
Los periodistas franceses catalogaban aquel Brasil – Italia de 1938 de «final anticipada». Se trataba del vigente campeón contra el gran animador del torneo. Un duelo además cargado de significado político. El público francés deseaba ver una nueva debacle del fascismo. La modesta Suiza ya había eliminado al pastiche germano-austriaco producto del Anschluss y se esperaba que el representante del Duce cayese contra el contingente americano [1] emulando a Jesse Owens en la Olimpiada de Berlín.
La derrota de la que fuera única selección sudamericana en Francia devaluó el recuerdo de esta primera aparición del «jogo bonito» en un campeonato del mundo. Cierto que otros combinados brasileños se habían presentado en el Mundial, pero esta fue la primera ocasión en que el torneo más prestigioso gozó del placer de su propuesta sin ambages. Las anteriores incursiones se vieron perjudicadas por disputas políticas en la configuración del equipo, especialmente el eterno debate entre Sao Paulo y Rio [2], que minaba las posibilidades del conjunto al no poder incluir a los mejores jugadores independientemente de su procedencia o color de piel [3]. En cambio, el torneo de 1938 dejaba dos mitos afrobrasileños imperecederos, el defensa Domingos da Guía y el delantero centro Leónidas da Silva, enseñas de lo que el sociólogo Gilberto Freyre definía transversalmente como «futebol mulato» [4].
Brasil cayó en semifinales, pero dejó el nombre de dos futbolistas para el recuerdo.
El debut contra Polonia, en aquel momento un conjunto potente, tuvo carácter fundacional, ya que a las condiciones políticas, sociológicas y deportivas que se aunaban en el encuentro, se le añadíaEl debut de la brasil de Leónidas fue movidito el hecho de ser el primero que tuvo una amplia difusión radiofónica nacional. Los auspicios era excelentes y también lo fue el espectáculo. Resultado de empate a cuatro al final del tiempo reglamentario, bajo una tormenta de intensidad tropical y con un gol salvador del polaco Wilimowski en el 89′. Luego, en una prorroga que ya se ha convertido en mitología, Leónidas marcaría su famoso gol a pie descalzo, tras perder la bota en un barrizal y con el árbitro sin enterarse por lo manchado de fango que tenía el calcetín. El partido concluiría con un trepidante 6 a 5 y se convertiría en una hoja de ruta y a la vez en un manifiesto de voluntad de estilo que permitía identificarse a todo el país con el equipo.
La eliminatoria posterior contra Checoslovaquia fue igual de heroica pero de ejecución más brutal. Se extendió durante dos partidos. El primero finalizó 1-1 pese al tiempo suplementario, mientras que el segundo alumbró el decisivo 2 a 1. Tras el pitido final Planicka, conocido como el «Gato de Praga», se dio cuenta de que le habían fracturado el antebrazo. Un lance más puesto que a Nejedly le habían roto la pierna y a Kostalek provocado una grave lesión estomacal. Hubo tres expulsados, el brasileño Zeze por agresión a Nejedly, y Riha y Machado por su disputa a puñetazos. Los brasileños tampoco salieron ilesos. Peracio, Leonidas y alguno más restaban parcialmente descalabrados, por lo cual se decidió obviar el concurso de su estrella para la semifinal contra Italia.
Generalmente los cronistas condenan esta ausencia de Leónidas asumiendo que fue por pura soberbia. El dato fidedigno, sin interpretaciones, es que los brasileños habían cambiado con profusión de jugadores desde que dio inicio el torneo. Seis debutantes en su primer partido, nueve jugadores de refresco en el desempate contra los checos y otros ocho cambios respecto a este encuentro en la semifinal contra los italianos. Sin embargo, ¿fue aquella decisión un signo de de orgullo o de precaución? Cierto que aparentemente habían mostrado mucha seguridad en su competitividad, por ejemplo enviando al grueso de la expedición a la sede de las semifinales (Marsella) antes de que el bis de cuartos hubiese comenzado, pero el desglose del parte médico de dicho encuentro es un severo indicativo de la dureza del mismo. No es por tanto riesgoso afirmar que Leónidas y otros jugadores se encontraban realmente indispuestos cuando hablamos de un partido tan rico en traumatismos, contusiones y lisiaduras de distinta gravedad.
Debido a los problemas físicos, Leónidas no podría disputar la llamada final anticipada.
Los brasileños eran exageradamente optimistas, concepto en nada ajeno a su trayectoria en los Mundiales y ejemplificado en las famosas burlas que le dedicaron a Pozzo cuando este intentó negociar con ellos la compra de sus pasajes de avión, caso de vencer los transalpinos la semifinal. Sin embargoLeónidas no pudo jugar en el partido decisivo frente a la Azzurra no es tan sencillo afirmar que la ausencia del Diamante Negro careciese de criterios facultativos. Leónidas se había lastimado durante el primer envite contra los checos y forzó para el desempate, lo que sin duda agravó su situación. En su lugar Pimenta desearía haber ubicado al jugador de Vasco da Gama, Niginho, pero los italianos habían denunciado ante FIFA su situación de irregularidad federativa y militar. Nacido en Belo Horizonte aunque de orígenes italianos, Leonídio Fantoni «Niginho» jugaba con la Lazio y había obtenido la doble nacionalidad, lo que a la postre ocasionó que el ejercito le convocase para la invasión a Abisinia (Etiopía). Recién casado y renuente a participar en un conflicto, consiguió que su equipo le pagase un billete de vacaciones a su tierra natal y firmó por el Palmeiras sin permiso de su conjunto anterior, lo que le concedía el rango de doblemente desertor. El organismo rector del fútbol le consideró por tanto no alineable y Adhemar Pimenta experimentó con la deslocalización del fino interior Romeu Pellicciari en dirección al centro del ataque, sustituyéndole en su rol original con Luís Mesquita de Oliveira «Luisinho». Romeu tenía experiencia en el rol de delantero tanque, llevaba un gol y marcaría otro durante el encuentro, con lo que no era una apuesta tan barroca como luego se ha pretendido hacer ver. Técnicamente jugó un buen partido aunque, obviamente, no era Leónidas.
La responsabilidad de la derrota recayó sobre el representante del «futebol mulato» que si acudió a la semifinal, «O Divino Mestre» Domingos da Guía, autor de la acción señalada como penalty en lo que fue su segundo error grueso durante el campeonato. Suya fue la infracción con la mano que permitió a los checoslovacos empatar, también de penalty, el primer partido de cuartos y suyo fue el derribo a Piola que brindó a Italia una ventaja casi insalvable de dos goles a cero. Un agridulce balance para el «fútbol bailado» de los negros que aun tardaría décadas en presentar a sus iteraciones más competitivas.
[1] Tres días después de la final (22 de junio de 1938), el afroamericano Joe Lewis noqueaba al veterano boxeador alemán, Max Schmeling, en otro duelo obscenamente politizado. El boxeador al que la propaganda germana calificara de «ejemplo de la superioridad aria», mientras que la americana le tildaba de «perro nazi», había conservado a su manager judío, pese a las presiones gubernamentales, o salvado a dos niños, también hebreos, escondiéndolos en la habitación de su hotel. A la muerte de Joe Lewis (1981), Max corrió con los gastos de su entierro.
[2] Las selecciones previas a 1938 acababan componiéndose principalmente con deportistas de Río.
[3] Gilberto Freyre denunciaba sarcásticamente en «Futebol Mulato» que las políticas de selección de jugadores parecían inspiradas en las consignas para la elección de embajadores del célebre Barón del Río Branco, de quien se conoce que solo empleaba escritores blancos y de aspecto ario en el cuerpo de diplomáticos brasileño. Ejemplo de una actitud racista muy extendida en las Américas.
[4] Se refería con ello a una suerte de cualidades como la sorpresa, la maña, la astucia o ligereza, habitualmente denostadas por los gobiernos, y que él consideraba conaturales a una forma de cultura «mulata» (propia de mulatos). Estas particularidades impregnaban, engrandecían y caracterizaban el fútbol brasileño. Gilberto las relacionó también con las políticas de Nilo Peçanha a las que incluyó en el fenómeno del mulatismo.
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@DavidLeonRon 18 abril, 2014
Creo que Leónidas debe ser uno de los jugadores que más hemos escuchado en nuestras vidas y de los que no sabemos nada, pero nada ^^ Jugar yo creo que no le he visto.
Excelente una vez más, tocayo:D