Era viernes y eso descuadra; pero diluviaba y eso vigoriza. Con este pulso entre elementos tan bien equilibrado el espectáculo dependía en exclusiva del juego del Málaga y el Valencia CF, y, generoso con el ávido de diversión, Juan Antonio Pizzi decidió probar el triángulo formado por Oriol Romeu, Ever Banega y Dani Parejo; tres ex-superpromesas de presente difuso que ayer hicieron de sí mismas.
Pizzi eligió un 4-3-3 muy elásticoLa propuesta del argentino fue compleja y arriesgada porque hasta cuatro de sus futbolistas disfrutaron de libertad casi plena, los interiores Ever y Daniel y los mediapuntas Jonas y Piatti. Los primeros se cambiaban de lado y de altura sin parar nunca, y dicha movilidad les llevó a ser, con diferencia, los tipos más presentes del encuentro. Salieron a una media de una intervención por minuto de juego, lo cual, considerando que el reparto de posesión fue de 49-51, es una burrada. Decimos más: una burrada que habla bastante mal de los dos. Hay que ser Parejo y Banega para que con su gran nivel asociativo y la participación que ayer mostraron su equipo se quedase en un, para ellos, insuficiente 51% de posesión.
El para ellos es la clave. De por sí no es malo tener una cuota de balón tan discreta, infinidad de campeones de Europa promediaron menos y la Copa sigue en sus museos; el problema es que si Parejo, Banega, Jonas, Piatti y Alcácer, más Joao y Guardado, se pasan defendiendo la mitad del partido… nada consistente puede salir de ahí. Y tal cual pasó.
Pese a todo, las ocasiones más claras del partido fueron chés.
Lo producido por los chés y maniatado por un soberbio Willy Caballero encontró la réplica en un caudal ofensivo malaguista excesivo para su potencial. Estuvo comandado por el eterno Duda. Mucho mérito para el portugués, cuyo juego entre líneas brilló y gustó, pero solo su soledad apocalíptica justifica que todo un Oriol Romeu se viera desbordado por las viejas piernas del «17» local. No hay que tirar de memoria sino de imaginación para recordar a Duda jugando tan bien como mediapunta de un 4-2-3-1. En cualquier caso, entre el intuitivo felino Alves y el duro Mathieu sellaron el arco valencianista. El francés de central falla poco.
Pizzi no quedó contento con el primer tiempo y en el segundo cambió el dibujo: adiós 4-3-3; hola 4-4-2. Buscaba consistencia y su decisión pareció lógica, pero, restituido en lo táctico, el Valencia comenzó a perder ardor físico. Además, con el ajuste se esfumó Piatti, que como enganche por la izquierda había superado a Tissone en cada intento hasta entonces. El bajón de Tissone ha sido progresivo y continúa, si bien aun así el buen hacer de Piatti mereció elogio. Quizás también lo mereció Pablo Pérez, el nuevo fichaje de Schuster, ex pupilo del Tata Martino. Intentó tres o cuatro cosas diferentes en poco tiempo; suficiente para llamar la atención en un equipo sediento de creatividad. Al final, 0-0 y ninguno feliz. Schuster y Pizzi siguen soñando con el «9».
@DavidLeonRon 18 enero, 2014
»el triángulo formado por Oriol Romeu, Ever Banega y Dani Parejo; tres ex-superpromesas»
Tremendo, no había caído en esto.
Parejo no tanto, pero de Romeu y Banega hubo un tiempo en que esperamos lo mejor. Lo que es el fútbol.
»El bajón de Tissone ha sido progresivo y continúa»
Tampoco era normal lo otro…