De físico muy peculiar, trote extraño y porte algo corvado, la imagen de Fernando Soriano nos retrotrae a aquel fútbol que se jugaba con dos delanteros y en el que los extremos pisaban la línea de cal. Aquel fútbol no demasiado lejano que ahora suena tan romántico como el impacto de una bota negra a un Mikasa. Aquel fútbol de campos imperfectos en el que ciertos gestos técnicos quedaban reservados a unos cuantos elegidos. Aquel fútbol en el que, seguramente, nadie se hubiera confundido con Soriano.
¿Mediocentro o mediapunta? El debate de su carrera.
Engañados por su físico y seducidos por su sacrificio defensivo, no fueron pocos los entrenadores que creyeron encontrar en Fernando Soriano a un pivote perfecto para ejercer labores de recuperaciónEn el centro se sentía limitado, sin libertad. Tenía sentido. A fin de cuentas, lo primero que llama la atención al verle sobre un terreno de juego es su capacidad para abarcar metros, su simplicidad con balón y su intensidad sin él. Sin embargo, ni acompañando a Leo Ponzio en Zaragoza (2002-2005) ni haciendo lo propio con Patxi Puñal en Osasuna (2010-2011) demostró ser futbolista para esas lides. Soriano no se encuentra cómodo anclado al centro del campo. Se siente exigido. Limitado. Atado por unas cadenas que le impiden ser el jugador que él siente que es. Si estos problemas ya no se le asocian a su figura es debido a que, entre ambas experiencias, cruzó su destino con la pizarra de un joven técnico guipuzcoano que estaba comenzando a demostrar su habilidad para potenciar el rendimiento de jugadores muy específicos.
Al llegar a la UD Almería, Unai Emery cambió por completo la carrera de Soriano con sólo adelantarle unos metros. No era una posición nueva para él, pues precisamente en ese rol de llegador había brillado en elU.Emery le hizo enganche en el Almería de 2006 filial del Zaragoza, pero el público de la Primera División sí que descubrió a un jugador renovado. Por delante del doble pivote (Juanito y Melo/Iriney), escoltado en las bandas por dos balas (Crusat y Ortíz/Piatti) y por detrás de un nueve de mucha movilidad (Negredo), Soriano comenzó a hacerse un hueco en las crónicas. Sus condiciones por fin encontraban acomodo, y éstas eran de tremenda utilidad. Tenía libertad para realizar sus esfuerzos largos, podía jugar a pocos toques y, además, tenía el permiso obligado de cargar el área. Una pauta que, en menor o mayor medida, se mantuvo con los siguientes entrenadores y que le terminó convirtiendo en uno de los jugadores más queridos de la ciudad.
Ya es más que un jugador para el club almeriense.
Tras su decepcionante paso por El Sadar, una plaza en la que en un mundo paralelo le considerarían uno de los suyos, regresó a Almería. De nuevo por detrás del punta, Fernando Soriano volvió a convertirse en imprescindible tanto para Javi Gracia (12 goles en la temporada del ascenso) como para Francisco. Y es que, sin mostrarse demasiado, cada jugada pasa por él. Amortigua un balón en largo de Esteban, da continuación a una pelota que le sirve Verza, abre a banda para Vidal o acompaña a Rodri en el área. Sus 34 años le han restado potencia, fondo y retorno defensivo, pero eso no le impide seguir ayudando a su equipo en todos los frentes. Es su carácter, su personalidad. Su curiosa condición de guerrero deslavazadado.
Abel Rojas 14 enero, 2014
Para mí, mediapunta sin dudar. Un mediapunta atípico, lento y sin regate pero mediapunta al fin y al cabo.
Mi equipo favorito de los que condicionó, el Almería de Lillo en el año que salvaron. Con Bernaderllo de mediocentro, él de mediapunta y Crusat y Piatti en banda.
Soriano es un jugador de los que permite dominar a equipos humildes. Fetiche.