El Camp Nou presenció ayer un Clásico muy de los 90 en apariencia, de aquéllos tiempos en los que ambos equipos estaban forrados de excelentes futbolistas que, al enfrentarse, filmaban películas de argumento enrevesadamente adictivo. Su truco era la imperfección. Había errores, como en un Manchester-Chelsea o en un Juventus-Milan, lo cual permitía a cualquiera crear una jugada de peligro que terminase en gol o un grito a la grada. Con tanto acto, la inestabilidad era inevitable, y tanto el dominio como la pelota cambiaban de bando cada 15 minutos. Recuerden la frase: «Uf, Kluivert ha fallado y ahora le toca al Madrid, con lo mal que defendemos», o la también factible «Se nos va a pasar el turno y luego a vas a ver Rivaldo contra Iván Helguera». Los detalles definían resultados que, salvo contadas excepciones, por juego eran de 1X2, y aquéllo no solo emocionaba, sino que también unía, porque un culé podía ponerse en la piel de un merengue y viceversa. Tal cual fue el 2-1 de Alexis, Neymar y Jesé, en apariencia, como dijimos. En realidad, el asunto estuvo en que equipo con más vuelo de los dos se enteró ayer de que lo era. Antes no lo había demostrado, y ese retraso, hábilmente manejado por su sabio rival, le hizo perder 45 minutos de reloj.
El Barcelona y el Madrid no son proyectos en la misma fase. Nada más lejos de lo cierto. Y precisamente la diferencia que existe explicó la primera parte. El Barça está inmerso en el ultra ganador ciclo iniciado por Guardiola en el verano de 2008. Es el mismo equipo. Depende de las mismas cosas. Su jugada de gol más habitual no ha cambiado un trazo. El paso del tiempo ha desgastado elementos, sugerido nuevos recursos y agregado una experiencia y una sapiencia que les da la vida. Este Barça visitó galaxias más allá de Orion. Ha visto cosas que los humanos jamás vamos a ver. Aparte, este verano ha recibido un chute de adrenalina con Neymar y Martino; el crack del mercado -y mucho más que eso- y un tipo capaz de sellar cada partido con el parche que necesita para volverlo, aunque sea, un poquito más a su favor. Pese a que tácticamente la idea base cada día es más imposible, la calidad de estos dos factores ha mejorado al equipo. La astucia del técnico y el plus del genio le permiten competir contra los mejores, algo que llevaba un año sin hacer. Es una respiración asistida. Por su parte, lo de Ancelotti en la capital es una revolución radical, un giro de 180º mediante el que él pretende que su plantilla dé lo mejor de sus carreras. Dicha transformación, como todas, atrajo resultados imperfectos y dudas consecuentes: su Madrid, por instantes, fue desastroso. Carletto llegó al Camp Nou sin confianza ni garantías para hacerse el torero. Y ahí se agarró el Barça para proteger estoica y conmovedoramente el cartel de súper equipo que todavía luce.
Sergio Ramos no cambió el sistema del Madrid (4-3-3); sencillamente hizo de Illarramendi como pudo.
Horas antes del inicio del encuentro se supo de la presencia de Sergio Ramos en el centro del campo del Madrid, y el Tata, que tiene que aprovechar todos y cada uno de los recovecos que su rival le ceda, rediseñó su estructura ofensiva: de izquierda a derecha, Neymar, Cesc y Messi. Impresionante. Básicamente, el rosarino estaba sacando al mejor futbolista de la historia del Barça del epicentro del centro y entregándole el testigo del desborde a su joven nº 11. Iniesta y Cesc tenían por objeto moverse lo bastante como para que Neymar pudiese recibir en un sitio diferente en cada jugada, tenían que cambiar el contexto lo suficiente como para que cada aparición del creativo brasileño agitase al Real Madrid. Una vez Andrés como interior, Cesc como «9» y Ney como extremo; otra, con Andrés como extremo, Cesc como interior y Ney como «9» (imagen de la izquierda). Movimiento, actividad, energía. Neymar es el único jugador culé que hace cosas que el rival no puede registrar de antemano en su sistema, y, dando un color distinto a cada una de sus apariciones, el Barça, su contrario y el estadio podían sentir que estaba siendo peligroso. En el directo lo sintieron, y eso es crucial. Si alguien se siente a tope y cuando se mira al espejo se nota ojeras, duda sobre su energía. El Madrid, al mirarse en Neymar, se veía sometido. Perdía confianza.
Revisionado el encuentro, es preciso señalar que el ataque posicional del Barcelona desbordó al Real una sola vez. Fue en el minuto 10 del primer periodo, tras una jugada en la que Messi y Alves hicieron bascular a los blancos sobre la derecha (abajo, imagen 1) y cambiaron de orientación a Neymar (imagen 2) para que, rápidamente, condujera el balón hacia el centro y armase una buena. El resto del peligro culé vino por un fallo de Marcelo, un mal e impropio despeje de Khedira (es la jugada del 1-0) y, sobre todo, a la contra. En parte, porque Neymar no estuvo tan fino. Desperdició cuatro manos a manos contra Carvajal por pausar demasiado el lance y permitir al Real reconstruir la ayuda. En el resto de situaciones, recibió en desventaja.
No se queden tras el último párrafo sin la idea de que el Barça fue mejor que el Madrid en el primer tiempo. Lo fue. Pudo marcar -aunque pocas veces-, lo pareció y lo hizo. Los de Carletto, solo al final. El motivo fue el respeto. A lo largo de esta temporada han mostrado un defecto que en el Camp Nou se presumía mortal: entre su centro del campo y su defensa cabe el cañón del Colorado. O sea, venía dejando mucho espacio en el espacio de Leo. En pos de parchear la errata, y empujado por una nueva sobrecarga de Illarramendi, optó por Ramos, que fijaría más su puesto y mostraría una intensidad alta, como mediocentro. Tres cosas al respecto: 1. Con Messi en la derecha, Sergio se quedó sin función y el Real, a veces, defendió con 10, porque no salía a robar balones que estaban a su alcance. 2. Su lentitud como pasador restó a la posesión blanca (48% del 10 al 35) fluidez, profundidad y, por tanto, peligro. 3. Muchísimo más importante que las dos anteriores: el Real estaba mucho más preocupado por ocultar su mayor defecto que por jugar a la pelota. Además el Tata, que, insistimos, ajustó todo lo que en su mano estuvo, reconfiguró su transición defensiva.
El Tata orquestó que Xavi, Iniesta o Cesc se quedasen siempre con Busquets cerrando cada ataque.
Aunque el contraataque del Madrid ha perdido kilos de calidad con la marcha de José Mourinho, sigue teniendo futbolistas que al espacio son muy peligrosos, sobre todo Cristiano. Partiendo de ahí, era justificado que Martino valorase como imprescindible proteger a Busquets más de lo habitual, y para conseguirlo optó por dejar atrás un doble pivote cada vez que su equipo tenía el balón en la frontal. O Xavi, o Iniesta o incluso Cesc (imagen de la derecha), uno de los tres, siempre se quedaba al lado de Sergio. Sin duda por el camino perdía peligro, porque perdía presencia en ataque, pero posicionalmente estaba mejor armado ante una contra. Éste fue uno de esos detallitos que el Tata inyecta ingratamente pero que van sumando clavos ardiendo a los que sus hombres se agarran para no irse del partido. Hay que decir, eso sí, que esta vez la medida descrita fue potenciada por el confundido tridente del Madrid, Di María, Bale y Ronaldo, pues en cada acción de contragolpe tiraron el desmarque de ruptura en vez de el de apoyo, y para tipos tan flojitos como los bajitos del Barça es más fácil cortar una línea de pase que chocar contra Gareth o Cristiano. En cualquier caso: 45 minutos, 0 contragolpes. Si esto no es para aplaudir a Martino, ¿qué debe conseguir? No está mejorando el sistema (¿se podría?), pero crea marcos ganadores cada fin de semana.
Añádase que la posesión culé también estuvo condicionada por el miedo al contragolpe blanco. Por un lado, lo pases definitivos tenían como premisa principal no ser cortados en lugar de ser precisos, y por eso casi todos se fueron largos. Por el otro, 6 de sus 12 disparos rebotaron contra un defensor blanco sin peligro. Se prefirió acabar jugada que forzarla con riesgo de perdida. Aunque el autor opina que las decisiones del Tata están subiendo la competitividad inmediata del Barça, tampoco puede obviarse que tanto truco conservador donde antes no había ninguno puede ir mermando poco a poco lo más poderoso del grupo: su alma original.
El segundo tiempo tuvo una trama completamente diferente. El Real saltó a tope de confianza y, apoyado en la modesta calidad defensiva del Barcelona, cogió el balón y jugó bastante bien. Y con profundidad, pues hasta 8 acercamientos de peligro patente sumó. Para empezar hablaremos de algo secundario pero que ya deberíamos haber tratado antes: la apuesta por Marcelo y Carvajal, dos laterales tácticamente malos en el Camp Nou ante Messi y Neymar. Cada uno restó una vez. Carvajal, en la jugada del 1-0. Un crack defensivo no se acerca tanto a un Iniesta que, en verdad, no iba a ningún sitio. Marcelo, en la inmediatamente posterior, cuando Leo le cogió la espalda. Durante el resto del partido, y eso que el genio tuvo un día súper impreciso, fueron una ventaja muy importante para los de Carlo Ancelotti. El ataque blanco fue anchísimo a dos alturas y la primera era la de los laterales, que, como hiciese Dani Alves en el otro lado, dieron apoyos de gran técnica para las salidas desde atrás. La línea Marcelo-Illarramendi-Carvajal metía al Real en mitad culé con suma facilidad, certeza y control. Y desde ahí, Luka Modric y Sami Khedira.
Modric fue el dueño de los segundos 45 minutos y Khedira quien anuló la crucial influencia de Piqué.
Si la segunda parte del Madrid fue buena, la de Sami Khedira y Luka Modric fue una exhibición o casi. Los constantes cambios de orientación del equipo terminaban abriendo al Barça y dando al croata un espacio muy jugoso en el medio para controlar y girar, y así aceleraba y clarificaba cada lance al mismo tiempo. Su partido sí es matizable porque su superioridad técnica es un abuso en referencia a la calidad del quite azulgrana, en ese sentido sus primeros toques y regates no son extrapolables contra ningún otro grande, pero la personalidad con la que engulló al histórico Busquets-Xavi-Iniesta en su propio feudo habla de la frialdad del pequeño centrocampista blanco. Tras pasar al ataque, su madurez para interpretar cuándo tenía que ensanchar él por la izquierda, cuándo dar un paso al frente para empujar al Barça y cuándo dar un paso atrás para que sus compañeros le diesen el pase atrás que asentase el dominio definió esta fase del Clásico. A su derecha, Khedira. El fútbol llora cuando Sami toca la pelota porque los preliminares le generan unas expectativas que el alemán nunca cumplirá, pero no por ello deja de ser un gran jugador. Con el Madrid asentado en el ataque, su actividad le dio no solo para quedarse ante Valdés un par de veces -y por supuesto fallar- sino para, importantísimo a nivel juego, dejar al Barcelona sin su único central de calidad: con Di María llevándose consigo a Adriano donde quería y el triángulo de centrocampistas cerradísimo por miedo, la diagonal dentro-fuera de Khedira sacó de posición a Piqué vez tras vez (imagen de la izquierda). Tras la entrada de Benzema, el francés explotó los espacios derivados como sólo este fenómeno que no siempre existe es capaz hacer. Actividad frenética, visión desbordante, precisión celestial. Puso a Ronaldo de cara y al Real Madrid el Clásico en bandeja, pero el Barça se espachurró en una defensa de 5 (foto de la derecha) y resistió hasta que llegó su momento. Chapeau. El curso pasado, en éstas, sólo respondía uno.
Alexis Sánchez al contragolpe sentenció el Clásico con la mejor acción de su carrera como azulgrana.
Motivos para preocuparse tienen todos. El Real Madrid sale del Camp Nou a 6 puntos de un líder que lleva ritmo de 106 y el FC Barcelona sufrió un duro golpe de realidad en 45 minutos que confirmaron que el equipo ya es uno más, que perdió casi todo lo que le hacía diferente. Pero también hay razones para el optimismo. Los blancos se demostraron que el sistema hacia el que caminan funciona y es potente, y que tan solo tienen que afianzarlo con confianza mientras esperan a Xabi Alonso y Gareth Bale. Vieron la luz al final del túnel: la idea de Ancelotti existe. En cuanto a los azulgranas, derrotaron a un rival de enjundia casi dos años después, con todos sus problemas, sin milagros, ahí estuvieron, aguantaron y ganaron. Y con Leo Messi y Andrés Iniesta sumando 10 tackles entre ambos, en clara muestra de compromiso y orgullo. ¿Y nosotros? Es fácil acostumbrarse a la perfección, al mejor duelo jamás visto, pero en el fondo de nuestros seres siempre supimos que la fecha de caducidad estaría cercana, porque esto es fútbol y los ciclos cortos son. Una nueva era empezó ayer, 26/10/13, a las 18:00 horas. La seguiremos atentos.
Abel Rojas 27 octubre, 2013
@ Pouco
A mí el partido de Busquets me ha dejado exageradamente frío. Por un lado no me atrevo a criticarlo porque estar rodeado de Mascherano, Xavi e Iniesta en un repliegue debe ser para echarse a temblar, pero en campo contrario y defendiendo contras hace milagros y ayer en el repliegue estuvo muy perdido, regalando demasiado metros y metido en la línea de 5 cuando no debía.
Para mí se le notó que no es tan bueno en campo propio como en campo contrario. Lo cual es bastante extraño para un mediocentro… si bien para el Barça en 99 de cada 100 partidos es una bendición.
Y sí hay que resaltar algo que habla de lo bueno que es: estando incomodísimo, no dejó ningún error decisivo.
@ Cordobeh
Eres un gigante, man.
@ Wikipeix
Tengo dudas sobre que Arbeloa en este momento sea capaz de evitar el 1-0. El mejor Arbeloa, está claro que sí. Éste, yo no lo sé. En el resto del partido, Carvajal ha dado cosas al Madrid que Arbeloa no podría haberle dado.
De hecho, es posible que Carvajal sea de ayer por la tarde el lateral derecho titular del Madrid. Lleva dos partidos sumando mucho, pero que mucho a su equipo. Y yo he sido bien escéptico con el chaval.
@ Eduardo0591
Sí. Cesc tenía una participación defensiva total y en el primer tiempo cuando el Madrid tenía la pelota veíamos situaciones de 4-4-2 en el Barça. Pero en el segundo tiempo el Madrid desbordó y el Barça tuvo que bajar mucho a Neymar también, así que se quedó Leo solo arriba. En 30 minutos el Barça hiló 3 contras. La verdad es que habla brutalmente de un Madrid que hizo todo para que fuese así.