Uruguay es un grande porque se conoce. Llegada la Final ante el rival más duro se dejó de delicadezas y se vistió de celeste charrúa: al banquillo el lateral que sube y el «10» habilidoso; al césped un central más y un delantero grandote. Además, Uruguay se había estudiado a su contrario. Decía Gino, el pivote, que se salió, que «están grandes (los franceses) pero no son cucos, y hay que jugar al fútbol». Y es verdad. Pero tienen a Paul Pogba.
Pogba, el claro MVP del Sub 20El súper centrocampista de la Juventus FC, nombrado por unanimidad MVP de este Mundial Sub 20, es un elegido de la naturaleza que coquetea seriamente con el fútbol. Es decir, aún no puede afirmarse que lea y sienta este juego como uno de sus genios, aunque a menudo lo parece; pero sí es evidente que su cuerpo, por constitución y coordinación, es perfecto para practicar este deporte. Incluso supera al de Touré Yaya, pues, si bien no posee su capacidad de slalom, no sufre su rigidez. Yaya es de plomo. Pogba, de agua. Congelada cuando hay que chocar; líquida cuando hay que filtrarse. Por desgracia, de momento, gaseosa cuando hay que templarse. Pero, sea como sea, por estricta calidad individual dio a su Francia más de un periodo optimista.
Kondogbia estuvo nervioso, mal posicionado y muy impreciso.
No jugó solo en el círculo como hizo en Octavos contra Turquía y en más ocasiones. Ayer Kondogbia dio un paso atrás y formó con Paul un doble pivote. Y se volvió a ver que no son futbolistas del mismo nivel. El torneo del jugador del Sevilla ha sido malo, sin matices, y su Final fue la cima de su desacierto. El crío tiene potencial; su físico combina ligereza y contundencia y cuando juega de cara a portería muestra cierta fluidez, pero está muy lejos de ser un producto acabado. Le falta pulirse en lo técnico -recibiendo de espaldas es nulo y sufre horrores para domar la pelota cuando le viene a la parte derecha de su cuerpo- y madurar mucho, mucho en su lectura. En el primer tiempo, mientras Francia intentó llevar la voz cantante, entre él y Sanogo detuvieron cada creación bleu. Iban a contrapié. En el segundo, cuando salió De Arrascaeta (el «10» habilidoso de Uruguay) se le vieron las costuras defensivas dejándolo recibir a su lado o detrás de él. Muy mal Geoffrey.
Sebatián Cristóforo, mediocentro, fue quien mejor jugó anoche.
Con la celeste, bien presentada en un 4-4-2 simétrico de futbolín, quien acompañó al analista Gino en el doble pivote fue Cristóforo. Cristóforo hizo un partido profesional. De Copa Libertadores, de Europa League o incluso de Liguilla de Champions, si eso. Sebastián, que así se llama y juega en Peñarol, es, como el hombre del día, un 5,5. O un 5,25, como dice David León. O sea, un mediocentro que por su extra de recorrido y margen de maniobra cerca del área contraria puede jugar de interior sin grandes vicisitudes. El tipo se equivocó poco hasta en la prórroga, su colocación fue soberbia, le sacaron esa tarjeta amarilla made in Ambrosini (amarilla o gol en contra) y hasta se marcó un par de pases de semi-gol que Nico López, insistente pero espeso, no pudo convertir en gloria. El partido táctica e intelectualmente fue de Cristóforo, y por eso Uruguay se acercó más a eso que se llama dominio y que ayer no fue de ninguno. Al final, penaltis y Aréola, un portero que para bien pero que en París juega muy poco. Y Francia campeona del mundo, gracias a él y a Pogba. Al de los 11 metros de la tanda y al de esa franja de 20 metros donde se jugó el partido. Donde Cristóforo, Gino y Kondogbia.
Abel Rojas 14 julio, 2013
Me gustaría dejar claro que, aunque me esfuerzo muchísimo en entender a quien sabe, desde luego, muchísimo más que yo, de momento no logró descifrar por qué Wenger ha fichado a Sanogo.