El deporte lleva al primer plano mediático a los personajes más dispares. No importa lo importantes que fuesen antes, el deporte profesional siempre los pone a otro nivel. Así pues, podemos encontrarnos con un empresario de éxito, emprendedor, político y cantante, actor o presentador de televisión ocasional. No hay caso, se le recordará por lo que hizo en el deporte.
Obviamente podríamos estar hablando de Silvio Berlusconi, quien en los últimos 30 años ha sido portada de los medios por todas estas cosas y algunas más –bunga bunga-, pero realmente nos estamos refiriendo a su contraparte francés.
La primera vez que el gran público oyó hablar de Bernard Tapie fue en el Tour de Francia. Tapie era un hombre éxito en su país, especialista en comprar empresas en bancarrota y llevarlas de nuevo al éxito. Y de repente, le vimos montado en un coche de director ciclista. Su equipo, La Vie Claire –tomaba su nombre por una marca de cosméticos- acababa de fichar al gran Bernard Hinault, gran figura de la bicicleta francesa y cuádruple campeón del Tour. Hinault había tenido problemas en su equipo de siempre , el Renault-Elf, por la presencia de otra gran estrella gala, Laurent Fignon, y Tapie lo reclutó para su equipo. Hinault era veteranísimo ya, pero tenía entre ceja y ceja convertirse en pentacampeón, algo que bajo la dirección de Tapie consiguió. Además, el empresario consiguió una enorme cuota de pantalla gracias a la rivalidad de Hinault con su compañero de equipo, el joven lobo Greg Lemond, que ganaría la ronda francesa al año siguiente. Así pues, en dos años, Tapie, el especialista en convertir proyectos muertos en referencias mundiales, lo había conseguido otra vez. Era 1986 y tocaba asumir un nuevo reto.
El Olympique Marsella era un gran nombre del fútbol francés, pero un peso pluma a nivel europeo
El Olympique marsellés, representante de la gran ciudad del sur de Francia, siempre había sido una referencia del fútbol galo. Su época de éxitos quedaba lejos, cuando a finales de los 60 y principios de los 70 había intentado dar un salto de calidad y buscó la gloria europea, primero de la mano de Roger Magnusson –un extremo internacional sueco, auténtico mago del regate- y Josip Skoblar –el implacable goleador yugoslavo, Bota de Oro europea-, piezas fundamentales de un equipo campeón de Francia y derrotado por el gran Ajax en la Copa de Europa. El segundo asalto se dio con las contrataciones de los campeones mundiales brasileños Jairzinho y Paulo César, que tuvieron un paso más bien decepcionante. Al fin y al cabo, salvo en los honrosos casos del Stade de Reims de los 50 y el Saint Ettiene de los 70, esa era la historia de los clubes franceses en el continente. Nunca daban la talla. Sangrante era el caso de Monaco y Nantes, a cada cual más decepcionante en sus salidas europeas o mismamente la huérfana capital francesa, que a finales de los 70 aún intentaba construír un equipo decente.
Ahora, en 1986, la capital no tenía un buen equipo sino dos. El PSG venía de ganar la liga y el Racing de Paris, bajo los auspicios de Matra, estaba inmerso en un proyecto faraónico. Mientras, los clásicos poderes del fútbol galo empezaban a cambiar. El Saint Ettiene había entrado en decadencia tras 15 años de gran rendimiento y eran Monaco y Girondins de Burdeos los que cortaban el bacalao, con dos equipos que aglutinaban gran parte de la selección nacional, que vivía un momento espléndido.
Así pues, en abril de 1986, gracias a la mediación del alcalde de Marsella, Bernard Tapie se hace con la presidencia del Olympique. Su objetivo no puede ser otro que el de llevar a un equipo mediocre – apenas han pasado dos años desde su vuelta a la primera división- a grandes cotas.
En 1986, Bernard Tapie accedía a los mandos del Olympique, dando paso a los mejores años del club
Apenas una semana después, el OM disputa la final de la Copa de Francia ante el Girondins, el conjunto de Aimé Jacquet que es el mejor de Francia. El Marsella es un equipo luchador, pero no brillante, y los bordeleses presentan una formación de once internacionales. A pesar del penalti fallado por Bernard Lacombe ante Joseph Antoine Bell en la primera parte y que el cuadro marsellés se adelanta gracias a un gol de Diallo desde el punto fatídico, los de Jacquet empatan por medio de Tiganá y se impondrán en la prórroga gracias a un golazo de Alain Giresse.
Ese verano, mientras toda Francia vibra con la aventura de su selección nacional en México, Tapie prepara su entrada en el mercado con la vista puesta en asaltar el campeonato liguero. México 86 deja de nuevo una sensación agridulce en el público francés, y algunos deGiresse o J.Pierre Papin llegarían con Tapie los miembros del equipo de Henri Michel serán protagonistas del mercado de fichajes. El más sonado es el pase de Luis Fernandez del PSG al rival ciudadano, el Racing. Un Racing que también se hace con Littbarski y Francescoli. Tapie, ni corto ni perezoso, sigue el modelo de su homólogo Lagardère, y ficha a una figura de la selección, Alain Giresse, y a una figura alemana, el central Karl Heinz Förster, proveniente del Stuttgart y una de las referencias europeas en su posición. Además, rescata del Brujas a Jean Pierre Papin, que no había brillado en exceso en el Mundial, pero que se revelaría capital en el futuro del proyecto-Tapie. Gérard Banide, un entrenador que ya había ganado Liga y Copa con el Monaco, es el primero de la era Tapie. Durará dos años.
A pesar del golpe que supuso la pérdida de Giresse, el Girondins de Burdeos se recupera bien. Firma a los gemelos yugoslavos Zoran y Zlatko Vujovic, el técnico centrocampista Jean Marc Ferreri, que se convertirá en el sustituto de Giresse y va a formar una excelente pareja con Tiganá, y también llegan los atacantes Vercruysse, Fargeon y José Touré. Todos internacionales. Con ellos, y a pesar de la excelente campaña del OM, el Girondins realizará la mejor temporada de su historia, ganando la liga con cinco puntos de ventaja sobre los marselleses, que se verán derrotados de nuevo por los propios bordeleses en la Copa de Francia. No sólo eso, al inicio de la temporada de 1988, el Girondins vencerá también la supercopa francesa, completando un excelente año 87 ganando los tres títulos nacionales.
El Olympique comenzó a reforzarse con nombres importantes como los de Giresse o Jean Pierre Papin
La campaña de 1988 es decepcionante para las huestes de Tapie, a pesar de una increíble campaña de fichajes, que incluía a los defensas internacionales Ayache, Domergue y Le Roux para acompañar a Förster. Como complementos de Giresse llegan Abedí Pelé, Jean Claude Durand y Bernard Genghini –el D’Artagnan del fútbol francés-, mientras que la delantera se refuerza con la presencia de Klaus Allofs. Papin y Allofs se entienden a las mil maravillas y marcan 32 goles entre ambos. Son la delantera más letal de un campeonato que vive un momento de resurrección y cuenta con atacantes como Mark Hateley, Roger Milla, Phillippe Fargeon, Maurice Johnston, François Oman-Biyick, Erwin Vandenbergh o Bruno Bellone. El Marsella, de todos modos, no carbura, encaja demasiados goles y termina séptimo 11 puntos del Monaco de Glenn Hoddle y Arsene Wenger, campeón nacional. Esta temporada significó el final de la era Banide. Gérard Gili asumiría el banquillo de los albicelestes.
Gili, con una plantilla mucho más modesta en cuanto a nombres –no están ya Giresse, Bell o Genghini, entre otros-, pero apoyándose en la llegada y consolidación de jóvenes como Eric di Meco, Bruno Germain, Phillippe Vercruysse o Frack Sauzée, forma un equipo muy sólido y que cuenta con el implacable Papin arriba. JPP vuelve a ser el máximo goleador y el OM gana el campeonato peleando hasta el final con el PSG y el Mónaco, en el que Hoddle juega al mejor nivel de su carrera –marca 18 goles- y hace su debut George Weah. El presidente Tapie había conseguido su primer objetivo: recuperar el trono de campeón francés, en el que los marselleses no se sentaban desde 1972.
Droit au but: tras el primer título, el OM quiere la consolidación y hacerse un nombre en Europa
Volvía el Olympique a la Copa de Europa y quería volver a lo grande. El verano de 1989, el de la consolidación, es frenético en las oficinas del club. Aprovechando el hundimiento del proyecto del Racing de Paris, Tapie se hace con los servicios de Enzo Francescoli. El uruguayo debe ser la pieza que dé el salto de calidad necesario para ser un equipo a tener en cuenta en Europa. Es la guinda y la perla de un proyecto que refuerza todas sus líneas. La portería con el internacional francés Jean Castaneda. La defensa con el mejor lateral europeo, Manuel Amorós, uno de los mejores defensas jóvenes de Francia, Alain Roche y el líbero brasileño Mozer. El centro del campo suma al jovencísimo Alain Boghossian, al futuro capitán Didier Deschamps, al veterano Jean Tigana y al espectacular extremo inglés Chris Waddle.
En la Copa de Europa, la consolidación de Papin como goleador de referencia en Europa, sumado a la sorpresa que es el rendimiento de Vercruysse, le permiten al OM pasar eliminatorias con relativa facilidad. Deschamps cumple las expectativas que se tenían de él en Nantes y Sauzeé se confirma como un box to box con excepcional llegada a puerta. Brondby y AEKEl Olympique se quedó a un pasito de la Copa de Europa ante el Benfica de Atenas no representan amenaza alguna para el campeón francés, que avanza con paso firme también en la liga, donde el Burdeos vuelve a ser el gran rival. Los cuartos de final contra el CSKA de Sofía, ya en marzo, confirman la magnífica forma en la que se encuentran Sauzée. De entre las grandes contrataciones, Waddle se revela como un tremendo acierto: su juego pegado a la cal es desequilibrante, sus driblings, sus amagos y su carácter le convierten en un ídolo del Velódromo. Tiganá cumple con lo que se esperaba, imponiendo su experiencia y jerarquía en el campo, mientras Francescoli decepciona. Las semifinales emparejan al OM con el Benfica. En el Velódrome los portugueses se adelantan, pero –quienes si no- Sauzée y Papin dan la vuelta al resultado. No es el más cómodo para viajar al Estadio Da Luz, pero los hombres de Gili resisten bien hasta el minuto 82, cuando en un córner, Vata empuja la pelota a la red con el antebrazo. El árbitro no lo ve y ese gol elimina a los franceses. Los jugadores se vuelven locos, pero Tapie lo acepta como gajes del oficio. «El Benfica es un gran club europeo, con mucha experiencia, mientras que nosotros somos unos novatos que han pagado por ello. No hay consuelo para mis jugadores ahora mismo pero…hay que volver a empezar». Declaraciones mesuradas de un hombre que para nada lo aparentaba. Como consuelo, el equipo vuelve a ganar el campeonato francés, con Papin como máximo goleador con 30 tantos.
En 1990, el Olympique cayó en semis de la Copa de Europa por valor doble de los goles en campo rival
Tras el Mundial de Italia, Tapie, cuya carrera política llega a su punto más álgido –está en primera línea del gobierno francés-, también da un golpe de mano haciéndose con la presidencia de una Adidas que no pasa por su mejor momento. Indirectamente, su recién adquirido poder sobre uno de los símbolos de Alemania, le facilita la llegada de otro: Franz Beckenbauer, el seleccionador campeón del mundo, se convierte en el entrenador del Marsella. Forma un curioso organigrama con el viejo zorro belga Raymond Goethals y el también alemán Holger Osieck. En los siguientes tres años, veremos como Goethals aparece y desaparece de escena pero, podemos decir sin temor a equivocarnos que, a partir de enero del 91, el OM es el equipo de Goethals.
Muchos golpes de mano en un solo verano, pero en el plano deportivo la gestión de Tapie sigue teniendo una única dirección: reforzar al máximo la plantilla de su equipo. Abandona Marsella Francescoli, destino Italia, y desde Italia se esperaba que llegase el gran golpe de mano del presidente francés. Había alcanzado un acuerdo por DiegoMaradona estuvo cerca del Olympique en 1990 Armando Maradona. El astro argentino había recibido la promesa de Corrado Ferlaino –presidente del Napoli- de que le traspasaría al Marsella si daba al club un título europeo. Dado que los partenopeos habían ganado la UEFA ante el Stuttgart el año anterior, la cosa parecía estar hecha –durante dos veranos seguidos-, pero finalmente no fue así. Por lo tanto, Tapie movió sus hilos para traer a otros de los números 10 más cotizados del continente: Dragan Stojkovic. La gran figura del Estrella Roja de Belgrado y la selección yugoslava. Un talento impresionante que haría olvidar a Francescoli. Junto a él llegó Pascal Olmeta, joven guardameta considerado el más talentoso del país, aunque ciertamente era un portero muy heterodoxo que nunca cumplió todo su potencial. Basile Boli, un central con una impresionante presencia física fue la incorporación estrella para la defensa, mientras que la consolidación de Abedí Pelé, y la llegada de los internacionales Laurent Fournier y Bernard Pardo eran las grandes noticias en la parcela ancha. Arriba, Eric Cantoná, un volcánico pero talentosísimo atacante y trotamundos del fútbol francés. Nadie adivinaba, eso sí, lo que llegaría a ser el joven Eric. Por entonces no era más que un Balotelli cualquiera.
Tras desvanecerse el sueño de Diego Armando Maradona, el Olympique fue a por Dragan Stoijkovic
Había que volver, como había declarado Tapie, y el OM comenzó su camino de vuelta aplastando al Dinamo de Tirana con un hat trick de Papin, que seguía a un enorme nivel, bien secundado por Vercruysse y Cantoná. En la segunda ronda el equipo sufrió lo indecible en su visita al Lech Poznan, campeón polaco, que le tuvo contra las cuerdas en un ambiente durísimo. Llegaron a estar 3-1 arriba los polacos liderados por el juvenil Andrzeij Juskowiak, pero finalmente el 3-2 fue un mal menos para los franceses. En el Velódromo no hubo color y el OM fue una apisonadora. Uno tras otro seis goles cayeron en las redes de los polacos, destacando el hat trick de un Vercruysse que seguía en estado de gracia. Papin no faltó a su cita, tampoco Cantoná. Además, Basile Boli anotaría el sexto con un cabezazo de los suyos, una jugada que le daría momentos de gloria en el sur de Francia.
Los cuartos de final presentaron el gran desafío para el equipo de Tapie. El bombo les cruzó con el invencible Milan que venía de ganar dos Copas de Europa seguidas. En la ida, el Olympique realizó seguramente su partido más brillante y sólido de toda la era Tapie. Se sacó un empate, pero se pudo incluso ganar. Y Tapie definió la situación a la perfección: “Eras la víctima clara. Como quien va a la Scala de Milan a tocar con un grupo de acordeones. Pero al final los acordeones no sonaron tan mal”. Faltaba la vuelta, que pasaría a la historia.
En el Velodrome, el ambiente era impresionante desde dos horas antes. El partido más importante de la historia del OM estaba en juego, contra el rival más grande posible. El OM salió enchufado, La eliminatoria frente al AC Milan, inolvidablesin dejar maniobrar a los italianos, que además tenían importantes bajas. Además, el empate de la ida, conforme pasaba el tiempo, más les pesaba a los de rossoneri. En el minuto 75, Chris Waddle, que hizo un fantástico partido, remató de volea –¡con la derecha!-, batiendo a Rossi y dando una ventaja casi definitiva al equipo marsellés. Poco más tarde, realizó una jugada maradoniana que acabó con un tropezón fatal que le impidió marcar. Así era el estilo de Waddle, capaz de maravillas y de las situaciones más ridículas. Poco después, la luz se fue en las torres de iluminación del Velódromo y, aunque poco a poco se fue recuperando, los jugadores del Milan se negaron a seguir jugando, en una actitud incomprensible. ¡El OM pasaba de nuevo a semifinales! Habían eliminado al mejor equipo del mundo, de una forma un poco deslucida por la retirada de los milanistas, pero después de haber jugado dos excelentes partidos. Al Milan la cosa le saldría cara: un año fuera de toda competición europea. Así pues, la 91-92 abriría las puertas a otros equipos sin su presencia.
Los cuartos de final ante el gran AC Milan fueron históricos por cómo se desarrollaron los partidos
Pero el OM no quería esperar al año siguiente. Pasó como un ciclón por encima del Spartak de Moscú, que había sorprendido a Europa eliminando a Napoli y Real Madrid. 5-2 y a la final de Bari. ¡Los marselleses volaban!
El talentoso Estrella Roja, el ex club de un Stojkovic al que las lesiones estaban amargando, era el rival para la final. Se esperaba un bonito partido entre dos equipos con gusto por el vértigo, uno desde el dominio de la pelota y otro desde las contras. Pero Ljupko Petrovic planteó el escenario que Goethals –y Beckebauer, excepcionalmente sentado en el banco- jamás había planteado. Los yugoslavos cedieron la pelota y se cerraron a cal y canto. Los franceses, que solo la querían para matarte a la contra, se encontraron con un objeto extraño y no sabían muy bien qué hacer. Tuvieron alguna buena oportunidad, especialmente una de Papin, pero en general el partido fue decepcionante y muy aburrido. Se decidió en los penalties, donde Stojanovic era un gran especialista y sus compañeros excelentes tiradores. No hubo caso, no dieron opción a Olmeta y el fallo de Amoros condenó al Marsella. Otra vez más a las puertas y otra vez el desconsuelo. Tapie quiso de nuevo poner la visión optimista, pero ni él mismo podía en esta ocasión. Para más inri, apenas una semana después, el Monaco les derrotaba en la final de Copa. Pero la liga francesa, ganada una vez más, les daba un intento más al año siguiente.
El asalto definitivo a la Copa de Europa se llevó a cabo en el bienio comprendido entre 1991 y 1993.
1991-92 era la temporada que muchos grandes clubes europeos esperaban. Sin el Milan, el cetro europeo estaba abierto. Los grandes favoritos venían de España y Francia. Eran el Barcelona y el OM. La Sampdoria, campeona de Italia era el outsider,La eliminación del 92 fue dolorosa para el OM mientras que los campeones del Estrella Roja, además de sufrir importantes bajas, debían hacer frente a una sanción que les impedía jugar partidos en casa. La guerra en los Balcanes ya había comenzado. Los campeones alemán e inglés, Kaiserslautern y Arsenal quedarían por el camino hacia la liguilla que, por primera vez, hacía acto de presencia en la Copa de Europa. Los últimos 8 equipos se dividirían en dos grupos y el primero de cada grupo iría a la final de Wembley. No importaba mucho en Marsella. El 8 de noviembre de 1991, en el estadio Letna de Praga, el OM quedaba sorprendentemente fuera de Europa. Tras dos años rozando el trofeo era una decepción absoluta y parecía llenar de dudas todo el proyecto de Tapie. El Balón de Oro de Papin a final de año parecía un pequeño recordatorio de la grandeza que tan cerca había estado y finalmente no llegó. ¿Había pasado ya el mejor momento del equipo?
En liga, desde luego, no. El Olympique se llevó su cuarto título francés consecutivo, con Papin marcando 27 goles y siendo máximo goleador una vez más. La Copa francesa se suspendió ese año 92 tras el desastre del estadio Furiani de Bastia, donde murieron 16 personas y más de 2.300 resultaron heridas.
En la temporada 92-93, la Copa de Europa pasó a denominarse Champions League. Volvía el Milan, más fuerte si cabe, ya que se habían transformado en Gli Invincibili– venían de ganar el Scudetto invictos y permaneceríaWaddle o Papin dejaron Marsella ese verano así 49 partidos-. El OM reestructuró la plantilla. No estaban ya Chris Waddle ni Papin –traspasado por una cifra record al Milan-, y habían llegado Rudi Völler y Alen Boksic. También se habían consolidado el lateral Jocelyn Anglomá y el central Marcel Desailly, ex compañero de Deschamps en Nantes. También Jean Marc Ferreri, el veterano centrocampista estaba ahora en Marsella, Stojkovic había vuelto de una cesión y sus lesiones también, e incluso la otrora promesa rusa Igor Dobrovolski estaba en plantilla. Siempre se estuvo esperando una explosión que prometía descubrir al mayor talento salido de la URSS, el Futre soviético, pero nunca la vimos. Olmeta seguía siendo el portero, pero su joven suplente, Fabien Barthez, le arrebataría el puesto. Por lo demás, Deschamps y Sauzée seguían siendo clave en el centro del campo, Basile Boli era el hombre más destacado en la defensa y Abedi Pelé seguía siendo un peligro en el ala izquierda.
Boksic, Rudi Völler, Angloma o Desailly, nuevos nombres dentro de un equipo que buscó remodelarse
La escuadra de Raymond Goethals tiene dos enfrentamientos fáciles en las dos primeras rondas contra el Glentoran y el Dinamo de Bucarest, clasificándose para los grupos sin grandes problemas. La gran sorpresa viene del vigente campeónEl Olympique volvía a la final de la Champions, el Barcelona, que es increíblemente eliminado por el débil CSKA de Moscú. En el grupo de semifinales, el Marsella se encuentra con el Brujas, el CSKA y el Glasgow Rangers, que se revelará como el rival más fuerte. En el primer partido los franceses se quedan cerca de una importantísimo victoria en Ibrox Park. Con una ventaja de 2-0 se dejan remontar al final por los escoceses, que en cuatro minutos ponen el 2-2 definitivo. El OM supera después al Brujas y concluye la primera vuelta con un empate en Moscú. La vuelta comienza con un tenístico resultado contra los rusos, seis a cero. Mientras, el Rangers derrota al Brujas y se confirma como el enemigo a batir para estar en la final de Munich. Ambos equipos empatan en el Velodrome y dejan todo para la última jornada, a la que el OM llega con la diferencia de goles favorable en caso de empate a puntos. En Brujas Boksic, la auténtica revelación de la temporada, marca a los dos minutos de partido y el Marsella vive de rentas el resto del partido. Dos años después el OM vuelve a la final.
El rival será ni más ni menos que el Milan, que se ha mostrado como una apisonadora durante todo el torneo, ganando sus 10 partidos y dando auténticas demostraciones en algunos de ellos. Van Basten parece estar en mejor forma que nunca, y para la historia queda su repoker de goles, a cada cual más difícil, contra el Goteborg de Thomas Ravelli.
El partido comienza ya con polémica, dado que Capello deja fuera a Gullit pocos minutos antes del pitido inicial. El Milan sale a por todas y asume el control del partido, como se esperaba, pero no parece el equipazo imparable que era a comienzos de temporada. El Marsella, poco a poco va liberándose de la presión ejercida por los italianos. El Milan, con su enorme plantillón, ha impuesto en las dos últimas temporadas el sistema de rotaciones, pero hacia final de la temporada 92-93, este parece empezar a tener consecuencias negativas. Muchos jugadores necesitan un ritmo más continuado de encuentros para mantener una buena forma. Donadoni es el más afectado por ello. Van Basten, tan impresionante durante los primeros seis meses de la campaña, arrastra problemas en los tobillos y, de hecho, esta final sería el último partido de su carrera –aunque nadie en aquella tarde de mayo del 93 podía sospecharlo-. Papin, en medio de un duelo sentimental con el club que le hizo grande, no fue titular tampoco. Además, el sustituto de Gullit, el siempre versátil Massaro, falló varias ocasiones muy claras. Por otra parte, Desailly y Boli mantenían la solidez en defensa y Abedí Pelé era un diablo por su banda.
El Olyimpique de Marsella volvía a verse las caras con el AC Milan, esta vez en el partido decisivo
Así fue como se llegó al minuto 44, justo antes del descanso, Basile Boli se elevó sobre la defensa italiana, y con él lo hicieron los sueños de una ciudad que vive el fútbol como pocas. A contrapié, Rossi no pudo hacer nada. Un gol psicológico, justo antes del descanso, que mató el partido y permitió a los franceses controlar plácidamente la segunda parte a pesar de los furiosos envites de Papin.
Marsella era campeona de Europa al fin. Tras 4 años asentando y proyecto y otros cuatro de desilusiones europeas. Barthez, con pelo, y Deschamps se convertían en el portero y el capitán más joven hasta la fecha en ganar una Copa de Europa, sólo el anticipo de lo que les depararían sus lustrosas carreras.
Pocos meses después de alzar la copa de las grandes orejas un terremoto sacudió los cimientos del fútbol francés. Varios jugadores del Valenciennes denunciaron un intento de compra de su partido contra el OM. El fin de semana anterior a la final contra el Milan, el Marsella se enfrentaba al Valenciennes, y Jean Jacques Eydelie contactó con varios jugadores suyos -entre ellos el campeón mundial Jorge Burruchaga-, para intentar amañar el partido: que el OM ganase y asegurase el título liguero antes de la última jornada y que el Valenciennes no lesionase a nadie con vistas a la final.
La alegría duró poco. El escándalo de Valenciennes salpicó al equipo.
El escándalo salpicó a todos los estamentos del club, que inmediatamente fue desposeído del título francés, el quinto consecutivo, que había ganado el año anterior. Además, fue descendido a segunda división. Por si fuera poco la UEFA, en una de sus absurdas sanciones, le privó de jugar la Supercopa de Europa, la Intercontinental y le sancionó sin poder defender su título de Campeón de Europa. Todo esto por un caso que nada tuvo que ver con sus actuaciones europeas, ya que no hay pruebas que afecten a sus partidos en el continente.
El OM bajó a los infiernos, el equipo fue desmantelado, y sólo los más veteranos y jóvenes de la cantera permanecieron para volver a llevarlo arriba. Los últimos 20 años en el Velodróme han sido de gran inestabilidad, con un club que quiere volver a sus días de gloria, pero al que le han cambiado el terreno. Al menos, el OM vuelve a estar entre los grandes de Francia, luchando por títulos y con presencia europea. Ni las declaraciones de Eydelie sobre que todos los jugadores –excepto Völler- iban dopados en la final del 93 parecieron causar gran revuelo a un club acostumbrado desde el 93 a que todo es circunstancial y lo único que permanece es el escudo y el orgullo de Marsella. Droit au but.
@DavidLeonRon 22 octubre, 2013
Me encanta como omite mi querido Vilariño el tostonazo de final que fue el Marsella-MilanxD Posiblemente la final que más me ha costado ver de todas las de Copa de Europa.
Qué fuerte hubiera sido ver jugar a Maradona en la liga francesa.
La verdad es que el Marsella fue un mito de mis primeros años como aficionado. Estaban siempre, ganando o perdiendo en las últimas rondas. Luego les perdí la pista, con el ruido del fondo del tal "Tapie", que por entonces ni sabía quién era pero que por lo que escuchaba debía ser un hombre bien maloxD
Articulazo del amigo Sergio, uno más.