Real Madrid demostró esa semana el peso del número 9 que lleva bordado en la manga. La afición se echó a la calle, el Bernabéu presentó un ambiente anacrónico y el equipo, de nuevo, respondió con creces a la llamada. Mourinho, por supuesto, había puesto todo de cara en la pizarra con Modric junto a Xabi en la base de su 4-2-3-1. Con el genio croata al mando de las operaciones, el Real gozó de tres ocasiones de gol o gol en la primera fase de partido. No entraron, los minutos pasaron y Mou se vio obligado a romper el partido. El Kaká y Benzema por Coentrao e Higuaín ayudó a cambiar la dinámica, pero les dejó sin capacidad de robo. El Dortmund tuvo sus ocasiones, perdonó y el Khedira por Alonso, quizás algo tardío, sí inclinó la balanza. Los dos goles llegarían tarde, pero aún así Ramos tuvo en su cabeza, en el que fue el vigésimotercer remate blanco del partido, el que pudo ser el gol de la eliminatoria. Pero a la tercera no fue la vencida.
«No estoy satisfecho con lo que he hecho con el Real Madrid en la Champions. Mi cultura no es estar satisfecho con los casis. En absoluto», comentaba tras esta última eliminación. Evidentemente ésta frase resume la actitud ganadora de un tipo como José Mourinho, pero desde el análisis no cabe más que elogiar un récord que es especialmente brillante por la variedad de equipos con los que lo ha conseguido. Pese a esto y a la obvia evolución que ha vivido en esta década, sólo hay que comparar la actitud respecto al balón o al repliegue constante, en estas siete semifinales sí que se atisban ciertos patrones que definen parte de su manual. Está el tema de preferir a jugadores más sólidos (Guðjohnsen, Pandev, Coentrao o Higuaín) por delante de los más difusos (Robben, Balotelli, Marcelo o Benzema), la continuidad al modelo de la temporada salvo excepciones (el 4-3-3 del Real Madrid), la propensión a romper los partidos cuando debe remontarlos (mete siempre delanteros, no centrocampistas) o de tener en el banquillo jugadores capaces de cambiar el partido desde lo físico (sobre todo en el Chelsea). Pautas de un libreto táctico que, en el sentido negativo, cuenta con su mal balance en los partidos de ida (2 victorias, 2 empates y 3 derrotas) que le ha condenado a haber accedido a sólo dos finales. Sea como fuere, también resulta interesante analizar las tres ediciones en las que no llegó a la penúltima ronda, porque en ellas (2001-2002, 2005-2006 y 2008-2009) siempre cayó ante un finalista-campeón. Un fact que deja la obvia conclusión de que, si los equipos de José Mourinho no ganan la Champions, el equipo que les bate al menos llega a la final. Casi nada.
Pablo 22 abril, 2014
Personalmente. aquel partido de vuelta entre Barcelona e Inter fue lo que me separó creo que para siempre de Mou, especialmente el 2° tiempo. Estaba en un bar a lo Marlon Brando repitiendo: "el horror, el horror" (?). Sinceramente, no solo pensé que aquello no me gustaba para nada sino que tampoco estaba seguro que se tratara de un partido de fútbol.