Una marea de fuego ámbar fluctúa por el Olímpico. En las gradas, las bengalas y la algarabía, quizás incluso más incandescente, izan la fuerza guerrera de los hijos de la loba. Pero también hay belleza. El coliseo moderno adora el carácter potente, pero se enamora de la grandeza y de lo bello. Terribilità. Agostino colecta la pelota atrás para poder ver a los suyos con más claridad. La pasa muy lejos, muy fuerte y muy bien. Giuseppe es movimiento, corre mientras la toca, más en corto, hasta que llega y marca. Francesco aparece más arriba, detiene el tiempo, inventa pases delirantes y marca goles de inspiración incontenible. Tres emperadores pintados por el mismo pincel.
Y hay un rey. Es el octavo. No es de allí. Es un conquistador, un extranjero que no estaba destinado a ese pueblo, que nunca lo quiso, pero que llegó a Roma y se eternizó. Falcão no fue el capitán ni la bandera, eso es para romanos y él no lo era, mas, sobre el campo del Olímpico, se portó como uno de ellos. Elegante, supremacía divina en su fútbol, estaba en todos lados para pasársela a todos, para robársela a los rivales y para ganar partidos en todos los feudos. La AS Roma nunca fue tan grande como cuando estaba él, un romano del otro lado del mundo, que guardaba la esencia estética que a los tifosi enloquece. Ellos son la Roma: tres emperadores y un rey.
Brahm777 8 julio, 2013
La Roma siempre ha sido un equipo impresionante. Pero el 3 emperador necesita ya a su descendiente… y no se le ve.