Se puede afirmar que Napoleón no necesitaba a Maria Saveria Paravicini ni a Angela Maria Pietrasanta, sus venerables abuelas, para reforzar su vigorosa autoestima: «Me siento impulsado hacia un fin que desconozco», aseguraba el pequeño gran corso antes de lanzarse a la conquista de Rusia, según refiere el general Philippe-Paul de Ségur en su ‘Histoire’ de 1812: Tan pronto como lo alcance, tan pronto me vuelva innecesario, un átomo será suficiente para destruirme. Hasta entonces ninguna fuerza humana puede hacer nada contra mi”. Sobra decir que las impresiones del emperador francés eran harto imprecisas, pero más que censurar su grandilocuencia cabe preguntarse hasta qué punto, sin esa firme convicción que alimentaba una audacia irracional en las aspiraciones de quién ilustró al mundo, hubiera sido capaz de lograr tan sólo una parte de lo que consiguió.
Pecados de juventud, Antoine Griezmann expresó muy pronto su deseo de recalar lo antes posible en un club que aspirara al trono europeo. Con el tiempo su discurso se moderó, tanto que unoEn su juventud, A.Griezmann nunca destacó cree de verdad en la maduración de un chaval que reconoce en la Real Sociedad una gran entidad, una camiseta amada y una plaza magnífica para desarrollar su fútbol. Pero el impulso original sigue allí: el pequeño diablo txuri-urdin se siente ligado desde muy joven a las mayores aspiraciones que le ofrece este deporte. No pierde ocasión para recordarnos su deseo de conquistar un puesto en la selección francesa y seguro que más de una noche, con las piernas entumecidas, sueña con sus manos levantando el centro continental. Una convicción significativa en un chico que no siempre destacó: rechazado con cadenciosa persistencia por la flor y nata del fútbol base francés, a los 13 años recaló en el club donostiarra y desde entonces fue fiel a una progresión correcta y poco estruendosa que no presagiaba el poderío con el que, al fin, acabó llamando a las puertas del primer equipo que ahora le reconoce como su estrella.
Sin atesorar la calidad de los elegidos en Antoine Griezmann reside algo de esa grandeza que impulsa a las mayores figuras en el sendero del triunfo. Su fútbol es un buen reflejo de ello: rápido, insistente y resolutivo, traza movimientos poderosos sobre el césped pero no los administra con flexibilidad. No es un jugador que interprete las debilidades del rival, sino más bien un futbolista dañino en si mismo al que en ocasiones pierde su fútbol monocromo. La mayoría de las veces, no obstante, su profunda determinación resulta productiva cuando no decisiva, pues no es otra la actitud que lo ha llevado a hacerse un nombre en una esfera que no le aguardaba. El pequeño caporal donostiarra no bajó los brazos en un equipo mustio al que su ímpetu competitivo ha rescatado de la frustración.
Abel Rojas 5 noviembre, 2013
Es curioso, pero ha tenido que llegar la Real Sociedad más débil para que valore en su justa medida quién es Antoine Griezmann. A veces que el fútbol de un jugador sea más táctico y físico que técnico le permite, si su mentalidad acompaña, rendir siempre, en cualquier circunstancia y casi de manera independiente al contexto. Sumar siempre, al fin y al cabo. Y eso está siendo Griezmann en la necesidad.
Mis respetos para siempre.