Como la pelota a Valderrama, esa noche de hace veinte años siempre regresa. Lo hace como un gigante que atraviesa el bosque o un coloso que penetra defensas. Sonora, como los aplausos de un publico herido en el ego, retorna en una explosión de recuerdos a los que no les llega el amanecer. La noche más larga, tentadora y vagabunda, no permite que se evapore jamás el eco del silencio profundo de ese monumental profanado. Cada gol es un latido y una respiración interrumpida por el estupor. Como en cámara lenta, los rostros se deforman: los de los que pierden se inundan de amargura irrompible y los de los que ganan de felicidad incontenible y trascendente, de esa que no conoce del tiempo porque aparece en la memoria intacta, como un frasco de perfume que nunca se ha abierto.
La goleada en Argentina fue un día histórico para ambos países.
El 5-0 fue demoledor. Una proeza de héroes hercúleos, casi un mito, y cuya sombra se alarga sin languidecer. No fue un derroche de fútbol dominante, de superioridad avasalladora, como sí lo fueNunca hubo un día más grande para Colombia el 2-1 de Barranquilla, pero ese día algo místico ocurrió. No importó que Batistuta amenazara a un Córdoba inexperto y titular de rebote, ni tampoco pareció importar que dios estuviera del lado albiceleste. La danza tricolor agarró la pelota y se la pasó con la pasión y la enjundia de un toro calle abajo en un encierro en Pamplona. Una colección de paredes, pisadas, amagues, gambetas y goles para el disfrute del fútbol como expresión estética. Nunca hubo día más grande para unos, ni derrota más vergonzosa para otros.
Esos once hijos de Orfeo y Artemis elevaron su alma de luciérnaga a la condición de ídolos que no perecen. Noctámbulos, la noche del retorno eterno nos persigue y siempre nos encuentra. Las derrotas que le prosiguieron sólo la han hecho más latente, alongando sus horas en un reloj que ya casi no avanza, dormido en un letargo intenso. Sólo el rugido del tigre ha logrado levantar los párpados del soñoliento tirano del tiempo y hoy la madrugada se siente cerca.
Si Colombia gana esta tarde ante Ecuador, el pase al mundial será una realidad casi consumada. Dieciséis años después del último suspiro mundialista de la generación del maestro de rizos dorados, la ilusión por Brasil 2014 ha devuelto la vida a una selección que vivió dos décadas atrapada en la felicidad de una victoria histórica. El alba se asoma, nuevos ídolos han aparecido.
Absynthez 6 septiembre, 2013
Dolorosisima derrota para nosotros. Un baño de humildad
Mañana me alegrare muchisimo si clasifican, por los jugadores que tienen y por Jose Pekerman, quien nunca se debio ir de la seleccion argentina.