Visto desde un acantilado, el mar se muestra libre, rebelde y mutable. Las olas en franca unicidad se desplazan juntas hacía la costa, dibujando ante los ojos de quién observe imágenes siempre distintas e inesperadas más allá de lo apacible o lo furiosa que se muevan las aguas. El fútbol de Colombia en sus momentos más fúlgidos se asemeja exactamente a eso. Una travesía conjunta de apariencia libre y creativa que arremete por todos lados de forma inesperada. Para ello el equipo de Pekerman precisa de juntar a sus piezas de mayor inspiración en pequeños espacios para atraer rivales, crear espacios y desequilibrar la defensa contraria.
Ayer, ante Bélgica, el conjunto tricolor fue una marea de olas separadas y corriente uniforme. Sin varios de sus vasos comunicantes, Colombia vio como sus jugadores estaban encadenados en sus propios carriles, tan separados que no había pared posible entre Cuadrado y James. Así fue imposible mover la sólida defensa belga… hasta que lo hicieron. Pekerman buscó gradualmente soluciones, movió el mediocampo, trató de juntar al ’10’ y al ‘4’, subió los laterales y soltó a Aldo Leao. Nada revivió el mar de tres colores y ataques imaginativos salvo el gol de Falcao. A partir de allí, Colombia, aunque no sin apuros, mostró su cara más feliz.
@DavidLeonRon 15 noviembre, 2013
Para eso tiene Colombia al que quizás sea el mejor 9 puro del mundo. Falcao tiene que solucionar problemas y lo hará.
No me sale un buen Mundial de Colombia sin al menos 3 goles de Radamel. Y estoy más o menos "seguro" de que caerán.