En ningún momento barajó otra posibilidad: para empatar o ganar al FC Barcelona, debía ser un héroe. Antes de saltar al césped del Camp Nou, Fraser Forster (17 de marzo de 1988) sabía perfectamente que su equipo se enfrentaba a un rival que iba a tener más de un 80% de la posesión del balón y dispararía más de veinte veces a su portería. Su actuación ese día fue brillante, pero no perfecta. Le sobraron 47 segundos. Ni uno más, ni uno menos. En ese instante Jordi Alba le arrebató la gloria en su propia área pequeña, pero aún le quedaba otra oportunidad. Al calor de Celtic Park, no sobró ni faltó nada. El equipo de Neil Lennon aprovechó los errores culés, aguantó su asedio y Fraser Forster fue el héroe que su equipo necesitaba. El portero inglés paró lo parable y despejó lo que no lo era, cuajando una actuación que ni el gol final de Leo pudo empañar. Aquella noche de noviembre hubo muchos protagonistas, pero la mayoría de miradas se centraron en su figura y las preguntas comenzaron a surgir. ¿Cómo es posible que un portero de su talla aún no haya ido con Inglaterra? ¿Será real su nivel exhibido durante estos 180’? ¿Lo fue acaso su parada a Leo Messi? ¿Y la doble intervención ante Alexis? El nivel de inspiración que Fraser Forster mostró en ambos partidos es difícilmente sostenible, pero tanto sus innumerables aciertos como su único error tienen explicación. De ninguna manera fueron casualidad.
Neil Lennon dijo que, sin un gran portero, vencer al Barcelona es prácticamente imposible.
En el fútbol moderno los porteros son cada vez más futbolistas que guardametas, con lo que para comenzar con el análisis de Forster resulta imprescindible hacerlo con el Celtic de Glasgow. El conjunto de Lennon se enfrenta constantemente a una paradoja: en Escocia acostumbra a tener el balón (50%-60%), pero en Europa difícilmente puede llevar el peso del partido. El resultado de esto es un equipo al que en Champions le cuesta estar cómodo, pues ataca menos de lo que quiere y defiende más de lo que debería. Centrándonos en esto y obviando excepciones puntuales, el Celtic acostumbra a defender con dos líneas de cuatro (foto de la izquierda) tan ordenadas y generosas en el esfuerzo como poco talentosas cuando el rival cuenta con un punto de imprevisibilidad. Más allá de lo verdes que están Van Dijk y Ambrose, lo importante es hacer hincapié en lo colectivo. Lennon fundamenta su solidez defensiva en ese equilibrio y derroche físico del que hablábamos, pero lo más importante es cómo lo consigue: no asumiendo riesgos. El Celtic no arriesga en su salida de balón, jamás proyecta a sus laterales al unísono y, sea como sea la jugada, siempre hay como mínimo tres futbolistas cerrando (foto de la derecha). Resumiendo: el Celtic no es una roca, pero no hace concesiones voluntarias. Si deseas llegar a Forster, debes desbordarles.
El Celtic no suele dejar espacios a su espalda, lo que afecta a la colocación de Forster.
A consecuencia de esto, rara vez se ve a Fraser Forster fuera de su área pequeña. Ni su equipo le exige prestar atención a la espalda de su defensa, ni él parece estar dispuesto a alejarse demasiado de su portería. Evidentemente esta cuestión no responde a ningún capricho del portero inglés, sino a las virtudes y limitaciones de sus condiciones físicas. Forster no acompaña a sus 201 centímetros de altura con la elasticidad y agilidad de Thibaut Courtois (1,99) o Manuel Neuer (1,93), sino con movimientos bastante lentos, pesados y toscos para lo que es un portero de élite. Partiendo de esta base, sólo conociendo y dominando los siete metros que separan ambos palos podría llegar donde ha llegado. Y así es. Siempre bien colocado, nunca parece tan grande como cuando el remate es muy cercano a su portería. Ahí, no sólo lee bien la situación de la jugada (foto), sino que achica a la perfección utilizando su gran cuerpo (foto) y tapa los huecos restantes con sus manos (foto derecha). El ejemplo resaltado en las imágenes no fue el único, pero sí el más significativo. A la misma velocidad que el FC Barcelona gestó una jugada de máximo peligro de la nada, Forster convirtió una portería de fútbol once en una de fútbol sala. Alexis Sánchez logró evitar con acierto su cuerpo, pero no su precisa y veloz mano izquierda.
Y es que, como en el resto de futbolistas, la velocidad física y la mental no guardan una relación directa. Fraser Forster tiene problemas de movilidad, pero no de reacción ni de técnica. No es raro verle sacando una mano inesperada o imposible; está en su repertorio aunque pueda sorprender. Estos reflejos se ven, además, acompañados de una notable técnica. El inglés bloca cuando debe blocar, asumiendo los riesgos justos, pero si algo de él destaca en este aspecto en concreto son lo duras que son sus manos. De hecho, es probable que sean de hormigón. Por potente, cercano o colocado que sea el remate, a Forster no se le dobla el guante. No concede más segundas oportunidades que las inevitables. Todas estas características (colocación, reflejos y técnica) convierten su portería en un objetivo realmente pequeño, pero es hora de afrontar las razones por las que éste -casi- nunca será inabordable.
Pese a sus dos metros, no es un gran activo defensivo para defender el balón parado.
Su principal y grave «pero» es el ya citado pero aún no abordado problema de la lentitud. Este no sólo limita su radio de acción, sino que lastra el resto de gestos. Comenzando por el principio, su desplazamiento lateral es muy deficiente. Como si de un pivot pesado de baloncesto se tratara, cuando la jugada le exige estar en constante movimiento por la línea de gol sufre demasiado. Tarda mucho en alternar sobre qué pierna recae el peso del cuerpo. Esto provoca un hecho curioso: con Forster hay demasiados goles imposibles que, en realidad, no lo son. Es algo parecido a lo que pasa con los porteros paradores como Diego Alves, pero por causas diferentes. En parado, Forster puede llegar a cualquier ángulo; en movimiento, cualquier ángulo puede ser bueno para marcarle gol. Como ante el Barcelona de Vilanova la circulación resultaba previsible y la sorpresa brillaba por su ausencia, portero -y defensores- estaban en su posición en todo momento. Además, como resulta obvio, los culés no exigen especialmente por alto a los guardametas contrarios, lo que le permitió a Forster parecer más completo de lo que realmente es. El Celtic defiende el balón parado en zona con algún que otro marcaje individual (foto izquierda), un contexto ideal para que un portero alto se luzca, pero el inglés suele esperar bajo el larguero. Una decisión demasiado reactiva que se prolonga también durante el juego, como vemos en esta secuencia: el Spartak sale en transición por la derecha, busca un centro para la llegada de sus delanteros (foto izquierda), Forster ve la jugada de cara y, pese a estar en ventaja, es su defensa (foto derecha) quien tiene que despejar el peligro. Es por esto -y por el mal marcaje de Forrest- por lo que Jordi Alba logró provocar el delirio en el Camp Nou ante la inmóvil mirada del que estaba destinado a ser el héroe del empate.
Por ello, resulta demasiado aventurado responder de forma directa a todas las preguntas que se realizaron hace doce meses tras el partido en Celtic Park, pero no cabe duda de que Fraser Forster es un muy buen guardameta. Saca cierto provecho a su tamaño, domina muchos de los secretos de la portería, es consciente de sus limitaciones y, sobre todo, encaja muy bien en el estilo de su equipo. Mismamente, como último detalle, los de Lennon acostumbran a salir en largo y ahí la diestra de su portero siempre encuentra de forma correcta el pie o la cabeza de Samaras. Es joven y, aunque Thibaut se empeñe en demostrar lo contrario, los porteros suelen tener una evolución tardía. Su físico probablemente no mejore demasiado, pero seguro que puede darle una utilidad más allá del área pequeña. Si lo consigue, apuntará aún más alto. Mientras, seguirá siendo el héroe que el Celtic necesita en noches como las de hoy.
@SharkGutierrez 1 octubre, 2013
Creo que no puede haber un portero que mimetice tanto la forma de jugar de un equipo. O al menos, que no lo represente tanto.