Es prácticamente imposible recordar un partido que jugándose en el Bernabéu nunca perteneciese al Real Madrid; una noche en la que los blancos no gozasen de ningún periodo de dominio ni su grada viera, siquiera durante 5 minutos, la victoria de cerca. El éxito del Atlético de Madrid de Simeone es su capacidad de control. Los rojiblancos atan cada cabo del juego, taponan cada vía de escape hasta que la desesperación del rival les cede el testigo de las emociones y ya no lo sueltan. El derbi ayer disputado por el equipo visitante es de perfecto candidato a la UEFA Champions League. Superar a Ancelotti y los suyos está al alcance de bastantes, el estilo del italiano nunca ha dado lugar a un sistema invencible y sólo un C. Ronaldo optimizado que todavía no existe podría propiciar algo similar, pero una cosa es ganar en Concha Espina y otra lo que hizo el Atleti. Trapattoni, Scirea y Zoff han sido relevados. Italia ha resucitado en Madrid.
Simeone agradeció las facilidades a AncelottiLa base táctica del encuentro quedó localizada en el cambio que propuso el entrenador del Real en su salida de balón. Modric fue hasta ayer el protagonista absoluto de esa parte del juego; quien recibía desde los centrales y el hombre a dar la pelota de cara cuando los primeros pases eran más externos (Isco, Ronaldo o Di María), pero, por sorpresa, el croata fue suplente y vimos en los locales una salida muy lateral maquetada del siguiente modo: Arbeloa y Coentrao eran a menudo los futbolistas más adelantados en el lado activo, pretendiendo así eliminar a Filipe Luis y Juanfran de la defensa contra los elegidos por Ancelotti para llevar el peso del juego; Isco en izquierda y Di María en derecha con la colaboración de Khedira o, sobre todo, Illarramendi en ambos casos. Es decir, el técnico no se atrevió a salir por dentro porque una pérdida en el carril central es gol, optó por salir por fuera y, consciente del poderío del Atlético en la defensa de las líneas de banda, diseñó estas cadenas pivote abierto-interior-lateral en pos de igualar las fuerzas en dichas zonas. La medida fracasó porque, como siempre, el Madrid se quedó sin pase de desahogo. No existía línea de pase hacia atrás o hacia dentro que permitiera a la posesión respirar cuando el Atlético la ahogaba con sus tres o cuatro hombres sobre la cal. Así pues, sin avanzar, sin acercarse ni remotamente al peligro, los blancos perdían el balón cuando el Atleti lo reclamaba. Sin desmarques del Real entre líneas, sin ambición en ese sentido, Simeone no sufrió jamás.
Semejante dominio rojiblanco condenaba al Madrid a cometer un error tarde o temprano. Di María, que para ésto es bastante rápido, regaló una pérdida fatal en su frontal del área en el minuto 10. Sin duda el argentino tuvo una cuota importante de responsabilidad, pero fue la frustración colectiva lo que le precipitó. Si le salía el regate tenía una carretera libre para lanzar una contra, y sintió que era tan valiosa que el riesgo a cometer se justificaba solo. El Atlético se compró el regalo; Ángel tan solo lo envolvió y quedó como el generoso. 0-1.
El papel de David Villa como mediapunta no fue persistente pero sí ocasionalmente útil para el Atleti.
Tiago, Koke y Arda Turan fueron amos del medioPese a que el tanto de Diego Costa fue una acción de un pase, Simeone había construido posibilidades para tocar más el balón. Partiendo de su control defensivo él sabía que se haría con el mismo en banda, en una situación a favor de 3 x 2 ó 4 x 3 y con un boquete en el medio blanco, puesto que el Madrid no sujeta a nadie en el espacio del mediocentro. Ése hueco lo ocupó Villa, que jugó de mediapunta y, aunque sumó más acierto que presencia (20/22 en pases), sumó. Además había un añadido, y es que el equipo de Ancelotti prioriza la pelota sobre el espacio cuando le toca robar o protegerse. Al contrario que en la etapa de Mourinho, en la que nadie metía la pierna si detrás no había un muro sólido a la espera, el Madrid corre a intentar robar en cuanto el rival la tiene -todo ésto con los laterales arriba como extremos-, abriendo las puertas del paraíso a sus adversarios. En cuanto Tiago, Koke o Arda recuperaban la posesión, la custodiaban unos segundos, imantaban a Illarra -jugó francamente mal- o Khedira, divisaban cómo un compañero ocupaba su espalda y enlazaban con él. Restaban cualquier viso de continuidad al juego madridista. Para más inri, las asociaciones les quedaron preciosas. Perfección.
D. Costa se consagró como súper crackFaltaba algo, no obstante. Faltaba justo aquéllo que había hecho al equipo de Diego Pablo Simeone ser inferior al de Mourinho en todos sus enfrentamientos pese a la irregular 2012/13 de los blancos o el resultado labrado en la Final de Copa: el Atlético de Madrid es muy lento y la defensa del Madrid es muy rápida. Y como los robos rojiblancos suelen producirse lejos del marco oponente, dicha circunstancia solía notarse bastante. Entonces, apareció Diego Costa. El encuentro de Diego Costa en el Santiago Bernabéu es tan consagratorio como el del Atlético de Madrid, con el plus de que, siendo honestos, con el hispano-brasileño aún quedaba un escepticismo que su equipo sí había logrado borrar ya. Hay que ser uno de los mejores para hacer lo que hizo porque, defensivamente, la línea de 4 del Real Madrid completó una actuación competente. Diego la superó sin más, como solo un astro haría. 4 disparos, 2 pases claves, 8 faltas provocadas y 7 carreras completadas con éxito en banda contra Pepe o Sergio Ramos. Un sistema de ataque en toda regla. Y también uno de defensa, pues fueron incontables los segundos de juego que se fueron al limbo gracias a sus inverosímiles controles de balón. La autosuficiencia alcanzada por Diego Costa y jamás tocada por Falcao -pese a ser probablemente más jugador- anima a pensar que dará al Atlético de Madrid esos puntos que no se merezca. La clave de una Liga. Obvio que no es favorito, de hecho más opciones tendrá en Champions, pero se ha ganado el respeto que se le muestra a un candidato al título. No existe razón presente para negárselo. Responde Diego Costa.
La entrada de Bale provocó el paso a un 4-2-3-1 que tampoco inquietó demasiado al Atlético de Madrid.
La segunda mitad trajo novedades técnicas y tácticas. Modric y Bale entraron por Illarramendi y Di María en lo que debía ser una inyección importante de genialidad, orden y pegada, y lo cierto es que lo fue, aunque no resultase suficiente por lo casi insalvable de la diferencia. El Madrid se organizó sobre un 4-2-3-1 con Cristiano en la izquierda, Isco en el centro y Bale en la derecha que dejó sin función de juego al español y buscó, básicamente, el trallazo de uno de los dos bichos. Se habían demostrado que no tenían ni plan ni soluciones individuales para jugarle entre líneas al Atlético de Madrid, así que abrieron a los de la pegada para que pudiesen recibir con más frecuencia y buscaran suerte con disparos lejanos que, por cierto, no eran secundados por un buen trabajo sobre los posibles rechazos en el área pequeña. Leído en una web parece poca cosa, y desde luego el colmo de la complejidad no es que parezca, pero el fútbol es de los futbolistas, los del Madrid son muy buenos y Simeone no iba a esperar de brazos cruzados a ver el efecto de todo aquéllo. ¿Cuál era su nueva preocupación? Las salidas largas hacia dentro de Ronaldo y Bale; ¿cuál era la posible trampa? Que si los pivotes se abrían Isco podía encontrar espacio y resolver desde la mediapunta; ¿cuál era la ventaja nueva? Que el Real había perdido presencia en el área atlética (Cristiano) y se había quedado sin rupturas regulares hacia la misma. Así que Simeone liberó a sus centrales, éstos adoptaron una actitud mucho más expeditiva y se juntaron a Juanfran y Filipe Luis a menudo casi como segundos laterales para controlar a las dos superestrellas merengues. Detectado el ajuste, Ancelotti metió a Morata, provocó un 2 x 2 de puntas contra centrales y acarició de forma real un empate que no se hubiese ajustado en absoluto al argumento proyectado en la noche del Bernabéu. Pero esas cosas ya no suceden.
En cuanto a las consecuencias, al tiempo que el Atlético de Madrid se engancha aunque sea un poquito a la lucha real por el título ha condenado a su eterno contrincante a una situación similar a la que el año pasado destruyó su temporada, con el añadido de que en el último septiembre pese a la distancia con respecto al líder era quizás el mejor equipo de España y hoy está muy lejos de un buen puñado. El Real ha vuelto a no poder esperar a Cristiano Ronaldo y ha sembrado de dudas un inicio que apuntaba a problemático si Messi seguía al ritmo de la 2012/13. El único cambio es la presencia de Ancelotti, y eso, a tenor de su experiencia, no es demasiado positivo. Su expediente en Liga cuenta lo que cuenta y su estilo tiene lo que tiene: si no se ejecuta a la perfección, los goles se ven desde muy lejos y el fútbol se ve muy lento. El reto más importante de su carrera se le ha presentado en su máximo esplendor. Es pronto, pero ni que aún brille el sol quita que se haya metido en un lío que puede marcar su futuro. La Liga es el latido de un club grande, la competición que bombea la sangre y oxigena el sistema. Si el FC Barcelona no le echa un cable, en menos de un mes el Camp Nou definirá más de media temporada. Se nos vienen 26 días apasionantes. Con el Atleti vigilando.
Adrián. 29 septiembre, 2013
Sois los mejores. Gracias por estos artículos. Y creo que hablo en nombre de muchos.